7 de octubre de 2023

INICIO > Cultura

(1892-1938)

CESAR VALLEJO, POETA UNIVERSAL

Por: Antorcha Literaria.

25 de noviembre de 2006

El gran poeta peruano César Vallejo nació el 16 de marzo de 1892 bajo el techo de una vieja casona de Santiago de Chuco, en la zona andina norte del Perú. Era el hijo shulca de Francisco de Paulo Vallejo Benítez y María de los Santos Mendoza y Gurreonero, de ascendencia española e india, respectivamente.

Conoció desde niño la miseria, pero pudo estudiar en el Colegio Nacional San Nicolás, de Huamachuco, donde el brillo de su lírica comenzó a despuntar.

En la Revista Escolar Cultura Infantil inserta varios poemas didácticos, entre ellos uno titulado Fusión en el que narra su viaje a Huánuco cruzando los Andes en el ferrocarril más alto del mundo:

Cruza el tren la estéril puna
que ya la noche amortaja,
y la lluvia lenta baja
con tristísimo rumor.

Allí en Huamachuco conocerá también muy de cerca la explotación de los obreros en las minas de Quiruvilca que más tarde aparecerán en su novela El Tungsteno.
En la Universidad de Trujillo, durante los años que transcurren entre 1911 y 1917, también sobresale como estudiante, profesor y poeta, logrando el más alto calificativo al defender su tesis sobre El romanticismo en la poesía castellana, para graduarse como Bachiller en Letras.

Durante su estancia en Trujillo recibió el estímulo de la bohemia local formada por periodistas, escritores y políticos rebeldes con los que comenzó a relacionarse tempranamente: Víctor Raúl Haya de la Torre, José Eulogio Garrido, Alcídes Spelucín y Macedonio de la Torre, entre otros integrantes de Norte, grupo liderado por Antenor Orrego.

Allí sigue publicando sus primeros trabajos poéticos en diferentes medios de prensa, posteriormente podados por el autor. Durante los años 1913 a 1917 La Industria, La Reforma y Balnearios de Lima, publican varias poesías primerizas de Vallejo, muy influenciadas por el modernismo:

¡Excelsa juventud! ¡Jardín de Oro!
¡Palpitación de amor! ¡Gloria de Oriente!
¡Del ritmo celestial eco sonoro!
¡Tú que llevas un sol en la frente!
¡Oh juventud, detén por un momento
tu plácida, legión en tu carrera:
Comulga el cielo azul del pensamiento
ante el Altar azul de Primavera!

A aquella época febril, sacudida por cambios sociales, políticos (mayor influencia de las Fuerzas Armadas y progresivo deterioro de la oligarquía) e ideológicos (irrupción de la filosofía marxista y del psicoanálisis), corresponden sus primeros versos publicados.
Todos estos pasajes de la vida de Vallejo, su etapa juvenil en Trujillo se acaba en 1917 cuando se traslada a Lima.

«Los heraldos negros».

Una vez radicado en Lima, a donde había retornado por segunda vez, se vincula con lo más graneado de la intelectualidad literaria. Conoce a José María Eguren, Parra del Riego, González Prada -a quien le dedicará el poema Los Dados Eternos-, Abraham Valdelomar, el que dijera de Vallejo que era un poeta en la más noble acepción de la palabra y a quien posteriormente vendría a eclipsar su gloria-, a Juan José Lora, Juan Luis Velásquez y a José Carlos Mariátegui.

En aquel año paralelamente aparecían en Perú diferentes círculos literarios, como El Norte de Trujillo, el grupo de Alberto Hidalgo en Arequipa y el grupo Colónida de Lima. César Vallejo enriquece su visión del mundo a través del contacto con aquellas nuevas corrientes europeas. Pero pronto rompe con el futurismo en el cual inclusive había devenido el joven Hidalgo y el mensaje altruista de Guillén, inspirados en Walt Whitman. Pues las audacias poéticas de los dos arequipeños (Hidalgo y Guillén) por más desconcertantes que parecieran y por más sonoras cajas de resonancia por la influencia de la corriente poética mundial en los años de la primera guerra, quedaron opacadas en su afán predicante y egolátrico.

En la capital aparece en 1918 su primer libro Los heraldos negros, uno de los más representativos ejemplos del posmodernismo, tras las huellas de Leopoldo Lugones y Julio Herrera y Reissig.

