LOS DELIRIOS DE ALAN GARCÍA
Por: Carlos Angulo Rivas.
La euforia de año nuevo llevó a Alan García a una de sus acostumbradas actuaciones estrafalarias. Ya desde Brasil se lo dijeron una vez, no venga aquí con propuestas estrafalarias. Pero ni modo, el sujeto no aprende nada de puro capricho, menos cuando embroma, miente y enclava, en términos criollos cuando cojudea. El avariento y conocido líder aprista no tuvo vergüenza de cantar ni de bailar ni de decir las barbaridades que dijo. En realidad, no tuvo miedo a ningún ridículo, pues tiene por sobreentendido que los peruanos se tragan todas las atrocidades verbales de los politiqueros experimentados, más todavía las de un charlatán inculto emperifollado vestido de fiesta. Y así ocurrió porque García Pérez perdió el sentido de las proporciones y ojo que no aludimos a su descomunal figura deforme, ni a su notable sobre peso, como los malpensados podrían entrever sino a los anuncios hechos con la frescura de un ser despreciativo y cínico.
Al terminar el año pasado (2008) el anuncio fue que marchábamos consistentemente hacia un crecimiento de seis por ciento y que la crisis económica mundial no nos afectaría porque, gracias a él y sus sabias medidas, el Perú estaba blindado contra cualquier crisis. El resultado concreto, como se puede comprobar, ha sido cero de crecimiento económico en el 2009. Este fin de año nos ha dicho en tono solemne y pomposo que pronto seremos un país del primer mundo y que debemos quemar el muñeco del pesimismo. ¿Puede alguien inteligente concebir un país del primer mudo con altos niveles de desnutrición, tuberculosis, mortalidad infantil, analfabetismo, ausencia de atención médica, desempleo mayúsculo, asentamientos humanos en extrema pobreza rodeando a las ciudades principales, con notable insalubridad y falta de agua potable y desagüe; viviendas de esteras, cartones, maderas y palos retorcidos en los arenales desérticos? ¿Puede alguien concebir el primer mundo con un sistema de transporte caótico y contaminante, con escuelas destartaladas, profesores maltratados con salarios de hambre o con comunidades campesinas andinas y nativas amazónicas abandonadas a su suerte y con políticas desastrosas como aquella del Perro del Hortelano? La respuesta correcta a estas cuestiones, por supuesto, es un rotundo NO.
Sin embargo, Alan García dice la verdad o mejor dicho su verdad, ya que a pocos meses de finalizar esta desgracia nacional llamada segundo gobierno aprista, él y su numerosa familia se largará a su residencia parisina, la que compró con los latrocinios de su primer gobierno, fortuna que, además, le permitió vivir a cuerpo de rey en la capital francesa cuando fungía de perseguido de Alberto Fujimori y su exilio era en Bogotá y no en Paris. Ya conocemos esa historia, porque luego de los arreglos bajo la mesa, como acostumbra a tratar los asuntos políticos de su incumbencia, vendría la prescripción de sus delitos, aquellos que como una artimaña nacional bien propagada por la prensa lo mantenía en calidad de “reo contumaz.” Prescripción decretada por la flor y nata de los vocales supremos fujimoristas nombrados por Vladimiro Montesinos. Entonces claro, con estos antecedentes, se entiende perfectamente el desliz de las palabras presidenciales: todos sabemos que de ninguna manera seremos un país del primer mundo, pero pronto él, Alan García Pérez, con la mayoría de sus secuaces vivirán en el primer mundo. Hay que saber interpretarlo, puesto que una cosa muy distinta es decir que el Perú pronto será un país del primer mundo. En pocas palabras, habló el subconsciente de este personaje histriónico, vulgar e inverosímil llamado Alan García, pues en el fondo de este embuste llamativo parece que dijera: eso sí pase lo que pase a mi no me pescan como un Fujimori cualquiera. Me voy al primer mundo y se acabó la fiesta.
Otro desliz verbal ha sido el anunciar que el “outsider” en la próxima contienda electoral será aprista y llegará a la presidencia. Nos anuncia de este modo que está buscando el gallo de tapada a fin le cubra las espaldas en conexión a los enjuiciamientos que le sobrevendrán por el etnocidio de Bagua, los robos, peculados y contratos dolosos de los muchos “faenones” ya ejecutados por él, Del Castillo, Alva Castro, Cabanillas, Velásquez Quesquén, Mulder, Gonzalez Posada y la tribu lumpenesca aprista encaramada en el gobierno. Además de los casos judiciales no cerrados por las matanzas en las comunidades campesinas y en las cárceles de Lima de Lurigancho y El Frontón. Está claro que Alan García viene organizando su retirada, porque de ninguna manera quiere correr la suerte del delincuente sentenciado, su congénere Alberto Fujimori. He ahí el peligro de su estancia en el gobierno en los próximos quince meses, porque Alan García en su desesperación desquiciada producirá un terremoto político de proporciones en el afán de salir airoso, sin cargar responsabilidades a pesar de la inmensa cantidad de desatinos criminales y dolosos. La impulsiva dinámica presidencial sigue constituyendo una amenaza nacional, pues lo más grave es la absoluta falta de escrúpulos de él como individuo y también la de sus más cercanos colaboradores; por consiguiente, la situación presente es peligrosa, violenta y dañina. En este sentido la oposición de cualquier signo político o ideológico debe investigar las segundas intenciones de los delirios presidenciales, las que a simple vista no pueden verse y aparecen como las simples ocurrencias de un maniático imprudente.
