7 de octubre de 2023

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Carlos Tapia y el oximorón de un antisubversivo de izquierda

Por Perú.Comuna

20 de marzo de 2021

I. Carlos Enrique Tapia García (Lima, 1941-19 de enero 2021) ingresa en la década de 1960 a la Universidad San Cristóbal de Huamanga, luego de abandonar inexplicablemente sus iniciales estudios castrenses que desarrollaba en su natal Lima, en la Escuela Naval del Perú de la que aparentemente no habría egresado como oficial. De este modo, se desplazó hasta la periférica región surandina de Ayacucho, donde la mencionada universidad se había reabierto en 1959, luego de haber sido cerrada por más de 80 años en las postrimerías del siglo XIX. No se encuentra ningún nexo vinculante evidente para que, de manera súbita, el joven cadete limeño de la Marina se desplazara a estudiar ingeniería agronómica a una universidad en el recóndito corazón de los Andes peruanos; salvo que el nuevo rector de dicha casa superior de estudios ayacuchana era también un ex marino: el capitán de fragata Fernando Romero Pintado (también, historiador sanmarquino conocido por sus estudios biográficos de marinos peruanos, así como sobre las particularidades de la lingüística afroperuana).

La estadía de Carlos Tapia en la Universidad San Cristóbal de Huamanga coincidió, además, con la del antropólogo Carlos Iván Degregori (fallecido en el año 2011) quien fungía de docente, así como con la de un muy joven politólogo norteamericano, David Scott-Palmer (fallecido el 2018), quien fue docente entre 1962 y 1963 en esa universidad, y que llegó como miembro de la entonces recién creada agencia del Cuerpo de Paz de Norteamérica en una coyuntura especial: cuando se venía aplicando la llamada Alianza para el Progreso durante la presidencia de John F. Kennedy. En aquellas épocas también era docente Abimael Guzmán Reynoso, fundador del Partido Comunista del Perú conocido como “Sendero Luminoso”. Por todo lo cual, la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga no solo fue el escenario donde esta organización inició sus acciones, sino además la cantera de donde surgieron estos tres senderólogos: Tapia, Degregori y Scott-Palmer, quienes algunas décadas después también tendrían rol protagónico en el trabajo desarrollado por la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú (los dos primeros como comisionados, mientras que el último como invitado internacional).

Durante los años 60, Tapia no solo se dedicó a estudiar, sino que integró el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR): organización política-guerrillera que nació de una de las pequeñas escisiones del APRA, luego de que Luis Felipe de la Puente Uceda formara la llamada “APRA Rebelde”, más ligado a la izquierda nacionalista latinoamericana (como el movimiento cubano que defenestró a Fulgencio Batista, antes de que estableciera alianza con la ex URSS, o como el peronismo de Argentina). Según testimonio del mismo Tapia, este participó en algunas acciones guerrilleras de aquella experiencia que duró apenas medio año, cuando fue sofocada por la represión del Estado peruano [video “La vida clandestina de Carlos Tapia”: https://bit.ly/368Oo6I].

En 1968, Tapia se tituló como ingeniero rural con la tesis “Latifundio en Socos-Vinchos”: el mismo lugar donde quince años después, el 13 de noviembre de 1983, efectivos policiales del comando especial llamado Sinchis torturaron y asesinaron a 32 hombres, mujeres y niños. Esta masacre (una de las tantas a cargo de las fuerzas represivas peruanas) fue recreada con la película “La Boca del Lobo” de Francisco Lombardi. Tapia pasó a conformar, luego, la plana docente de la Universidad San Cristóbal de Huamanga. Así, conoció muy bien a Abimael Guzmán, e incluso se rumoreó, durante mucho tiempo, que entre ambos no solo hubo disputas políticas intrauniversitarias ni tampoco solo desavenencias ideológicas, sino que ambos disputaron la vinculación romántica con Augusta Deyanira La Torre Carrasco: quien posteriormente se casaría con Abimael Guzmán, con el que organizaría el PCP-“Sendero Luminoso” bajo el nombre de guerra de “Camarada Norah”.