Este poema consta de 17 versos distribuidos en cuatro estrofas de a cuatro versos, más un verso final. En su estructura es una poesía de compromiso entre la tradición y la libertad, de rima parcial, atada a la disciplina silábica frente al versolibrismo. La primera estrofa consta de dos alejandrinos y dos endecasílabos, rimando el primero y el cuarto verso, sueltos el segundo y el tercero. Las otras tres estrofas son todas de verso de catorce sílabas; en cada uno de ellos el segundo y cuarto verso riman, el primero y el tercero son sueltos.

Los heraldos negros revela su posición de compromiso ante el ser humano desgarrado por una feroz dialéctica entre sí y el mundo enajenado en el que existe sin remedio ni paliativo. Así ingresa Vallejo formalmente en la historia literaria peruana, considerado como un poema luminar en el que Vallejo rompe con la frivolidad de los vates ebúrneos.

El Vallejo que comenzaba a beber ávidamente de las fuentes del marxismo, pronto comenzó a sentirse encerrado en ese círculo elitista que lo alejaba de las muchedumbres, lo aislaba de sus emociones. Colónida no fue más que otra etapa, no menos importante que las que vendrían, que ahondó -luego de la muerte de su maestro- la íntima desesperación y crisis permanente en que ya se encontraba inmerso el poeta.

En 1920 hace una visita a su pueblo natal, donde tras ser acusado de participar en protestas públicas, acaba en la cárcel durante tres meses; esta experiencia tendrá una crítica y permanente influencia en su vida y obra, y se refleja de modo muy directo en varios poemas de su siguiente libro, Trilce, publicado en 1922.

Se considera esta obra como un momento fundamental en la renovación del lenguaje poético hispanoamericano, pues en ella vemos a Vallejo apartándose de los modelos tradicionales que hasta entonces había seguido, incorporando algunas novedades de la vanguardia y realizando una angustiosa y desconcertante inmersión en los abismos de la condición humana que nunca antes habían sido explorados:

Hay golpes en la vida tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas,
o los heraldos negros que nos manda la muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Estos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... ¡Pobre hombre!... Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

No es aún la voz desgarrada y desgarradora de Poemas Humanos, editados con posterioridad a su muerte, pero en ella está anunciado todo el sentimiento del poeta. Constituye, dentro de la frondosa obra de Vallejo, algo así como el pabellón que cubre el resto del libro.
Incomprendido y mancillado por sus propios paisanos, encerrado en una inmunda cárcel y tratado de burro por los críticos encasillados de la burguesía, Vallejo logra sobreponerse frente a la vida marchando, con su infortunio bajo el brazo.

Clemente Palma, el hijo engreído de Don Ricardo, el tradicionista, en su oficio de crítico literario de la revista Variedades, en su sección Correo Franco (22 de setiembre de 1917), dijo del poeta lo siguiente, a raíz del envío de su a intitulado El Poeta a su Amada, escribió por Vallejo el 2 de setiembre de 1917: El trabajo recibido es un adefesio literario. Resultaría mejor que el autor se dedique al acordeón o la ocarina más que a la poesía. Y sin siquiera morderse la lengua en su insolencia, Palma agregó que eran burradas más o menos infectas y que hasta el momento de largar al canasto su mamarracho no tenemos de usted otra idea sino la de deshonra de la colectividad trujillana, y que si descubrieran su nombre, el vecindario le echaría lazo y lo amarraría en calidad de durmiente en la línea del ferrocarril a Malabrigo.

Este poema que a continuación expondré en su versión definitiva, ya había sido publicado por La Reforma de Trujillo el 8 de setiembre de 1917:

AMADA: ¡En esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso!
¡y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.
En esta noche rara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos dormiremos, como dos hermanitos.

No solamente esta gente como Palma criticó duramente a Vallejo, sino que también otros personajes, como Luis Alberto Sánchez, quien posteriormente surge como admirador del poeta. Pues el año 1922, al poco tiempo de aparecer Trilce, Sánchez arremete calificando de incomprensibles y desconcertantes los poemas publicados y se pregunta entonces: ¿Qué ha pasado con Vallejo? Para, posteriormente, cuando la gloria del poeta era innegable, acomodarse en el carro de la crítica elogiosa con su trabajo: Vallejo, hombre y poeta libre, publicado por Cuadernos nº 30 de 1958.

Naturalmente, en los momentos donde veníase debatiendo con la muerte el romanticismo y modernismo como cánones de la poesía, la obra publicada por Vallejo insurge como una clara y promisora esperanza de la nueva expresión poética. En aquellos momentos la expectativa crítica recoge el mensaje de Vallejo y le brinda favorables comentarios. No es verdad, pues, como asevera Luis Alberto Sánchez que Trilce fue isla incógnita y repudiada y que, según Vallejo, había nacido en el mayor vacío. Las investigaciones concluyentes al respecto demuestran que tal referencia es una falsedad.

