7 de octubre de 2023

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Benedicto XVI y el “choque de civilizaciones”.

Por: Cristóbal García Vera.

6 de octubre de 2006

El texto de Ratzinger en su totalidad -y no sólo la cita supuestamente sacada de contexto- constituye una típica pieza de pensamiento etnocéntrico que coincide con algunos elementos fundamentales de la tesis del “choque de civilizaciones”, formulada hace ya más de una década por el estadounidense Samuel P. Huntington y utilizada por los gobiernos de su país para justificar sus guerras de conquista
El Papa refuerza la coartada ideológica del imperialismo estadounidense

“Mi país desea la paz. Los extremistas que viven entre ustedes diseminan su propaganda al sostener que el Oeste libra una guerra contra el islamismo. Esta propaganda es falsa, y su propósito es confundirlos y justificar los actos terroristas. Respetamos el islamismo, pero protegeremos a nuestro pueblo de aquéllos que distorsionan el islamismo para sembrar la muerte y la destrucción”.
George Bush, discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pronunciado el 19 de septiembre.

"Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba".
Manuel II Paleólogo, Emperador bizantino, citado por Benedicto XVI.

El discurso pronunciado por Joseph Ratzinger en la universidad de Ratisbona, el pasado 12 de septiembre, continúa provocando reacciones de rechazo, justificación o adhesión por parte de políticos, intelectuales, teólogos y opinadores varios, que retratan con bastante fidelidad las afinidades ideológicas y los compromisos políticos de unos y de otros. Los grandes medios de comunicación, como sucede siempre que topan con la Iglesia, han hecho gala de la más denigrante cobardía. Las primeras noticias que se hacían eco de los insultos papales contra el Islam fueron elaboradas con algo más que diplomacia.

Poco después, cuando Ratzinger “lamentó” las reacciones que sus comentarios habían provocado en el mundo musulmán -en unas declaraciones aún más indignantes, en las que afirmó también que había sido malinterpretado y que sus palabras fueron, desde el primer momento, “una invitación al diálogo sincero entre religiones”-, la explicación oficial fue aceptada con devota sumisión por estos Medios. Una agencia de la importancia de Reuters llegó incluso a encabezar alguno de sus teletipos con el surrealista titular: “El Papa se disculpa por haber ofendido a los musulmanes”.

La realidad, que puede contrastar cualquiera que lea el citado discurso escrutando honradamente su significado, es que Benedicto XVI no fue malinterpretado. La ya famosa cita del emperador bizantino, en la que se hace referencia a la “directiva de Mahoma de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”, no sólo es asumida plenamente por Joseph Ratzinger (en ningún momento la matiza restándole veracidad), sino que sirve al ex inquisidor para oponer al irracional culto islámico la genuina Razón, de la que es exclusiva poseedora la Iglesia que el gobierna con mano de hierro.

El texto de Ratzinger en su totalidad -y no sólo la cita supuestamente sacada de contexto- constituye una típica pieza de pensamiento etnocéntrico que coincide, como veremos, con algunos elementos fundamentales de la tesis del “choque de civilizaciones”, formulada hace ya más de una década por el estadounidense Samuel P. Huntington y utilizada por los gobiernos de su país para justificar sus guerras de conquista.

En pocas palabras, la argumentación de Benedicto XVI - dedicada al tema de la relación entre la fe y la razón - podría resumirse de la siguiente manera. El cristianismo, tal y como ha llegado hasta nuestros días, puede considerarse como una síntesis entre el mensaje bíblico del Dios verdadero, el Dios que actúa como “razón creadora y capaz de comunicarse” y lo que él considera “la mejor parte del pensamiento griego”. (1)

Este encuentro entre la “fe cristiana” y el “interrogarse griego” no fue por tanto -concluye Ratzinger - una mera casualidad, sino una necesidad intrínseca, un “desarrollo consecuente con la naturaleza de la fe misma”. Y es “este encuentro, al que se agrega aún sucesivamente el patrimonio de Roma... el que ha creado a Europa y permanece como fundamento de aquello que, con razón, se puede llamar Europa”. (2) También esta fusión natural entre el pensamiento helenístico y la fe es la que permitió - según Benedicto XVI- decir a Manuel II: “No actuar con el logos es contrario a la naturaleza de Dios”. (3)

Justamente este comportamiento contrario a la naturaleza de Dios - irracional - sería el propio de los musulmanes, empeñados en difundir por la espada su equivocada fe, siguiendo las enseñanzas del profeta Mahoma. Este mensaje, y no otro, es el que cualquiera puede deducir del discurso pronunciado por Joseph Ratzinger. Un mensaje, por otro lado, plenamente consecuente con el fundamentalismo católico que lleva años defendiendo en artículos, entrevistas y otros documentos.

