7 de octubre de 2023

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Los falsos defensores de los derechos humanos.

EL RACISMO DE LOS ANTI-RACISTAS EN EL PERÚ.

Por: Gabriel Adrián

13 de octubre de 2006

Bajo el auspicio de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos del Perú (CNDDHH) se lleva a cabo una campaña nacional contra el racismo. La iniciativa podría ser considerada como positiva en vista que el Perú es uno de los países en Latinoamérica con expresiones más agudas y extendidas de racismo. Y decimos que podría ser positivo porque esta iniciativa puede ser considerada poco menos que hipócrita viniendo de una organización que indirectamente contribuye a que se perpetúen las estructuran de propiedad y dominación que sustentan el racismo en el Perú. A este respecto cabría preguntarse, ¿qué ha hecho la Coordinadora por los miles de peruanos, mayormente de extracción campesina, obreros e indígenas, que se levantaron en armas en el marco de la guerra que dirigieron el Partido Comunista del Perú (PCP), conocido como Sendero Lumino y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) en los años ochenta y noventa. ¿Qué ha hecho la Coordinadora por aquellos peruanos que se levantaron para destruir las relaciones de propiedad y dominación en las cuales se sustenta el racismo en el Perú? ¿Qué ha hecho la Coordinadora por los derechos de miles de peruanos perseguidos por el Estado peruano, la mayoría de ellos potenciales víctimas del racismo, campesinos de extracción andina, despreciados por las altas esferas del poder?

La Coordinadora ha hecho lo que hace la mayoría de organizaciones de DDHH, se abocó a unos cuantos casos que los legitime ante la opinión pública y ante las fundaciones internacionales que los financian. Tomaron los casos para las cámaras, para las primeras planas. No hicieron prácticamente nada por las decenas de miles de asesinados, desaparecidos, perseguidos y encarcelados por las fuerzas militares y paramilitares del Estado peruano. Ya tempranamente anunciaron que no asumirían la defensa de ningún “terrorista”. Esta política no solamente estaba en abierta contradicción con una posición de DDHH humanista, principista, sino que entregó a las fauces represoras del Estado peruano a miles de personas de los sectores más golpeados por la pobreza y la discriminación.

Al mismo tiempo que la Coordinadora lleva a cabo la campaña contra el racismo, deja de lado temas tan apremiantes como la defensa de presos políticos, de investigación de las innumerables desapariciones y asesinatos, de cambio de la legislación anti-terrorista que viola principios fundamentales del Estado de derecho, delitos de las transnacionales a los derechos socio-económicos, entre muchos otros. No queremos decir que una campaña contra el racismo no sea necesaria, pero cuestionamos que se lleve a cabo por una organización cuya trayectoria desmerece encabezar tal iniciativa y se dejen de lado nuevamente temas más apremiantes que corresponderían asumir a una Coordinadora de DDHH y parece nuevamente servir para las cámaras y las fundaciones internacionales a las que les gustan los temas inofensivos, como la recolección de firmas para protestar.

El carácter de clase y la ineficacia de esta campaña contra el racismo se expresan en el manual accesible en la página web de la Coordinadora. Con el manual se pretende proveer un instrumento para combatir el racismo, entre los jóvenes principalmente. Una revisión de este manual confirma los comentarios hechos líneas arriba. El manual acusa una serie de falencias de orden conceptual y metodológico. Se manejan conceptos, categorías y métodos desfasados en el debate internacional en torno al racismo así como en la educación en DDHH. El manual es, asimismo, instrumentalizado para tergiversar y manipular la información sobre la lucha armada llevada a cabo por Sendero Luminoso, desde 1980 hasta finales de los años noventa. Veamos algunos ejemplos.

1 El manual parte de una definición bastante limitada del racismo, reduciéndolo a la discriminación a causa del aspecto físico. Esta definición tergiversa el carácter socio-económico del fenómeno y deja fuera otras formas de expresión del mismo.

2) En la parte histórica sobre los orígenes del racismo en el Perú no se expresa claramente que el racismo se sustenta en las relaciones de propiedad y de explotación. Y no se expresa claramente porque tendría que decirse que es el Estado, son los partidos políticos, son las clases dominantes, es decir los grandes grupos financieros y empresariales así como sus aparatos represivos, las Fuerzas Armadas y Policiales las que sustentan el racismo. De tal manera no se señalan los elementos institucionales y estructurales del racismo en el Perú. A la Coordinadora no le conviene hablar con claridad. Se habla que el campesino es oprimido, pero no se dice por quién ni cómo. Se deja de lado el carácter de clase del Estado y se encubre las clases sociales causantes de la desdicha del pueblo peruano, y entre ello el racismo y la discriminación.

3) El manual reproduce una serie de estereotipos que refuerzan la discriminación. Por ejemplo cuando se habla de la Guerra del Pacífico, se escribe sobre “el adversario” chileno. De esta manera se consolida la existencia de un “enemigo” presente en el discurso oficial del Estado y se niega el hecho que esta guerra enfrentó a las clases dominantes de ambos países bajo el auspicio del imperialismo inglés y empresas internacionales. Este tipo de expresiones azuzan el nacionalismo barato y la enemistad con países vecinos.

4) Más adelante se lamenta que el racismo que “el racismo haya impedido la consolidación de un proyecto nacional”. Aquí cabría preguntarse, ¿a qué proyecto nacional aspiran los autores? Seguro no a uno emancipador, dada la función que la Coordinadora y sus organizaciones han venido cumpliendo sustentando al Estado peruano.