Por cierto, también hay quienes contradicen tales divergencias políticas entre ambos dirigentes, subrayando que más bien había cierta afinidad política. De hecho, en el 39º Congreso Internacional de Americanistas desarrollado en Lima, en 1970, Carlos Tapia, junto a Antonio Díaz Martínez, Julio Casanova Rodríguez, Osmán Morote Barrionuevo, Carlos Iván Degregori, Modesto Gálvez Ríos y Fermín Rivera Pineda (todos de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga), presentan la ponencia “Contribución al estudio del latifundio” [https://bit.ly/3iQbnIP].

II. No encontramos los registros de cuando Tapia se desvinculó de la Universidad San Cristóbal de Huamanga; pero se dice que, en la lucha por el poder interno en dicha universidad, su grupo logró tomar la Asamblea Universitaria en 1974 y expulsó a Abimael Guzmán y sus afines de la referida universidad hacia 1975 [Véase: “Remembranza: Carlos Tapia García pasó a la historia”, en el portal Jornada]. Años después, apareció en los debates sobre la Asamblea Constituyente y las elecciones presidenciales de 1980, entremezclándose en numerosas nomenclaturas de múltiples agrupaciones políticas que se reclamaban de izquierda. En 1985, fue elegido como diputado de Lima Metropolitana por el variopinto frente electoral “Izquierda Unida”: un cargo que ejerció hasta 1990. Desde esa fecha, se convirtió en un permanente ‘habitué’ de programas políticos de la televisión peruana, con el rótulo de analista político y, más exactamente, como conspicuo “senderólogo” basándose en su trayectoria personal y colectiva.

De allí en adelante, recula toda la imagen de militante de la izquierda peruana que tenía; hasta el punto que es invitado a dictar múltiples conferencias sobre “Sendero Luminoso”, se vuelve un recurrente consultor que funge de capacitador y diseñador de estrategias contrasubversivas, como muestra su hoja de vida donde destaca como capacitador en el Instituto Nacional de Altos Estudios Policiales (INAEP), el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM) y en las Escuelas Superiores de Guerra del Ejército, la Marina y la Aviación. De este modo, se hace evidente el retorno –cual hijo pródigo, y al ritmo del conocido vals criollo “Todos vuelven”– a su inicial interés por formar parte de instituciones castrenses y estar del lado de los instrumentos represivos estatales. Esto último fue lo que defendió con más tenacidad, y es por ese tipo de “trabajos” con lo que se le suele recordar; aunque no faltan, en la muy reaccionaria escena política peruana oficial, sectores que ridículamente le achacan cierto pasado revolucionario [1].

Al ingresar al siglo XXI, Carlos Tapia integra la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) conformada, además, por Salomón Lerner Febres (presidente), Beatriz Alva Hart, Enrique Bernales, Carlos Iván Degregori, Gastón Garatea Yori, Alberto Morote Sánchez, Monseñor José Antúnez de Mayolo Larragán, Sofía Macher Batanero, Luis Arias Graziani, Rolando Ames Cobián y Humberto Lay Sun. Fueron los encargados de construir una metanarrativa con la que se asentase la estigmatización del PCP “Sendero Luminoso” como un grupo de desequilibrados y asesinos, que no obraron por objetivos políticos, sino bajo una ideología dogmática a favor de la muerte. Al mismo tiempo, se atenuaba, complacientemente, la responsabilidad del Estado y sus agentes policiales y militares en la muerte, persecución, discriminación, violaciones sexuales, detenciones-desapariciones y violación sistemática contra la población peruana (en particular, como enseña la historia, contra aquellos excluidos del poder, a la vez que explotados y secularmente discriminados). Para alcanzar ese objetivo, encargaron un complejo manejo de cifras estadísticas a Patrick Ball, Hugo Ñopo y Farid Matuk, el mismo que hasta hoy despierta serias sospechas de su fiabilidad y que se ha visto envuelto en diversos debates críticos que lo impugnan [Véase: https://bit.ly/3a1Sxuu y https://bit.ly/3qTSc3U].

