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EL ETANOL, ¿COMBUSTIBLE LIMPIO?
Por: Ángel Rodríguez Álvarez.
(ARGENPRESS.info). Los defensores de la idea de promover la producción de agroenergéticos como sustituto de los hidrocarburos, sostienen que el etanol es un combustible limpio, el menos dañino de los conocidos y empleados hasta hoy. Igualmente le conceden la condición de renovable.
Un análisis del producto a nivel de laboratorio ratificará que efectivamente, en el proceso de su combustión, los porcentajes de emisión de CO2 y otros elementos contaminantes, son muy inferiores a los emitidos a partir del consumo de combustibles fósiles. Su carácter renovable resulta obvio.
Se trata de dos verdades a favor del etanol, pero desdichadamente no es esa toda la verdad, pues un estudio del proceso productivo asociado a ese derivado alcohólico, que incluye siembra de cereales, atención cultural, cosecha, traslado de la materia prima a la fábrica y su procesamiento industrial, dirá que tiene requerimientos no despreciables de combustibles fósiles que, como se sabe, son altamente contaminantes.
Pero hay más. Los gigantescos volúmenes de productos agrícolas destinados a la destilación del novedoso energético van a plantear la necesidad de convertir millones de hectáreas de bosques y selvas de diversas regiones del planeta, principalmente del Tercer Mundo como gran abastecedor, para cultivos de maíz, soya, girasol y otros.
Un solo ejemplo deviene suficiente para comprender la magnitud del problema: Argentina, con un elevadísimo porcentaje de sus áreas rurales ocupadas en la producción agropecuaria, se propone producir 100 millones de toneladas de soya. ¿De dónde sacará las tierras para alcanzar esa meta?
No resulta difícil imaginar los negativos efectos sobre el clima, provocados por la eliminación de áreas que desempeñan un papel fundamental en el necesario y ya precario equilibrio ecológico.
Como es conocido, los bosques y las selvas son altamente beneficiosos, pues ellos absorben grandes cantidades del agua de las precipitaciones y contribuyen a evitar las descomunales, y cada vez más frecuentes inundaciones.
Ellos constituyen barreras naturales que impiden la erosión del suelo y almacenan gran cantidad de nutrientes, fundamentales para la protección del manto freático.
Son a su vez importantes proveedores de oxígeno a la atmósfera, indispensable para el enriquecimiento y limpieza del aire.
Añádase que la soya y el maíz se cultivan en hilera, lo cual provoca erosión de la tierra y requieren enormes cantidades de fertilizantes, herbicidas y pesticidas, cuyos residuos nitrogenados son generalmente deslizados por las lluvias a ríos, lagos y el mar, con su carga degradante.
No menos preocupante resulta la idea de ir, en la búsqueda de mayores rendimientos, a la producción de productos agrícolas transgénicos, con lo cual dejan de ser comestibles y se convierten en sustancias peligrosas para el consumo humano.
Y todo lo anterior tendrá lugar para que los países desarrollados del Norte, básicamente Estados Unidos y Europa, dispongan de un abasto regular de combustible limpio, para ser devorados por sus voraces automóviles. Calcule cuánto etanol necesita EEUU con sus 940 autos por cada mil habitantes, cifra aritmética sencilla indicativa de la existencia allí de unos 280 millones de vehículos de motor de combustión interna.
No estamos anticipándonos a nada. Se trata de procesos en marcha, quizás más acelerados de lo supuesto, con consecuencias visibles ya en la disminución de áreas boscosas en la selva del Amazona, principal pulmón del planeta y en la contaminación de una porción del Golfo de México, con tan poco oxígeno que apenas admite la existencia de vida.
Vista así las cosas, ¿podrá seguirse afirmando que el etanol es un combustible limpio, no contaminante?.