Del movido mes de diciembre último veamos algunos atropellos a la ley, a la cordura y a la decencia en los asuntos públicos. El indulto a José Enrique Crousillat, empresario de la televisión significa una injuria al Poder Judicial y un desprecio insolente a lo poco de ética que, aunque sea por apariencia, debería guardar su administración. Alan García maquinó, fraguando informes médicos, la liberación de este empresario que se levantó 69 millones de soles del patrimonio nacional, de manos de Vladimiro Montesinos, simplemente porque desea los servicios de este delincuente procesado en vías de recuperar el canal Cuatro de la TV, a fin le sirva de caja de resonancia en los meses de la manipulación electoral que se avecina. Sin más ni más, Alan García, en otro de sus arranques delirantes ha amenazado al Congreso Nacional, haciendo una cuestión de estado si no se aprueba la renovación de parlamentarios por mitades y el voto voluntario. Quiere aprovechar con esta exaltación sectaria la impresionante baja calidad del Congreso con apenas diez por ciento de aprobación, sin tener en cuenta la responsabilidad palaciega en cuanto a este infame resultado de representatividad. ¿Acaso no ha sido Alan García, con el exceso presidencialista, quien ha convertido a ese Poder del Estado en una mesa de partes de sus deseos e imposiciones? ¿Acaso no es cierto que este Congreso es el resultado de una alianza corrupta entre el fujimorismo, los tránsfugas de todos los pelajes y los gobiernistas apristas, impulsada desde Palacio de Gobierno a través de prebendas, ofrecimientos, corruptelas y chantajes? ¿Acaso no es cierto que con esa alianza obscena, inmoral y disoluta, Alan García ha elegido a dedo a la mesa directiva del Congreso en lo que va de su segundo gobierno, siendo siempre el presidente de ese maltrecho poder de Estado un connotado aprista de su confianza, a pesar que los congresistas gobiernistas son una minoría? ¿Quiere Alan García más obsecuencia deshonesta a su imperativo mandato de avasallar las instituciones supuestamente democráticas?.
Nos alegraría deshacernos de un Congreso Nacional de este tipo, lugar donde se han forjado frutos podridos, seres impresentables, timadores, rapaces ganzúas, estafadores, tránsfugas sin nombre, oportunistas, traficantes, comechados y sujetos prontuariados; pero mucho más nos alegraría deshacernos de Alan García, el proponente y propulsor de este Congreso a su servicio personal. Y luego nos gustaría, inmediatamente, subsanar y corregir el Estado putrefacto que los cobija a todos. La obediencia sin par de este Congreso a los designios de Alan García no puede ser el motivo de la amenaza de disolución; tampoco puede ser el ánimo de una reforma constitucional necesaria y consensuada; menos apostaría por la limpieza de los delincuentes que allí anidan. Se trata mas bien de una maniobra presidencial dirigida, por un lado, a echarle la culpa a cualquiera de los disparates gubernamentales; y por otro, a controlar el país con mano militar, dictadura civil reemplazante de la dictadura civil “legalista” impuesta hasta ahora. La finalidad de esta maniobra típica del politiquero García Pérez, sin duda, es manipular el próximo proceso electoral hasta imponer un estado mayor, presidente de la república incluido, de su entera satisfacción y sobre todo que le cubra las espaldas.
A esta forma arbitraria, inescrupulosa y corrupta de gobernar, Alan García llama “el sistema” y a quienes no comulgan con la inmoralidad, a quienes no se someten a la corrupción endémica del país, a quienes mantienen en alto la dignidad de la nación y como personas individuales la suya propia, a quienes son honestos y están asqueados de la podredumbre, los llama “antisistema,” conspiradores internacionales, terroristas bolivarianos, chavistas, agentes comunistas y cuando no, desadaptados sociales y ciudadanos de segunda clase. Y para este despropósito manipulador cuenta con los medios de comunicación masiva, radio, prensa escrita y TV, “aceitados” convenientemente desde sus cimientos; siendo de este modo, existe allí también una proliferación de madrigueras donde se refugian los periodistas “mermeleros.”
El otro tema importante de fin de año ha sido el informe oficial sobre los crímenes y el etnocidio perpetrado en la ciudad de Bagua. Alan García recibió este informe encubridor de los reales acontecimientos y lo llamó sin preocupación alguna imparcial, pues estaba confeccionado a su medida. El informe, no suscrito por el presidente de la comisión Jesús Manases (representante de los nativos) y la religiosa Carmen Gómez, exoneró de toda responsabilidad al gobierno y más aún de la obligación del estado de preservar la vida humana.