Sin embargo, después de la publicación de Trilce en 1922, la situación económica y la ambición de1 poeta lo empujan a buscar nuevos horizontes. En el curso del mismo año y posterior a la publicación de Trilce, Vallejo edita dos libros más, en prosa: Escalas Melografiadas y Fabla salvaje.

Estancia en París.

Decide entonces partir a París, a donde arriba el 13 de junio de 1923, a sembrar papas a la huancaína, según la propia expresión del poeta al momento de partir.
En la París se enfrenta con una dura y amarga realidad: hambre, desocupación, miseria y angustia. Angustia por la patria lejana y por los nuevos dramas de su vida y de la sociedad a cuyo seno llega y en la que murió una tarde en la cual tenía ya el recuerdo. Estos años fueron de extrema pobreza y de intenso sufrimiento físico y moral. Las penurias económicas se agravaron al decaer la salud del poeta, por aquella época un hombre enfermo y atormentado. La vida del poeta es abatida por todo género de calamidades, desde el aspecto económico hasta el político y sentimental.

Para subsistir tiene que trabajar intensamente. Envía variadas colaboraciones a diarios y revistas de Lima, entre ellos El Comercio, Variedades, Mundial y Amauta. Los asuntos que trata son de diferente temática, y es precisamente en esta época donde se puede apreciar a Vallejo en su dimensión de escritor y periodista. Sus crónicas venían cargadas de profunda pasión y dominio del tema que tocaba. Su alma de artista se daba en pleno, también, en esta otra gran virtud del genio creador de indiscutible valor universal en las letras y en la poesía. En una crónica publicada en Variedades el 7 de mayo de 1927, el poeta expresaba, a raíz de aquella influencia del llamado espíritu nuevo, recogido del viejo mundo, por lo que calificó a su generación en la siguiente forma:

La actual generación de América no anda menos extraviada que las anteriores. La actual generación en América es tan retórica y falta de honestidad espiritual, como las anteriores generaciones de las que ella reniega. Levanto mi voz y acuso a mi generación de impotente para crear o realizar un espíritu propio, hecho de verdad, y de vida, en fin, de sana y auténtica inspiración humana. Presiento desde hoy un balance desastroso de mi generación, de aquí a unos quince o veinte años.
Estoy seguro de que estos muchachos de ahora no hacen sino cambiar de rótulo y nombres á las mentiras y convenciones de los hombres que las precedieron. La retórica de Chocano, por ejemplo, reaparece y continúa, acaso más hinchada y odiosa en los poetas posteriores. Así como en el romanticismo, América presta y adopta actualmente la camisa europea del llamado espíritu nuevo, movida de incurable descastamiento histórico. Hoy como ayer, los escritores de América practican una literatura prestada que les va trágicamente mal. La estética -si así puede llamarse esa grotesca pesadilla simiesca de los escritores de América- carece allá, hoy tal vez más que nunca, de fisonomía propia. Un verso de Neruda, de Borges o de Maples Arce, no se diferencia en nada de uno de Tzara, de Ribemont o de Reverdy. En Chocano, por lo menos, hubo el barato americanismo de los temas y nombres. En los de ahora, ni eso.

Desde un principio trabó relación con los movimientos literarios vanguardistas de la época. Allí permanecerá hasta el fin de sus días, con algunos viajes a la Unión Soviética, España y otros países europeos. En la capital francesa llevó la difícil existencia del intelectual con los bolsillos vacíos. Para poder sobrevivir tuvo que dedicarse al periodismo y su producción poética se redujo sustancialmente.
Luego de algunas otras relaciones (entre ellas Henriette, una hermosa costurera con lenguaje de cocotte), apareció Georgette, quien vivía frente a la oscura pensión de Vallejo en la Rue Molière. Ernesto More, íntimo amigo del poeta en París, que vivió con él compartiendo mendrugos, fue testigo del luminoso amor del sudamericano pobre y la francesa venida a menos. Pero el romance no duró mucho después de que se casaran en 1934.