En 1993, el citado politólogo Samuel P. Huntington desarrolló también su peculiar versión del mito del “enemigo moro”, contraponiendo a Occidente - con sus valores democráticos y liberales y su cultura cristiana - a la civilización islámica, caracterizada por su fanatismo religioso y sus valores feudales. Justo en el momento histórico en que la desaparición de la URSS había dejado a los EE.UU. sin justificación ideológica para sus intervenciones militares, este intelectual conservador -asesor de la Comisión Trilateral (4) - elaboró la nueva coartada que precisaba la potencia imperialista: la tesis del choque de civilizaciones: “El conflicto entre civilizaciones suplantará a las formas ideológicas y otras anteriores de conflicto para erigirse en la forma dominante de conflicto global”,(5) escribía Huntington en la revista Foreign Affaire. Según su apologético razonamiento correspondía a Occidente garantizar la paz mundial, extendiendo sus valores y reforzando su hegemonía económica y militar.

De acuerdo a estos parámetros, la Guerra del Golfo de 1991 era analizada como un episodio de este enfrentamiento, en el que Occidente estaría capitaneado por los EE.UU.

Hoy, la farsa que supone esta interpretación de los conflictos globales resulta sangrantemente evidente. La prepotente política exterior de la Administración Bush posee, al menos, la virtud de no enmascarar con habilidad sus verdaderos objetivos. No obstante, la versión oficial de los EE.UU. y sus aliados derechistas en todo el mundo no ha sido modificada. Conforme a esta propaganda, la gran potencia del Norte mantiene sus tropas en Irak o en Afganistán para garantizar el tránsito hacia la democracia en ambos países. Por su parte, cualquier forma de resistencia popular en estos territorios ocupados por fuerzas extranjeras es, para los “mass media” del Occidente civilizado, una expresión más del terrorismo - islámico para más señas - que los Estados Unidos dicen combatir.

Pero, si bien la teoría del “choque de civilizaciones” fue un oportuno invento con indiscutible intencionalidad política, las peculiares características de la realidad social no permiten descartar la hipótesis de que llegue a convertirse en una “profecía autorrealizada”. Por supuesto, las causas últimas del genocidio continuado que sufren irakíes, afganos o palestinos, así como de la reciente guerra contra el Líbano hay que buscarlas en los intereses económicos y geoestratégicos de los Estados Unidos e Israel.

No puede resultar extraño, sin embargo, que los habitantes de estos países - o al menos una parte de ellos - lleguen a interpretar estas terribles agresiones como un ataque contra su Civilización y todo lo que ésta significa. Ciertamente, no les faltarían razones de peso para hacerlo. ¿Acaso la Organización de Naciones Unidas, dominada por unas pocas potencias occidentales, no ha legitimado cada una de las matanzas organizadas contra los países musulmanes? La posibilidad de que el odio sembrado llegue a germinar de manera generalizada favorecería, obviamente, las aspiraciones imperiales de quienes construyeron la grosera coartada del inevitable enfrentamiento entre el Occidente y "un Oriente que alimenta más y más el deseo, la voluntad y los recursos para configurar el mundo en formas no occidentales". (6)

En este explosivo contexto internacional, ¿cómo pueden interpretarse las palabras de Benedicto XVI, pronunciadas sólo un día después del 11 de septiembre? ¿Sólo un día después de que se recordase al mundo entero los atentados que, según la Administración estadounidense, les condujeron a iniciar su Guerra Global contra el Terrorismo? ¿Resulta plausible suponer que alguien con su experiencia y su preparación fue incapaz de anticipar las reacciones que provocaría su incendiario discurso? Francamente, creemos que sólo la fe ciega del creyente o la mala fe del oportunista pueden hacer responder afirmativamente a esta última pregunta. Las reacciones del mundo musulmán eran demasiado previsibles como para aceptar semejante explicación.