5) Llama asimismo la atención que el manual este plagado de una serie de términos, expresiones, imágenes y ejercicios que consolidan estereotipos que contribuyen a la consolidación del racismo. Así por ejemplo, se presenta la imagen de una “típica” niña andina con trenzas, osea la típica cholita para representar una persona de los Andes. De igual manera de habla de “chinos” u “orientales”, en alguna parte se habla incluso de raza y de “raza blanca”. Es que los autores del manual desconocen que el término raza está descartado desde hace años de vertientes progresistas académicas y políticas en torno al racismo; que asumir la existencia de las razas fomenta una implícita jerarquía entre los diferentes grupos a los cuales se les atribuye una pertenencia a una “raza” u otra. Ni siquiera los racistas hablan de razas. Hoy en día los racistas centra en torno a la “cultura” como eje central de discriminación.

6) El grupo meta del manual no está tampoco bien esclarecido. Está dirigido a potenciales racistas o potenciales víctimas del racismo. Pareciera que a los dos. Esto hace produce que no se aprecia una metodología clara para hacer frente a dos problemas diferentes, a ser abordados de distinta perspectiva y con instrumentos diferentes. En el manual también se parte de la idea que en realidad “todos estamos en contra del racismo y solamente hay que darse cuenta que es algo negativo”. Qué cosa más estúpida. Esta premisa oculta la realidad que muchas personas no tienen ningún problema con ser racistas, porque pretenden consolidar su posición en la escala económica, política y social.

La instrumentalización política del manual se muestra en las referencias a las conclusiones de la Comisión de la Verdad en torno al conflicto armado entre Sendero Luminoso y el MRTA contra el Estado peruano. Al igual que la CVR, en el manual se tergiversan los hechos. En el manual se escribe que Sendero Luminoso despreciaba a los indígenas. Cabría preguntarse, ¿quién conformaba Sendero? No eran acaso también campesinos los miembros de Sendero, no eran también quechuahablantes. Esto es algo que es ocultado tanto en el discurso oficial, como el de los senderólogos y la CVR. En vastas zonas de los Andes la confrontación armada se dio entre campesinos quechuahablantes, los unos luchando por Sendero, los otros con los ronderos, como paramilitares al servicio del Estado. Sendero mató campesinos, pero en su gran mayoría en el marco de la lucha armada y no porque fuesen campesinos, indígenas o quechuahablantes. El Estado aplicó por su lado una política sistemática de violación de DDHH, la mayoría de los oficiales de las FFAA y policiales dieron rienda suelta a su racismo exterminador. Miembros de Sendero, ni tuvieron esa motivación, ni lo hicieron. Sin embargo en el manual, como en las conclusiones de la llamada CVR se habla que ambos bandos despreciaban a los campesinos. Aquí se muestra para quién trabaja este manual.

En el manual se afirma que Sendero no respetaba la estructura tradicional de las comunidades. Al respecto hay que decir que no en todo lugar fue así y donde fue de esta manera respondía a una política de ocupar espacios y no se debía a motivaciones racistas. Esta crítica tampoco cuestiona la estructura tradicional de muchas comunidades, se oculta que esta estructura poco tiene de indígena y tiene que ver con la forma de organización impuesta por la colonia para sus súbditos. Tampoco se tematiza el hecho que estas estructuras pueden servir para consolidar y perpetuar relaciones de dominación y opresión dentro de las comunidades, de propiedad y de género, por ejemplo. Tampoco se menciona que al final muchas comunidades, sobretodo de las zonas más altas, fueron desmembradas por las Fuerzas Armadas para crear bases de contención ante Sendero. Nadie, sin embargo, menciona esto, que fueron las FFAA las que destruyeron definitivamente la estructura comunal en vastas zonas andinas.

En el manual se equipara a Sendero con las FFAA y policiales como agentes de represión contra población campesina. Al igual que la CVR, en el manual se afirma que ambos bandos causaron la misma cantidad de víctimas. Es curioso que sin embargo cuando se trata de poner ejemplos se mencione a Lucanamarca como una masacre de Sendero y se mencionen un sinnúmero de masacres a manos de las FFAA y paramilitares. ¿Dónde está entonces la equiparación?

Resulta interesante como la CVR está sirviendo para que las clases dominantes escriban su Historia, tergirvensando los hechos, presentándolos a su antojo y conveniencia. La campaña contra el racismo de la Coordinadora y el manual referido sirven a tal fin. Esa es la forma de escribir la Historia desde las élites. Presentando una versión aparentemente consensuada, que pretenda representar las voces de la mayoría de la población. La versión de la derecha más rancia, de las FFAA, de los sectores empresariales sería desestimada por escandalosa, por evidentemente mentirosa. Pero la versión de una CVR que pretende representar a “todas las sangres”, que es criticada por la derecha más reaccionaria sirve para escribir una Historia que al final va a generar consensos que mantengan el status quo: estos consensos son que la violencia es nociva, que hay llegar a la conciliación, que la pobreza y la exclusión no reposan en el capitalismo. Esta es la Historia que le conviene a las clases dominantes, la que contribuye más eficientemente a mantener su poder. Bienvenidos sean pues la CVR y sus defensores para las élites racistas del Perú.