Vallejo comunista
César Vallejo absorbía todas las novedades literarias para insertarlas en su personal universo temático. En junio de 1926 en París participó con amigos como Gerardo Diego, Juan Larrea, Juan Gris, Vicente Huidobro, Pierre Reverdy y Tristan Tzara en la revista vanguardista Favorables-Paris-Poema. El surrealismo le condujo al comunismo. Al año siguiente escribía para el diario limeño Mundial que consideraraba al surrealismo y al comunismo como parte integrante de una misma revolución. Fue aquel año cuando muchos de los surrealistas, incluyendo a André Breton, Paul Elouard y Louis Aragon, se unieron al Partido Comunista Francés. Vallejo sigue ese mismo proceso, e incluso lo acentúa, adoptando ademanes dogmáticos. En 1930 el poeta peruano se deshace del surrealismo pero no del comunismo. En marzo de aquel año, publicó su conocido artículo Autopsia del superrealismo que demuestra que su modo de pensar se había apartado totalmente del surrealismo. La vanguardia era efímera para las letras pero el comunismo proporcionaba una ciencia para que la personas pudieran soltar sus férreas ataduras. Del comunismo no se podía prescindir. Entonces comienza a estudiar el comunismo con detenimiento. Cuando, por fin, encontró la llave que le revelaba las claves de muchas de sus preguntas, Vallejo siguió el derrotero señalado por el comunismo más resueltamente que ningún otro surrealista. En él no nacieron las ambigüedades de Breton, Aragon y los demás porque el suyo no era un interés teórico sino vital. Según confesó a Pablo Abril de Vivero, Voy sintiéndome revolucionario y revolucionario por experiencia vivida más que por ideas aprendidas. Él miraba la realidad de frente, directamente, no sólo a través de los libros.

En agosto de 1927 Vallejo leía en París L’Humanité, el órgano del Partido Comunista Francés que sirvió como iniciativa a lecturas más extensas. Su inquietud social lo condujo a viajar por Alemania, Inglaterra, Italia, Austria, Europa Oriental y la Unión Soviética. El 19 de octubre de 1928 visitó Moscú por primera vez, regresando a París el 27 de diciembre. La experiencia fue decisiva. A su regreso a París rompe definitivamente con el APRA y funda la Célula marxista-leninista peruana en París , adhiriéndose al Partido Comunista de Perú fundado poco antes por José Carlos Mariátegui.

Dotado ya de una experiencia directa de la realidad política y económica de la Unión Soviética, Vallejo se dedicó con ahínco a estudiar marxismo. Durante 1929 visitó con frecuencia la librería de L’Humanité, regresando con un mes de lectura, más exactamente, de arduo estudio.

En octubre de 1929 regresa a la Unión Soviética y en febrero de 1930 comienza a publicar una serie de artículos sobre la URSS, dentro de una serie titulada Reportaje en Rusia, que se publicaron quincenalmente en la revista madrileña Bolívar fundada en Madrid por Pablo A. de Vivero.

El 2 de febrero de 1930, el Ministerio del Interior del Gobierno Francés promulgó un decreto declarando que la presencia de Vallejo en territorio francés se consideraba peligrosa por comprometer la seguridad pública. El sistema capitalista con todos sus gobiernos en todos los países, especialmente en Francia, principia a cerrarle e1 paso y acosarlo permanentemente. El gobierno de Tardien lo persigue intensamente por sus campañas constantes a favor de la causa de los trabajadores y en contra del sistema capitalista mundial. En esas circunstancias la vida de nuestro poeta se tornaba cada día más dura y complicada. Su miseria era tremenda, pero su espíritu revolucionario se había convertido en oriflama para la combatividad a favor de los más pobres y de los más humildes.

Vallejo y su compañera Georgette se vieron obligados a buscar asilo político más alla de los Pirineos. Poco después de su llegada a Madrid, Vallejo se incorpora al Partido Comunista de España. En España le sorprende la llegada triunfal de la República en abril de 1931 y aquí escribe artículos para periódicos y revistas, piezas teatrales, relatos y ensayos como Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin, que se publicó en julio de 1931, y también su novela Tungsteno. Traduce del francés obras de Henri Barbusse y Marcel Aymé.

