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LA TRAGEDIA DEL KIRCHNERISMO
Por: Daniel Cadabón.
Un gobierno sin rumbo y más peligroso que un mono con escopeta
(Argenpress). Para caracterizar el actual panorama político optamos por la imagen de la tragedia. Podríamos considerarlo una comedia dramática o un sainete; pero la tragedia es lo que mejor le cabe.
El argumento en el que se desenvuelve la tragedia, lo marca la caída en desgracia de un personaje poderoso el cual pierde su carácter mítico y termina fundiéndose en la acción de un drama cotidiano.
El público, al poder percibir con sus propios ojos la nueva dimensión vital y psicológica del hegemónico personaje, envuelto en acciones cotidianas de extraordinaria frivolidad, comienza a despojarse de la fe mítica del “todopoderoso” y a encontrarle un nuevo significado, más cercano. Tan próximo, que la desazón suele ser el desenlace de toda la obra y, desde allí, ya no hay marcha atrás. El liderazgo “mítico” –hegemónico- cae, fundido con la acción terrenal, donde los hombres se vuelven responsables de sus propios destinos y se muestran tal cual son. Ya no hay lugar al engaño, los significantes (las palabras sin significado) cobran un valor común, distante a intención del emisor.
Por eso, la tragedia era para Hegel, aquel acontecimiento sin solución posible.
En la caída, ya no son las palabras las propietarias de las franquicias de la impunidad, son los hechos los que asumen una dosis de la venenosa verdad.
Y la verdad, mal que les pese a muchos, es que todos los significados que el poderoso personaje usó y usará de aquí en adelante, se encaminan en una única y sola dirección: “lo que me es útil, me justifica”.
La compresión de este desenredo, limita la confusión, el poderoso personaje se vuelve, ante el público, un ser vulgar, un simple comerciante de ilusiones, que al ser vaciado de las significaciones grandilocuentes queda reducido a su dimensión más miserable y es abandonado.
La tragedia de Kirchner es también la tragedia del kirchnerismo.
Porque, por más sensibilidad moral y empeño que inviertan, aquellos que son subsidiados en sus ideas, por salvar a la figura de su caída; todo parece insuficiente para fundamentar sus argucias compensatorias.
Es que; ¿Cómo justificar la represión, cuando esta cobra un carácter sistemático? ¿Que clase de proyecto emancipatorio, pueden fundar los artífices de la “nueva política”, cuando ordenan a los “valientes gendarmes” disparar sobre los trabajadores y el pueblo desarmado?.
Todas las críticas superficiales que el presidente lanzó, en su momento de esplendor hegemónico, en contra del proyecto neoliberal, resultaron muertas sin sepultura. Igualmente, pasó a mejor vida toda la ilusión sobre la política emancipadora en torno a los derechos humanos.
Estas críticas, en su momento, le sirvieron de excusa a las fuerzas “progresistas” para acompañar el proyecto transversal y darle, por izquierda, un fuerte apoyo al presidente Kirchner; mientras que este implementaba una política de mayor explotación y opresión.
Naturalmente, los favores que el “progresismo vernáculo” le prestó al régimen han sido altamente compensados; pero, llegada la hora de la tragedia, sus palabras suenan agujereadas y ya nadie las extraña. Es que, también ellos forman parte del desgraciado argumento.
¿ El cobro de un subsidio justifica el silencio de los defensores de los derechos humanos, cuando dos compañeros ya llevan más de 20 días de huelga de hambre, acusados impunemente por la justicia kirchnerista?
¿Está justificado, sentarse a la mesa de los Varizat y creerse menos cómplices por no reír, a la hora de los chistes, sobre “lo preparada que está su 4x4 para transitar sobre todo terreno?
Faltan apenas unos días para que se cumpla un año de la desaparición del compañero Julio López.
El primer desaparecido en democracia, debió servir para recusar cualquier ilusión en los enunciados demagógicos del kirchnerismo con respecto al humanismo que inunda su gobierno.
La sociedad argentina ha perdido un tiempo precioso. Se lo debe, en parte, a que estos “referentes históricos” -madres y abuelas- guardaron sus banderas en el cuarto de los trastos de sus nuevas oficinas inmobiliarias.
Develar, que la reorganización del Estado a partir de la hegemonía burguesa no conduce al castigo a los culpables, sino a la creación de nuevos criminales, se ha transformado en un aprendizaje penoso y cargado de víctimas para el pueblo argentino.
El asesinato del maestro Carlos Fuentealba; el atentado criminal de Daniel Varizat en contra de manifestantes en Río Gallegos; la represión de gendarmería en Caleta Olivia en contra de obreros petroleros y periodistas, como antes en Las Heras y en Gallegos; el incremento de los presos por razones políticas y sociales; la persecución a delegados y activistas; los acuerdos económicos con los acreedores internacionales; los escandalosos fraudes electorales y la corrupción que recorre las entrañas al poder, son más que un síntoma. Es el cuadro terminal de la tragedia en curso.
El presidente Kirchner, desde la tribuna, ya no sólo demuestra su insuficiencia para fundamentar un proyecto liberador. Es una muestra viva de quien se sabe en picada, eso explica el griterío histérico y provocador del protagonista.
Su único argumento, son “las urnas rebosantes de votos pingüinos y cristinos” y la amenaza taxativa en contra de la lucha popular. “Aquellos que estén con nosotros serán recompensados, los que no...” dejó entrever en el ya famoso Boxing Club de Río Gallegos, teatro abierto a la representación, una vez más, del patético papel quien ha hecho fortuna en base a exhortos judiciales.
Debemos revisar a Hegel, el hundimiento del kirchnerismo no puede ser la tragedia del pueblo argentino.
La tragedia tiene, en este caso, una solución posible. El pueblo argentino a través de sus organizaciones debe rescatar las banderas históricas de la lucha por los derechos humanos. Exigir la libertad de nuestros presos, la aparición con vida de Julio López, el castigo a los culpables (políticos y materiales) de la represión de ayer y de hoy. Denunciar la caída del kirchnerismo, significa apoyar al conjunto de las luchas que los trabajadores llevan adelante a lo largo y a lo ancho del país.
La burguesía no tiene más remedio, frente a la tragedia se vuelve más peligrosa que un mono con escopeta.