7 de octubre de 2023

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Perú: La seudo izquierda en las elecciones 2021

Peru.Comuna

10 de abril de 2021

ENTRE LA ILUSIÓN Y LA REALIDAD:
¿EXISTE LA IZQUIERDA PERUANA EN EL ESCENARIO ELECTORAL DEL 11 DE ABRIL 2021?

I.
EN LAS PRESENTES ELECCIONES GENERALES SE PRESENTAN CUATRO FRENTES QUE SON CATALOGADOS DE IZQUIERDA: Juntos por el Perú (JPP) cuya candidata es Verónika Mendoza, Frente Amplio (FA) que lanza a Marco Arana, Perú Libre que promueve la candidatura de Pedro Castillo, y Democracia Directa que lanza a Andrés Alcántara.

Empecemos por los candidatos con menos intención de voto: el FRENTE AMPLIO, de Marco Arana, que anteriormente aglutinaba a los mismos partidos políticos que apoyan a Verónika Mendoza (excepto el Partido Humanista). Esta agrupación señala que tiene vínculo con múltiples organizaciones sociales; aunque se trata de pequeñas representaciones de organizaciones indígenas de la Amazonia peruana, y de algunos grupos de campesinos que se levantaron contra el extractivismo ejercido por grandes empresas mineras peruanas y transnacionales. Quienes se aglutinan y vinculan a Marco Arana, lo hacen no tanto por el ideario ni el activismo político del Frente Amplio, sino con base en el activismo ambientalista de su ONG GRUFIDES.

En cuanto a DEMOCRACIA DIRECTA, que lanza a Andrés Alcántara, ha reciclado a gente de algunos micropartidos de izquierda y su base social son fonavistas: es decir, los aportantes (y estafados impunemente) al tristemente célebre Fondo Nacional de Vivienda (FONAVI: creado en 1979 por el gobierno del dictador militar Francisco Morales Bermúdez, para financiar préstamos asequibles para construir o adquirir viviendas). Tal vez a ello se deba que lo único en que muestra coherencia sea en aquel monotema. De hecho, si bien el dinero del FONAVI que debe devolverse es muy elevado, resulta una bandera muy pequeña para postularse a presidente de un país: esto explica que Alcántara no aparezca ni siquiera en las encuestas.

El otro sector denominado como izquierda y con mayor intención de voto es JUNTOS POR EL PERÚ (JP), liderado por Verónika Mendoza Frisch: coalición política legalmente inscrita como partido político y creada con fines electorales, en mayo 2017, por el Partido Humanista liderado por Yehude Simon. Este veterinario y político limeño, además de haber sido premier del genocida aprista Alan García, en su segundo gobierno, se halla procesado y con arresto domiciliario por actos de corrupción con la firma brasileña Odebrecht; por lo cual, cedió su inscripción electoral para apoyar al candidato Pedro Castillo [https://bit.ly/3wJ5HHm]. Juntos por el Perú tiene sociedad con el frente Únete: integrado a su vez por otras organizaciones como, por ejemplo, el Partido Comunista del Perú-“Patria Roja” que cada vez más ha perdido influencia sobre el magisterio peruano, pero no su estratégico manejo de la Derrama Magisterial (institución de seguridad social privada de los maestros y que maneja una gran cantidad de millones de soles).

Mendoza hizo su aparición política con el Partido Nacionalista del Perú, de Ollanta Humala, y participó con éxito en las elecciones congresales del 2011 por la Alianza electoral Gana Perú fundada por dicho comandante EP y ex presidente peruano. Ha sido catalogada como de izquierda socialista o marxista; pero, como se ve, sus inicios derivan del nacionalismo local: del ala etnocacerista de aquel país, para ser precisos. Hizo su formación universitaria en Francia —tierra de su familia materna—, aunque nació en Cusco, Perú. Su experiencia laboral es fundamentalmente política, salvo algunos trabajos de consultoría para ONGs y en docencia universitaria. En el 2016, tuvo una aproximación inicial a partidos comunistas, en el marco de su postulación con el Frente Amplio a la presidencia de la república; y un momento simbólico —aunque poco relevante en perspectiva histórica— fue su participación en el 50º aniversario del partido “Vanguardia Revolucionaria” [https://bit.ly/2Q8FrFm].