Entonces viaja a España, donde se vincula a la intelectualidad revolucionaria. Logra publicar su famosa novela El Tungsteno bajo el sello Novela proletaria de la Editorial Cénit de Madrid. Se basa en la cruel e inicua explotación imperialista de la Northern and the Stmelthing Company contra las grandes masas campesinas de 1a provincia de Santiago de Chuco, su tierra natal, y de otros lugares aledaños. Pues, en Quiruvilca y Shorey, Callacuyán y Samne, aquel consorcio extranjero se habla establecido para succionar la riqueza cuprífera del país, dejando en cambio, cadáveres y sangre regados en los socavones oscuros y lagrimeantes, por tanta vida sepultada en el cardenillo verdoso de sus de sus rocas pétreas. Este es el drama que recoge Vallejo y cuyo mensaje continúa tocando los pechos libérrimos de la juventud. En estas páginas crepitantes de rebeldía, el autor no esconde su intención social y la define ideológicamente en el personaje inmortalizado de Servando Huanca marchando a organizar a la clase obrera, como un sólido organismo de poder para enfrentarse y parar el abuso y la indolencia de los gringos hijos de puta de la Northern and the Smelthing Company. Describe a la vez, de una sola pincelada literaria, al intelectual dubitativo de la pequeña burguesía y perenniza para el recuerdo de los santiaguinos y de los huamachucos al agrimensor Leónidas Benites, quien después de su larga trayectoria de incondicional servidor de la Northern y fervoroso creyente de la doctrina según la cual son los intelectuales los que deben dirigir y gobernar a los indios y a los obreros, termina poniéndose al lado de la causa de los trabajadores, convencidos de que las frases de Servando Huanca tenían vigencia irrefutable: Había que hacer la revolución y botar a los millonarios y grandes caciques que están en el Gobierno, para ponerlo en manos de los a obreros y de los campesinos.

EL Tungsteno es una de las preclaras obras de la literatura revolucionaria de Vallejo en prosa. Su mensaje antimperialista se desliza emocionado en cada una de sus páginas amenas y rotunda por su clarividencia histórica, tornándose en precursora estela de un movimiento insurreccional en el cual los peones de Quiruvilca capturaron el poder por breves días tras, la gesta armada de los obreros y los campesinos del pueblo de Trujillo, conducidos por Búfalo Barreto, en 1932; es decir un año después de la publicación de la novela. Su nombre perenniza también los días en que la lucha por la vida empujara al joven estudiante santiaguino a trabajar en las agrestes punas de Pasto Bueno y Tamboras, en la dura y peligrosa tarea del minero que perfora la roca endurecida que custodia el tungsteno y cuya explotación venían operando dos viejos amigos y enemigos de un trato: Fermín Málaga Santolalla y Wenceslao Gálvez. A este último personaje, Vallejo dedicó de puño y letra uno de los ejemplares de su primer libro: El romanticismo en la poesía castellana.

En las páginas quemantes de esta abra sólo debería buscarse el trasunto de un mensaje doctrinario sobre un sólido basamento marxista en el cual Vallejo se significó claramente. No otra es la razón para que el inmortal santiaguino enfocara con tanta precisión la problemática de un fenómeno social que bien pudo desarrollarse en Perú, motivando ríos de insurgencia y rebeldía, frente a la brutal explotación imperialista.

Por otro lado, Vallejo incide abiertamente en la praxis revolucionaria del movimiento obrero y campesino, pintando con elegancia y a la vez con crudeza novelística, los fracasos de las luchas desorganizadas, aun frente a la pequeña burguesía pueblerina. No cabe duda, pues, que El Tungsteno es una gran novela proletaria cuya dimensión rompió las barreras de la literatura americana en la medida del tiempo y del espacio y ha penetrado en la conciencia de todos los que anhelan verdaderamente la justicia social. Frente a esta realidad carece de importancia el sentido folklórico y indigenista que algunos críticos han pretendido endosar a la obra como basamento fundamental. Lo esencial y permanente está por encima de estos argumentos, que si bien es cierto le sirvieron dé inspiración al añorar la patria chica en los momentos de su concepción, no constituyen el fondo de la obra que deviene plenamente en la temática social.

Quizá por ello pronto abjura de su obra Trilce. Se esfuerza por superar el vacío y el nihilismo de esa obra y por incorporar elementos históricos y de la realidad concreta (peruana, europea, universal) con los que pretende manifestar una apasionada fe en la lucha de los hombres por la justicia y la solidaridad social.