Así pues - y a falta de otra suposición más fundada- no nos parece desacertado interpretar que las palabras de Benedicto XVI fueron una provocación, que no puede entenderse, tan sólo, como expresión de la arrogancia de quien se cree en posesión de la Verdad Absoluta. (7) Lo cierto es que, con su ofensivo discurso, el Papa Benedicto ha venido a reforzar ideológicamente, una vez más, la Cruzada imperialista de EEUU y sus aliados; atizando una llama que alimenta convenientemente su agresiva propaganda. Como ha reconocido el teólogo brasileño Leonardo Boff “la cita alinea al Papa a las estrategias bélicas de Occidente”. (8)

Desde luego, a nadie lo suficientemente informado debería sorprenderle el hecho de que el actual Papa continúe fiel a sus viejos principios ultraderechistas. No en vano se trata del hombre que - al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe - persiguió sin descanso a los teólogos progresistas e hizo cuanto estuvo en su mano por destruir la Teología de la Liberación. El hombre que -durante la Santa Alianza establecida entre Juan Pablo II y la Administración Reagan - mantuvo un silencio cómplice ante las masacres que las dictaduras latinoamericanas, auspiciadas por los EE.UU., estaban cometiendo en América Latina. El mismo que apoyó la elección de George W. Bush, mediante una carta en la que pedía a los electores católicos que no votasen por su oponente John Kerry. (9)

Asimismo, resulta coherente que los más conocidos representantes de la extrema derecha hayan defendido con ahínco los exabruptos papales. El propio Bush o José María Aznar no tardaron demasiado en pronunciarse en este sentido. En Canarias - junto a las esperadas adhesiones de conservadores y neoconservadores - ha destacado, por incondicional, la defensa de Benedicto XVI ensayada por el director de La Provincia, Ángel Tristán Pimienta.
Desde las páginas de este periódico, Tristán Pimienta afirmaba - hace tan sólo unos días - que “el folklore típico” provocado por las palabras del Papa “eran la mejor prueba de que el Islam mayoritario no ha avanzado en el Mundo”. (10) O, en otras palabras, alegaba que el éxito de la provocación demuestra que la razón acompaña al provocador.

Se trata, en cualquier caso, de respuestas y justificaciones que provienen de personajes plenamente identificados con el actual desorden mundial. Ninguna reacción más digna podría esperarse de ellos. Sí echamos en falta, en cambio, la voz de los católicos progresistas y comprometidos en las luchas por la transformación social. Y ello porque la misma jerarquía de su Iglesia - tanto en Roma como en el Estado español - continúa planteándoles una inaplazable disyuntiva: recuperar lo más valioso del mensaje cristiano o mantener su obediencia hacia quienes optan por perpetuar la barbarie, ejerciendo al mismo tiempo - acaso- una hipócrita caridad.

Notas y referencias bibliográficas:

(1) Discurso del papa Benedicto XVI en Alemania: "Fe, razón y universidad". Encuentro con los representantes de la ciencia en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona. 12 / 9/ 2006.

(2) Ibídem.

(3) Ibídem.

(4) “... A veces se piensa que el amo es el Pentágono... el amo es un consorcio de empresas transnacionales y de bancos. Primero tuvieron éxito dirigiendo el mundo de manera informal, pero luego, curiosamente, ha creado una organización formal. David Rockefeller, a la sazón presidente del Chase Manhattan Bank y, como todos los Rockefeller, profundamente introducido en los negocios petrolíferos, fundó la Trilateral Commission en 1973. Se llama Trilateral porque corresponde a tres partes del mundo: Estados Unidos y Canadá en América del Norte, las naciones de Europa Occidental y el Japón. Tiene oficinas (principales) en Nueva York, París y Tokio. Representa la mayor concentración de riqueza y de poder económico que se haya reunido jamás en la historia del mundo. Representa el sistema que más se aproxima hoy a un gobierno mundial.” S. McBridge, The Reagan Administration’s Foreign Policy, Londres, Internacional Progress Organization, 1985. Citado en “Soberanos e intervenidos. Estrategias globales, americanos y españoles”. Joan E. Garcés. Siglo XXI de España editores.S.A.

(5) ¿Choque de civilizaciones? Samuel P. Huntington. Editorial Tecnos. Grupo Anaya. S.A. 2002. Pág. 67.

(6) Ibídem. Pág. 26

(7) Coincidimos con lo expresado a este respecto por el escritor y activista político Tariq Alí, en su artículo "Insultos papales". Sin Permiso 24/09/06.

(8) “El mal ejemplo del Papa”. Leonardo Boff. ALAI 25/9/ 2006

(9) El diario Los Angeles Times reprodujo esta carta, enviada por el cardenal Ratzinger al presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, en la que el actual Papa “recordaba la condena pontificia del aborto y sugería que los electores católicos no votasen por John Kerry”. “La imagen de Benedicto XVI”. Red Voltaire

(10) “Las razones de Benedicto”. Ángel Tristán Pimienta. La Provincia. Diario de Las Palmas. 26/9/2006.