Prácticamente, en el burdo informe montado por el gobierno, las ordenes de masacrar a los nativos y enfrentar a los policías contra ellos, vinieron de los congresistas nacionalistas, los vicariatos católicos, las ONGs, el SUTEP, la CGTP, las radios locales y los dirigentes nativos; lo único que faltó decir, para estar de acuerdo con las versiones presidenciales de mediados de año, es que los sangrientos acontecimientos en Bagua se debieron a una conspiración internacional iniciada en Caracas, a la existencia de una “guerra fría” continental y a los envidiosos países vecinos que no toleran que el “Perú avanza.” La ausencia de autocrítica es total. La procacidad de la mentira se manifiesta con tal desenvoltura que pareciera que el gobierno le está tomado el pelo a la ciudadanía en su conjunto, sin pudor ni medida. Ni siquiera se menciona que fue Alan García, sus ministros y la inefable Mercedes Aráoz, hoy premiada con el ministerio de Economía, quienes inspiraron y dictaron múltiples decretos legislativos de usurpación de tierras, bosques y recursos naturales en la selva, burlando el Convenio 169 de la OIT que obliga la consulta a las comunidades indígenas involucradas, donde los más malignos fueron los números 1064 y 1090, derogados precisamente después de la matanza genocida en Bagua.
La verdad sobre los sangrientos sucesos en Bagua, más temprano que tarde saldrán a la luz, así no quiera Alan García y la comisión encubridora de los delitos cometidos, pues el único responsable es él, junto a los ex ministros Yehude Simon, Mercedes Cabanillas y Flores Aráoz. Esta vez, difícilmente García Pérez podrá escaparse de los tribunales como cuando auspiciado, en secreto, por Montesinos y Fujimori huyó a Colombia como víctima de una persecución política, cuando en realidad se trataba de un ajuste de cuentas con la justicia. Hoy en día el prontuario se ha incrementado con sus dañinos engaños, asaltos al erario nacional y la estafa al país que constituyó su fraudulenta elección por segunda vez con aquello del “cambio responsable.” Un programa anti-neoliberal tibio que apenas se posesionó del cargo convirtió en un desenfrenado neoliberalismo extremista de “óbolos mineros” que nadie ha concedido en vez de la cobranza de impuestos; y de una entrega de recursos naturales mineros, forestales, gasíferos y petroleros; además, de la infraestructura de puertos, aeropuertos y vías de comunicación. Todo un conjunto de dolosos negociados jamás visto en la historia patria. Por supuesto, toda esta avalancha de “inversiones” aderezada con millonarios estipendios y comisiones bajo la manga, en una llenura de voracidades asimismo nunca vista. La compra de patrulleros, de ambulancias, la construcción de hospitales nunca terminados, la reconstrucción de Pisco, Ica y Chincha, el remate de Collique, la tarifa básica telefónica, los petroaudios y la Discover Petroleum de su compadre Rómulo León Alegría, etc. son simples muestras del monumento a la corrupción construido por Alan García y sus secuaces.
Pero aquí no termina el asunto. Por el contrario, se inicia una etapa peor que la anterior en estos siguientes quince meses de gobierno. Alan García, por todo lo señalado líneas arriba, es un sujeto inescrupuloso capaz de seguir cometiendo sustantivos actos de barbarie en lo económico y político. Su mentalidad corrupta e inmoral recorre el escenario bajo la premisa de que todos tienen rabo de paja para chantajearlos y bajo el lema de que todos tienen un precio; aparte posee una práctica intolerante e impositiva que, mientras ejerza la presidencia, el país estará en peligro inminente. Ahora es una bestia herida que debe cuidar su salida, como señalamos protegiéndose las espaldas y a ello dedicará su esfuerzo principal. Ya lo anunció una vez diciendo que él puede impedir la llegada de un candidato que no sea de su agrado; y como inicio de este año nos dice, después de menospreciar a todos los posibles candidatos, que el “outsider,” el posible ganador de la contienda será aprista o amigo del partido y que tendrá que ser coherente y continuar la política de desarrollo del actual gobierno. Más claro en el amanecer no canta un gallo, Alan García se jugará el todo por el todo para imponer el próximo presidente de la república, cuenta con el aparato del estado manejado de modo arbitrario y corrupto; cuenta a su favor con la “farra fiscal” programada a cargo de una ministra, sí señor presidente, como la tal Mercedes Aráoz. Y ha de lograrlo, por supuesto, si lo dejamos a rienda suelta y no exigimos de una vez por todas la vacancia presidencial por incapacidad moral. La forma de la expulsión de palacio de gobierno de este sujeto negativo y peligroso tendrá que ser al estilo argentino, boliviano, ecuatoriano o peruano, como cuando cayeron De la Rúa, Sánchez de Losada, Lucio Gutiérrez y Alberto Fujimori. Sólo de esta manera podrá salvarse el país de la infernal putrefacción en la que ha caído y sólo de esta manera podrá pensarse en un proceso electoral limpio encaminado a elegir autoridades muy distintas a las actuales.