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"QUE NO VENGA AQUÍ EL ENEMIGO DE GALILEO"

Por: Anna Maria Liguori.

20 de enero de 2008

La Repubblica. Traducido por Juan Vivanco

Rebelión en la universidad romana La Sapienza contra la presencia del papa

«Benedicto XVI no debe entrar en la Universidad La Sapienza». Tal es el vade retro de un nutrido grupo de profesores y estudiantes del alma máter más antigua de Europa, que abre un nuevo frente en la guerra de laicos contra católicos. El próximo jueves, cuando el papa —tercer pontífice que visita la universidad— pronuncie su anunciado discurso, puede haber una clamorosa protesta y una sentada antipapista a la sombra de Minerva. La consigna es: «No queremos a Ratzinger en el templo del conocimiento porque es demasiado reaccionario».

La movilización laica se había anunciado el jueves pasado en una carta a las autoridades universitarias que han invitado a Ratzinger a la apertura del curso 2007-2008, el 705º desde la fundación, el próximo 17 de enero. Sesenta y siete profesores, incluyendo a los físicos más notables de la universidad, han firmado un llamamiento (publicado en La Repubblica) para que se anule esa «invitación desconcertante», según sus palabras.

El mensaje contra Ratzinger fue remitido directamente al rector Renato Guarini: «El 15 de marzo de 1990, cuando todavía era cardenal, en un discurso pronunciado en Parma, Joseph Ratzinger se hizo eco de una afirmación intolerable de Feyerabend: “El proceso de la Iglesia contra Galileo fue razonable y justo”». Esta frase soliviantó al grupo de científicos que hoy se rebela contra la visita de Benedicto XVI. Dicen que están «indignados como científicos fieles a la razón y como docentes que dedican su vida al desarrollo y la difusión de los conocimientos. Esas palabras nos ofenden y nos humillan. En nombre de la laicidad de la ciencia esperamos que se anule este acto incongruente».

¿Cuál ha sido la respuesta del rector Guarini? Invitar a la tolerancia y mantenerse en sus trece. «Más allá de la diferencia de opiniones es preciso recibir a Benedicto XVI como un hombre de vasta cultura y profundo pensamiento filosófico, como mensajero de paz y de los valores éticos que todos compartimos». Por lo tanto se confirma la ceremonia, que constará de dos partes: la lección magistral a cargo de Mario Caravale, profesor de Historia del Derecho, quien hablará de la pena de muerte, seguida de las intervenciones del ministro de la Universidad, Fabio Mussi, y el alcalde de Roma, Walter Veltroni. Después pronunciará su discurso Benedicto XVI. Al final, todos a misa.

Pero la víspera podría resultar «de órdago». Después de los profesores, los estudiantes también prometen que no se quedarán de brazos cruzados. Anuncian una sentada contra «el oscurantismo» de Benedicto XVI, tercer papa que visita La Sapienza después de Pablo VI en 1964 y Juan Pablo II en 1991. «No entendemos qué pinta el papa en esa ceremonia», explica Michele Iannuzzi, de la Rete per l’Autoformazione. Cientos de estudiantes de las universidades romanas ya han anunciado que en los próximos días se darán cita bajo la estatua de Minerva, símbolo del saber y el conocimiento. El miércoles empezarán las marchas y las campañas de información, y tienen preparadas «acciones espectaculares» para implicar al mayor número posible de estudiantes en la que pretende ser «una verdadera batalla contra la injerencia del pontífice en las instituciones italianas».

Clima de movilización también en el profesorado. Andrea Frova, profesor de Física General, es uno de los firmantes de la carta. «La invitación es una decisión inoportuna y vergonzosa, ya no basta con que el papa no pronuncie la lección magistral, como habían decidido al principio. Eso es sólo un maquillaje, y bastante chapucero. Se trata de un jefe de estado extranjero que además es jefe de la Iglesia católica. Nosotros, que hemos dedicado toda la vida a la ciencia, no estamos dispuestos a escuchar, en nuestra casa, una voz autorizada que condena de nuevo a Galileo». Otro de los firmantes más activos es Carlo Cosmelli, profesor de Física: «El papa ha reafirmado en su última encíclica las acusaciones contra la ciencia que profirió cuando era cardenal. Está convencido de que, cuando la verdad científica choca con la verdad revelada, la primera debe detenerse. Algo así no se puede aceptar en una comunidad científica».

Fuente: http://www.repubblica.