III. Desde comienzos de la década del 2010 hasta la actualidad, Carlos Tapia García fue también el puntal de la campaña de construcción discursiva para sostener que la creación del Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF) se basó en unas directivas del PCP “Sendero Luminoso” de 1993 —en particular, y nada menos, que proporcionadas por el mismísimo Abimael Guzmán desde la cárcel de alta seguridad de la Base Naval del Callao donde se halla recluido desde 1992—; y que, por lo tanto, el MOVADEF sería un organismo generado (y de fachada) de dicha organización maoísta que inició la guerra popular al abrir la década de los años 80. Tales argumentos, por llamarlos de algún modo, han sido los principales para negarle su inscripción como partido político ante el Jurado Nacional de Elecciones; pero, además, para que se inicie una sistemática cacería contra los militantes del MOVADEF, como ocurrió con los operativos Perseo del año 2014 y Olimpo de diciembre del 2020 (en nuestra opinión, tales argumentos han sido empleados por la policía y los organismos jurisdiccionales; pese a que Tapia señaló, en actitud de mea culpa, que el Operativo Perseo fue un error de las autoridades policiales: https://bit.ly/39heCpC y https://bit.ly/39jyOXK).

Finalmente, cabe decir que Carlos Tapia muere, a comienzos de este año y en plena segunda ola viral, habiendo ejercido una labor al servicio de la represión estatal; sin embargo, al mismo tiempo, reclamándose de izquierda hasta el último momento: lo que, a la vista de toda esta historia y su sinuosa praxis política, es una verdadera paradoja y un completo oxímoron digno de cualquier ‘boutade’ surrealista. Es así como merece caracterizarse que un activo estratega de la contrasubversión y represión, al servicio de un Estado peruano que no paró mientes en desatar una cruel guerra sucia y antipopular que se reactualiza hasta hoy, se reclame defensor de los intereses populares, cuando no hizo más que azuzar la intervención policial y militar contra gente que actúa bajo principios comunistas.

El impugnable caso de Carlos Enrique Tapia García solo tiene parangón en la historia peruana con Eudocio Ravines, el alto dirigente del Partido Comunista Peruano que a la vez fue un declarado agente de la CIA, así como con Rafael Merino Bartet quien, luego de integrar una célula comunista por la década de 1950, 40 años después se reconvirtió en asesor de la alta dirección del Servicio de Inteligencia Nacional del Perú [2]. La significativa diferencia es que Ravines [3] y Merino admitieron sus respectivos cambios de bandos; mientras que Tapia mantuvo su cinismo de seudo izquierdista hasta el último de sus días. Paradojas o máscaras (no precisamente antivirales ni saludables) propias de renegados y oportunistas de los que, lamentablemente, está plagada la historia de la izquierda peruana y latinoamericana. Algo que, parafraseando libremente un célebre título de Jorge Luis Borges, podríamos situar en la “Historia peruana de la infamia”: un libro que aún resta escribir, y que todo demócrata auténtico deberá alguna vez leer y considerar en sus respetivas tomas de posición en cada tiempo y lugar.


NOTAS.
[1] Lectura sugerida: “Carlos Tapia y su relación con las Fuerzas Armadas en la lucha contrasubversiva”. Tomado del recomendable libro “La guerra de los 20 años”, de Julio Roldán. Lima 2020, Editorial Arteidea: 251 y 252
[https://www.academia.edu/.../LA_GUERRA_DE_LOS_20_A%C3%91OS]
[2] Mario Vargas Llosa, en su libro de memorias “El pez en el agua”, señala que al ingresar a estudiar a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos conoció a Rafael Merino Bartet, Lea Barba y Félix Arias Schreiber. En este volumen, señala que solo Lea, Félix y Mario formaron parte de la célula comunista Cahuide. Años después, en una entrevista que le hicieron a Lea Barba antes de morir, este señaló que Vargas Llosa retiró veladamente de ese relato a Rafael Merino Bartet [véase: https://bit.ly/3plcVwV, y sobre la participación de Merino en el SIN véase también: https://bit.ly/3qSAFZO]
[3] Eudocio Ravines expresó con lujo (es un decir) de detalles su “conversión” política en un extenso texto titulado “La gran estafa” [https://bit.ly/3qRRHXP]

[*] Perú.Comuna colectivo de creación & crítica
enero 2021
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