II.
ACERQUÉMONOS ALGO MEJOR AL DERROTERO IDEOLÓGICO POLÍTICO DE VERÓNIKA MENDOZA. Como queda dicho, desde un inicio integró el partido de Ollanta Humala, aun sabiendo que contra dicho militar y político peruano pendían procesos judiciales por violaciones de derechos humanos en el marco de la guerra interna (bajo el apelativo de “Capitán Carlos”), y también conocía que Humala iba acompañado de personajes ligados a Vladimiro Montesinos (quien fue el poder tras Alberto Fujimori en los 90). Al mismo tiempo, Mendoza siguió suscribiendo el partido de Humala, a pesar de que este ya había declarado su famosa “hoja de ruta”, trazada por el gran empresariado, lo cual llevó a que su candidatura sea apoyada por Mario Vargas Llosa: el mediático marqués rampante del neoliberalismo. Es recién cuando ve la posibilidad de liderar un movimiento perfilado como izquierda, que Mendoza decide retirarse del partido de Humala el 2012 para tentar mejor suerte. Sin embargo, ella suele afirmar que se retiró del gobierno humalista por su giro a la derecha; lo que no es cierto, según los hechos narrados, ya que tal “giro a la derecha” (discursivamente hablando, hay que precisar) se dio antes de las elecciones.

En la caracterización política de esta candidata, cabe también agregar que su equipo de gobierno está colmado por conocidos personajes que han sostenido el modelo neoliberal del Estado peruano. Entre ellos, se encuentra Oscar Dancourt, quien fue director del Banco Central de Reserva durante el gobierno del derechista Alejandro Toledo; y Rafael Roncagliolo, que fue Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Ollanta Humala. El resto de su equipo de gobierno también está integrado, en su mayoría, por personas que han servido en ONGs ligadas a los gobiernos neoliberales que han administrado el Estado peruano en favor del gran empresariado. Asimismo, en su equipo escasean personas ligadas a los movimientos sociales y las jornadas de lucha popular (o, en todo caso, solo vinculadas a aquellos reclamos tolerados por el gran capital; como aquella por la igualdad de género: algo por demás legítimo, pero que no convierte a nadie ni nada en un movimiento de izquierda).

Hay que enfatizar, además, que Verónika Mendoza lleva como candidatos al congreso a personajes coludidos con la corrupción. Cabe mencionar, por ejemplo, a Luis Butrón: ex alcalde de Puno procesado por el delito de peculado. O a Marité Bustamante, quien como regidora por Lima durante la alcaldía de Susana Villarán —otra política peruana con arresto domiciliario— calló ante los negociados que entonces se hacían para favorecer al consorcio brasileño Odebrecht.
En realidad, las propuestas electorales de “Juntos por el Perú”, en las elecciones general del 2021, están lejos de conformar un programa socialista o siquiera de izquierda. Su programa se concentra en una mayor intervención estatal en la economía —lo cual no significa socialismo de ninguna manera—, no desprendiéndose del keynesianismo. Plantea aumentar la presión fiscal y el cobro de tributos a grandes empresas privadas y transnacionales, hasta llegar al promedio de recaudación tributaria de América Latina que llega al 20% del total de ingresos tributarios. Asimismo, crear un impuesto a las grandes fortunas: algo que se aplica ya en muchos países, y que en realidad es un impuesto a ciertos individuos y no a las empresas. Este impuesto podría llegar a unos cientos de millones de dólares, o hasta mil millones de dólares en el mejor de los casos; lo que para una economía de más de 500 mil millones de dólares de PIB, como la peruana, no tiene gran relevancia. Este hecho indica que tal impuesto se halla más en un nivel simbólico, dado las brechas socioeconómicas casi virreinales que operan en el Perú; pero que no es económicamente significativo para sostener un presupuesto general de la nación de S/. 177,367´859,707.00 y donde el índice de Gini es de 0,415 (Banco Mundial al 2019, https://bit.ly/3fNqpzD). Asimismo, plantea una posición afín al aborto legal y el respeto a las comunidades LGTBI: banderas compartidas por muchos movimientos progresistas ya existentes en Latinoamérica.