En octubre de 1931 realiza su tecer viaje a la Unión Soviética. Después de recorrer todo el territorio ruso, Vallejo concibe sus grandes crónicas para describir sus impresiones sobre la nueva sociedad que allí se estaba edificando. Publicados en diferentes idiomas sus trabajos recorren Europa y América, que más tarde vienen editándose bajo el título de Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin y Rusia ante el II Plan Quinquenal. Es así como tales trabajos pasan a la posteridad como las mejores e insuperadas crónicas de la construcción del socialismo. En ellas Vallejo relata con lujo de detalles cuanto significa un cambio sustancial en las estructuras socio-económicas de un pueblo que se estaba sacudiendo sus cadenas. Pormenorizadamente explica cada uno de los detalles que en la solución pos-revolucionaria acontecen en la nueva Rusia. Así, por ejemplo, se sorprende al encontrar todavía, después de 13 años de instaurado el nuevo régimen, problemas de mendicidad alarmante como el que constata al entrar en un restaurante:

Delante de la puerta de entrada -expresa Vallejo- hay un haraposo que pasa y repasa mirando ávidamente el interior. Lleva una mano metida dentro de la americana, a la altura del pecho, y su palidez es la de un hambriento o de un enfermo. Los alemanes (que habían estado comiendo en el restaurant) se levantan y se van. Entonces el haraposo penetra de un salto y recoge, como un animal famélico, las migajas y desperdicios de la mesa. Algunos huesos se echa al bolsillo y vuelve a salir, lanzando miradas de loco y devorando a grandes bocados lo que encontró en la mesa.
¡Espantoso! le dijo a la komsomolka, es decir a la joven que lo acompañaba como intérprete y que pertenecía a la juventud comunista. Ella le respondió: ’Son los sobrevivientes del régimen zarista. Antes esta misma escena se veía con frecuencia. Poco a poco estos mendigos van desapareciendo.

Sin embargo -agrega Vallejo- se me han acercado muchos a pedirme en los pocos días que llevo en Rusia. ¿Cómo me explica usted semejante plaga en una sociedad como el Soviet? Esto es realmente incomprensible.

El hambriento está junto a la puerta, triturando ruidosamente un hueso, como un perro. Advierto que no despega los ojos de la mesa donde estamos nosotros. Yeva no ha terminado su pastel. Este está casi entero. Las miradas del hambriento sobre el pastel son febriles y casi rabiosas . Nunca he visto ojos tan extraños en mi vida. Hay en la cara de este pobre una avidez agresiva, furiosa, demoníaca. A veces tengo la impresión que va a saltar sobre nosotros y nos va a arrancar de un zarpazo un trozo de nuestras propias carnes. Se ve que tiene cólera. Se ve que nos odia con todas sus entrañas de hambriento. Inspira miedo, respeto y una misericordia infinita. ¡El apetito es, sin duda, una cosa horrorosa!

Pienso en los desocupados. Pienso en los cuarenta millones de hambrientos que el capitalismo ha arrojado de sus fábricas y de sus campos. ¡Quince millones de obreros parados y sus familias! ¿Qué va a ser de este ejército de pobres sin precedentes en la historia? (Vallejo se refiere a la debacle económica que sufrió el capitalismo). Ciertamente, ha habido en otras épocas paros forzosos, pero nunca el mal ofreció proporciones, causas y caracteres semejantes. Hoy es un fenómeno simultáneo y universal, creciente y sin salida. Los remedios y paliativos que se ensayan, son superficiales, vanos, inútiles. El mal reside en la estructura misma del sistema capitalista, en la dialéctica de la producción. El mal reside en las progresos inevitables de la técnica de trabajo, en la concurrencia y, en suma, en la sed insaciable de provecho de los patronos. ¡La plusvalía! He aquí el origen de los desocupados. Suprímase la plusvalía y todo el mundo tendrá trabajo. Pero ¿quién suprime la plusvalía? Suprimir el provecho del patrón equivaldría a destruir el sistema capitalista, es decir, hacer la revolución proletaria.

Mas ya que esta supresión no vendrá jamás por acto espontáneo, por un suicidio del capitalismo, ella vendrá, tarde o temprano, por acción violenta de esos millones de hambrientos, víctimas de los patronos.

Toda la crítica conviene en aceptar que este reportaje de Vallejo es uno de los más completos relatos sobre el desarrollo histórico de la revolución rusa. El propio autor en una nota preliminar a la edición española expresa lo siguiente:
Mi propósito es dar en él una imagen del proceso soviético interpretado objetiva y racionalmente y desde cierto plano técnico. Trato de exponer los hechos tal como los he visto y comprobado durante mis permanencias en Rusia, y trato también de descubrirles, en lo posible, su perspectiva histórica, iniciando a los lectores en el conocimiento más o menos científico de aquéllos, conocimiento científico sin el cual nadie se explica nada claramente. Mi esfuerzo es, a la vez, de ensayo y de vulgarización.
En febrero de 1932 le autorizan a regresar a Francia.