7 de octubre de 2023

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EUGÈNE PORTIER Y LA INTERNACIONAL

Por: Isidoro Cruz Bernal.

28 de enero de 2007

En 1888, en la ciudad francesa de Lille, un obrero metalúrgico de cuarenta años se dirige a su trabajo. Se llamaba Pierre Degeyter. Era carpintero y tornero calificado. Ese día de noviembre de 1888, Pierre cantó a sus compañeros de trabajo una canción que había compuesto el anterior fin de semana en un pequeño armonio. Los compañeros sugirieron unas leves modificaciones, pero habían quedado encantados con la canción. Meses después, un coro obrero estrenó la canción y se imprimieron 6.000 ejemplares de tirada. Había nacido “La Internacional”. En diez años la canción se hizo conocida en toda Europa y, veinte años después, en todo el mundo. Su letra y su música sonaron en la mayor parte de las experiencias revolucionarias de fines del siglo XIX y de todo el siglo XX.

Eugène Pottier, poeta de la Primera Internacional y de la Comuna

La historia de “La Internacional” empieza antes que Pierre Degeyter compusiera la canción. “La Internacional” comenzó como poema. El compositor obrero encontró el poema en un libro de Eugène Pottier y tomó la letra de éste.

Pottier nació en 1816, un año después de la derrota de Napoleón Bonaparte y del comienzo de los intentos de restauración reaccionaria que trataban (inútilmente) de borrar las consecuencias históricas de la Revolución Francesa. Pottier también fue obrero toda su vida. A los catorce años escribió su primer canción titulada “Viva la libertad”. En su vida alternó diversos oficios obreros con la tarea de militante revolucionario socialista, especializado en la propaganda política a través de la poesía y la canción.

En 1848 Eugène Pottier asiste al estallido de las revoluciones europeas, la mayoría de ellas impulsadas por las reivindicaciones nacionales. Pero le toca participar en la revolución que se va a diferenciar del resto de este ciclo revolucionario. Pottier va a estar en las barricadas de París en 1848, en las que la burguesía y la clase obrera van a enfrentarse, política y socialmente, como clases antagónicas. De todas formas, una de las consecuencias comunes que va a tener el fracaso de la ola revolucionaria nacional-democrática europea será el fuerte debilitamiento de la organización obrera a nivel internacional. Ya fuera porque la represión burguesa desmantelara por todo un período a los organismos de la clase obrera (como fue el caso de Francia después de 1848) o porque, como en Italia y otros países, los trabajadores van a centrar su organización en un plano puramente nacional (a veces de hecho o, peor aún, recurriendo a ideologías de cuño nacionalista como el solidarismo nacional de Mazzini).

Eugène Pottier era uno de los pocos partidarios franceses de los planteos internacionalistas consecuentes de Marx y Engels, plasmados en el Manifiesto comunista de 1848. El enfático llamado a la unidad internacional de los trabajadores, que aparece en el texto inaugural del socialismo revolucionario, recién va a tener eco en 1864 con la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la Primera Internacional, que expresó un reagrupamiento de las más importantes corrientes obreras de Europa. La Primera Internacional era una demostración palpable de que una parte importante de la clase obrera del Viejo Mundo advertía que, para oponerse con mayor éxito al despotismo del capital, debía dejar de lado la competencia entre trabajadores (ya sea entre obreros de diferentes países o entre obreros de una misma rama de producción) y hacer eje en los puntos reivindicativos en común. Éste era el primer paso para formular un planteo estratégico más de fondo. Eugène Pottier fue un partidario militante de la Asociación y, dentro de las luchas internas de esta primera organización obrera internacional, se adhirió a las posturas más revolucionarias e internacionalistas.

Participó muy protagónicamente del gran acontecimiento que cerró ese período heroico del movimiento revolucionario: la Comuna de París de 1871. Eugène Pottier fue elegido miembro de la Comuna en la votación realizada el 26 de marzo de 1871 en todas las circunscripciones del París en manos de la clase obrera. Pottier sacó 3.352 votos en un total de casi 3.600 emitidos en su distrito. Eso lo habilitó a formar parte del primer gobierno obrero revolucionario de la historia.

La represión de los reaccionarios posterior a la Comuna (que se cobró más 30.000 víctimas), la ciudad convertida en ruinas humeantes, los juicios sumarios, las deportaciones, los que buscaban escapar a la venganza burguesa fueron el telón de fondo en el que Eugène Pottier, en medio de la rabia, la impotencia y la derrota, escribió el poema “La Internacional”.

Pottier pasó su exilio en Inglaterra y en EEUU. Hacia 1880 pudo volver a Francia. Al hacerlo se incorporó al naciente Partido Obrero, uno de los núcleos que originaron al Partido Socialista.