Al mismo tiempo, Verónika Mendoza ha mencionado que no va a nacionalizar empresas extranjeras, las mismas que saquean recursos naturales estratégicos. En una entrevista hecha en el canal RPP, el pasado 2 de abril, manifestó que su gobierno no expropiará a nadie sino que solo cobrará más impuestos. Esta candidata ha manifestado, asimismo, que fomentara la explotación del gas del sur con capital privado nacional y extranjero; con lo que se demuestra que engañó al pueblo cusqueño al afirmar que la nacionalización estaba en su plan de gobierno. Ahora se entiende mejor que su discurso fuese tan complaciente con la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep: organización que reúne al sector empresarial del país, principalmente ligado a los grupos financieros transnacionales) en la última Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE: evento anual que reúne a líderes empresariales, políticos y académicos del Perú y el extranjero).

En síntesis, todas estas propuestas descritas, y otras más, no son ni revolucionarias ni socialistas ni de izquierda. Cualquier gobierno de derecha o de centro podría tenerlas. En Estados Unidos, por ejemplo, hasta llegar al período gubernamental de Ronald Reagan (1980) existía un impuesto a las grandes fortunas que rondaba el 71%: nadie en su sano juicio podría afirmar que los anteriores regímenes a Reagan fueron gobiernos socialistas.

Por último, Mendoza no ha sido capaz de generar bases ni fundar un partido propio en los últimos 5 años, desde cuando participó infructuosamente en las pasadas elecciones presidenciales. Más bien, como otros muchos líderes de la fragmentada y electorera izquierda peruana, ha brillado por su ausencia en las luchas del pueblo peruano (es peor aún: durante una marcha realizada en la ciudad del Cuzco, debido a las protestas en Perú de 2020, ella fue echada de la Plaza de Armas por los manifestantes, debido a que no vieron con buenos ojos su participación: https://panamericana.pe/.../307361-veronica-mendoza...). Solo se da un paseo por poblaciones y barriadas cuando se acercan las elecciones; lo que la perfila, definitivamente, como una política tradicional más. Por su actual programa de gobierno carente de reformas radicales, por contar con un equipo con personajes que aúpan el modelo neoliberal del Estado peruano, y también por su lista con tantos candidatos éticamente cuestionables, cabe preguntarnos si alguien con un mínimo de inteligencia política y sentido de la realidad puede pensar que Verónika Mendoza conducirá cambios sustanciales en el aparato estatal y la sociedad peruanas. La respuesta es un rotundo NO.

III.
A ESTA CANDIDATA, LE SIGUE LOS PASOS OTRO PROYECTO TILDADO DE IZQUIERDISTA: PERÚ LIBRE, CON PEDRO CASTILLO a la cabeza: un profesor de escuela rural de primaria que, antes, fue rondero en Cajamarca. Castillo ha desarrollado diversos vínculos con organizaciones sociales: especialmente, con el magisterio peruano, con una parte del proletariado de la agroexportación industrial (sobre todo, al norte del país) y con el campesinado. Es el único de todos los candidatos que, siquiera en el plano discursivo, ataca a los grupos de poder: algo que ni retóricamente ejecutan los otros partidos que se autoproclaman de izquierda. Sin embargo, el derrotero político de Castillo está marcado por el oportunismo; incluso desde el año 2002 cuando postuló, sin éxito, por el partido de derecha “Perú Posible” (liderado por el ex presidente prófugo, Alejandro Toledo), a la alcaldía de Anguía —uno de los distritos de la provincia cajamarquina de Chota—. Su militancia en dicha organización se sostuvo entre el 2005 y el 2017; aunque su paso fue intrascendente, anodino y nada relevante: si bien había tenido una larga militancia, no es este partido que lo catapultó a la popularidad, sino la huelga del magisterio peruano el 2017 (algo que coincidió con la pérdida de la inscripción, en el Jurado Nacional de Elecciones, de su otrora partido).

En las actuales elecciones generales, Pedro Castillo va como candidato presidencial con el Partido Político Nacional Perú Libre: una organización de la que, hasta hace poco, no era ni siquiera militante de base. Este partido apareció en el 2008 como Movimiento Regional Político Perú Libre: promovido por el médico neurocirujano, homófobo declarado y ex gobernador regional del departamento de Junín, Vladimir Cerrón Rojas (sentenciado, además, por delitos de negociación incompatible y aprovechamiento de sus cargos en el caso del saneamiento de La Oroya, durante su gestión entre el 2011 y 2014). Se trata de otra organización política que también se autoproclama socialista, y que siempre se ha tratado de arrimar al árbol más visible. Así, en las elecciones municipales del 2018, llevó como candidato a la Alcaldía de Lima al empresario de medios de comunicación y ex alcalde de la capital peruana, Ricardo Belmont Casinelli: esperpéntico personaje de centro-derecha que, más allá de su recién estrenado discurso incendiario (afiebrado, sería más exacto decir), siempre ha representado los intereses del empresariado, y que ahora se postula como congresista por el partido Unión por el Perú.

Como queda dicho, no se puede negar que Castillo tiene relación con algunos sectores sociales del pueblo peruano; sin embargo, su programa de gobierno dista de ser de izquierda. Veámoslo más de cerca. Promete mayor presupuesto para educación y salud, y mejorar el salario básico así como las condiciones laborales. Plantea convocar a un referéndum para elegir una nueva Constituyente; pero conformada por organizaciones populares, trabajadores y partidos políticos, además de aumentar los porcentajes presupuestales a los sectores de salud y educación. Menciona combatir la corrupción mediante el cambio de Constitución (pues “la corrupción es inherente a esta Carta Magna”); y sobre la minería expresó que “bienvenida sea la extracción minera”: lo que muestra su carácter pragmático y antipopular. Al igual que Verónika Mendoza, Pedro Castillo ha afirmado que no expropiará ni nacionalizará ninguna empresa [https://bit.ly/324uEPj].
En una entrevista, Castillo dejó entrever, además, que se proponía denunciar el Pacto de Derechos Humanos de San José de Costa Rica, para así poder implantar la pena de muerte y contribuir a la seguridad ciudadana [https://bit.ly/3mxynOA]. Aquí se le salió el espíritu de rondero, con una propuesta populista y autoritaria que alegrará, principalmente, a militares y policías que han cometido y siguen cometiendo diversas violaciones contra los derechos humanos.

Como se puede apreciar, estas propuestas de Pedro Castillo las podría realizar cualquier candidato, incluso hasta alguno de centro-derecha. Por ello, cabe preguntar qué de izquierda tiene verdaderamente la candidatura de este candidato y docente peruano. Ni su extracción social, ni su cercanía con algunas organizaciones sociales, lo convierten automáticamente (como a nadie) en un sujeto que pretenda llevar a cabo cambios sustanciales en favor de los sectores populares.