Eugène Pottier murió el 8 de noviembre de 1887. Una gran columna de obreros parisinos acompañó sus restos al cementerio de Père Lachaise, que fueron enterrados junto a los héroes de la Comuna de 1871. Su entierro no transcurrió de forma rutinaria. La policía atacó al multitudinario cortejo, llevándose numerosos detenidos. Fue, de una forma involuntaria y paradójica, el último homenaje con que la burguesía distinguió a este escritor que supo ligar su arte a la lucha contra la explotación. La autosatisfecha Francia burguesa reconocía en el fallecido poeta a un enemigo de su dominación.

Pierre Degeyter, obrero y músico

Un año después de la muerte de Pottier, Pierre Degeyter abrió un libro de poemas de éste. Le gustó “La Internacional” y empezó a trabajar para ponerle música. Pierre Degeyter buscaba canciones para el coro que dirigía. Su búsqueda era ardua ya que no había mucho material, a causa de que los compositores de corte académico no se interesaban en la vida material de la clase obrera como tema de composición. Mucho menos en un repertorio de canciones revolucionarias que hiciera hincapié en la lucha contra el capitalismo y la unidad internacional de los trabajadores.

A los 7 años, cuando Mozart iniciaba sus primeros trabajos, Pierre Degeyter trabajaba 9 horas en una hilandería. Al terminar el turno aprendía a leer y escribir en forma autodidacta. Después se anotó en cursos nocturnos de las materias que más le interesaban: dibujo, armonía e instrumentación. Cantó en coros y después, como ya apuntamos, los dirigió. Es importante destacar su fuerte voluntad y constancia, ya que no resulta nada fácil, después de 9 o 12 horas de trabajo, ensayar dos horas, tocar un instrumento y estudiar teoría musical, con el inconveniente adicional de no haberlo aprendido a una edad temprana sino en su plena adultez.

Pierre Degeyter vivió toda su vida en condiciones materiales muy estrechas. Solamente después que cumplió los 80 años le dieron una pensión y recibió un cierto reconocimiento, en gran parte por ser el compositor de “La Internacional”, una canción revolucionaria que le erizaba los pelos a la burguesía porque le traía a la memoria el espectro de la revolución social. Pero esa canción creó un cerco en torno suyo. Fue despedido de su empleo y tuvo que vivir gran parte de su vida realizando trabajos ocasionales.

Contar esta historia y socializarla entre el conjunto de compañeros que leen este periódico es importante, porque implica tomar conciencia del significado y el sentido que tienen las tradiciones del movimiento obrero y revolucionario. No hace falta abundar sobre la cantidad de compañeros militantes presos y asesinados por la represión de los capitalistas que hallaron en esta canción una forma de darse fuerza a sí mismos en los momentos difíciles y cruentos de la lucha de clases, o que supieron entonarla como un acto de desafío frente a sus verdugos. Contar esta historia sirve para recordar que los que hicieron “La Internacional” eran militantes del movimiento obrero revolucionario, que hacer la canción no les hizo la vida más fácil, sino más difícil, y que ambos supieron estar a la altura de su decisión y su compromiso.

Letra de “La Internacional”

Arriba los pobres del mundo

de pie los esclavos sin pan.

Y gritemos todos unidos:

¡Viva La Internacional!

Removamos todas las trabas

que oprimen al proletario,

cambiemos al mundo de base

hundiendo al imperio burgués

(Estribillo)

Agrupémonos todos

en la lucha final

y se alcen los pueblos

por La Internacional

Agrupémonos todos

en la lucha final

y se alcen los pueblos con valor

por La Internacional

No más salvadores honremos

ni César, ni burgués, ni Dios

que nosotros mismos haremos

nuestra propia redención

Dónde tienen los proletarios

el disfrute de su bien.

Tendremos que ser los obreros

los que guiemos el tren.

Agrupémonos todos....

(se repite estribillo)

El día que el triunfo alcancemos

ni esclavos ni dueños habrá.

Los odios que al mundo envenenan

al punto se extinguirán.

El hombre del hombre es hermano

cese la desigualdad.

La tierra será un paraíso,

la patria de la humanidad.

Agrupémonos todos...

(se repite estribillo)

Nota: esta versión que transcribimos es la más conocida en castellano. Los lectores que hayan vistos la película “Tierra y libertad” (o leído una floja novela de Alejo Carpentier titulada “La Consagración de la Primavera”) se habrán encontrado con este cambio en la primera estrofa: Arriba parias de esta Tierra / de pie famélica legión / los proletarios gritan guerra / hasta el fin de la opresión. En esta versión también se observan otras diferencias en las estrofas que siguen; se conserva no obstante una unidad de concepción y de espíritu que se mantiene a través de las distintas versiones. Por otra parte, hay que decir que muchas veces se canta la versión “corta”, esto es, las dos primeras estrofas y el estribillo solamente.

(Socialismo o Barbarie, periódico).