IV.
ASÍ LAS COSAS Y LA MAREA (DEL VERBO “MAREAR”) ELECTORAL, ¿QUÉ IMPLICARÍA QUE ALGUNO DE ESTOS CANDIDATOS LLEVASE A CABO UN REAL GOBIERNO DE IZQUIERDA? En el Perú, un programa mínimo de izquierda debería implicar una impostergable redistribución de la riqueza generada por las mayorías. Esto significa una reforma tributaria, por la cual las grandes empresas (no solo los individuos privilegiados) pagasen más impuestos. Al mismo tiempo, estatizar las grandes empresas estratégicas y todas aquellas explotadoras de recursos naturales; crear empresas estatales que garanticen servicios básicos y fomenten el empleo masivo; garantizar una remuneración digna, a la vez que proteger los derechos laborales de trabajadores y sindicatos; y que se implemente una verdadera reforma agraria para devolver la tierra a quienes la trabajan a diario, y de ninguna manera presenciar hechos deplorables como la muerte de trabajadores agrícolas a manos de la policía (como sucedió en Ica, en diciembre pasado, ante el sonoro silencio de la denominada izquierda peruana).

Así, esta mal llamada izquierda que concurre a un nuevo proceso electoral, el próximo 11 de abril, evidencia otra vez su viejo espíritu de pulga: saltando de una a otra organización política, con acrobacia envidiable para cualquier atleta de salto con garrocha; mientras se debate entre posiciones erráticas, oportunistas, pragmáticas y de abierto maridaje con sectores empresariales a quienes han prometido seguridad, y a los que tan solo les demandan que trabajen de forma ordenada y sin explotar. De este modo, se vende al pueblo una mera ilusión (una más), que colisiona contra la razón de ser del empresariado, y por la cual subsiste históricamente a costa de la sangre, sudor y lágrimas del pueblo trabajador. Condenable y desvergonzada conducta política de quienes se autoproclaman representantes populares, y desde hace décadas además.

¿Y QUÉ AÑADIR SOBRE LA PARTICIPACIÓN DE LA POBLACIÓN EN LAS ELECCIONES (SIEMPRE OBLIGADAS, BAJO CHANTAJE ECONÓMICO, Y NUNCA OPTATIVAS)? En las últimas elecciones congresales extraordinarias del 2020, solo votó el 74%, mientras hubo un 26% que no participó. Del total de votantes que participaron, el 2,35% votó en blanco, mientras que el 17,09% votó nulo, lo que sumado a los no votantes alcanza un 45,43% que optó por no elegir a ningún congresista [https://bit.ly/323d2Dw]. Este simple hecho (ocultado, cuándo no, por los medios de prensa que acostumbran soslayar la realidad) evidencia la profunda crisis del sistema político actual, al mismo tiempo que la decisión popular de rechazo contra procesos electorales donde no se siente representada. Así las cosas, las próximas elecciones presidenciales (ad portas de un bicentenario criollo que tiene más de cavernario que de patria) no auguran una reducción importante de esta tendencia popular; sino, por el contrario, que se ampliará debido, entre otras razones, a la situación de crisis y temores en torno al Covid-19.

En conclusión, los aludidos candidatos de la llamada izquierda y sus equipos son orgánicos al sistema capitalista, le dan legitimidad a la farsa electoral, le ponen la careta de democrática. Ninguno de estos partidos representa, ni por sus propuestas ni por sus bases, una real promesa de cambio en las estructuras de poder del país. Ninguno pondrá fin al saqueo que ejecutan las transnacionales de los ingentes recursos naturales del Perú. Ninguno intentará, siquiera, fijar mejores reglas de juego dentro del sistema capitalista para beneficio de obreros, campesinos y trabajadores independientes pobres. Solo ofrecen más de lo mismo. Por esta razón, llamamos a NO VOTAR y sabotear esta farsa electoral. Las élites dominantes, el gran capital, la gran burguesía y sus aliados de todo tipo y procedencia política, deben saber que el pueblo peruano, por su experiencia histórica y por principio, no avalará más su viejo sistema de explotación y saqueo. Tan solo una organización autónoma y verdaderamente de masas ha de hacer de ese milenario país, tarde o temprano, un territorio emancipado con justicia real, democracia popular y vida digna para las mayorías.

[*] Perú.Comuna colectivo de creación & crítica
abril 2021
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