7 de octubre de 2023

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ENFRENTARSE A LA GUERRA IMPERIALISTA

Por: Alfredo Davanzo (*).

15 de mayo de 2007

Luchar por el partido y la revolución. ¿Ha sido el 12 de febrero una verdadera derrota?.

El gran despliegue mediático se ha puesto a trabajar para machacar el mensaje de la omnipotencia del Estado, de la brillante operación preventiva, de la inocuidad de los intentos revolucionarios, etc. Por tanto, se transparentan ya evidentes elementos embarazosos.

¡¿Pero cómo?! ¡¿No les habíamos derrotado ya definitivamente?! (...) Cómo es posible que estén otra vez en el interior de las fábricas y como buenos delegados y no como meros extremistas aislados?! (...) Pero, ¡¿no había desaparecido la clase obrera, extinguida como los dinosaurios?!
Hasta tal punto están derrotados que los dirigentes de la sumisión obrera incluso han declarado una huelga... ¡¡contra los presos!!.

La tragicomedia siempre es significativa en la historia.

Aún más, el refrán sobre los infiltrados... Mientras que nosotros podemos establecer nuestra historia obrera, parecería que los supuestos dirigentes no tuvieran nada que decir nunca, trabajando en las cadenas de montaje o en las obras. Pero no, se equivocan. Alguno ha trabajado. Por ejemplo, en Pirelli, como... ¡cronometrador! (de nuevo la tragicomedia) (1).

En fin, el clamor levantado por nuestras detenciones y las de otros camaradas del movimiento quiere decir algo. Quiere decir que eso afecta a lo más vivo de las contradicciones, que estas detenciones se sitúan en lo vivo de la confrontación de clase.

Incluso desde aquí, en estricto aislamiento, se percibe cómo crece una ola de simpatía y de orgullo proletario en torno a nosotros. Ver en la televisión a obreros anónimos responder a las preguntas terroristas-propagandistas del Goebbels de servicio: No, yo no les denunciaría. Ver el bombardeo de solidaridad aparecido en los muros de numerosas ciudades; ver la valerosa defensa política en las manifestaciones, todo eso da la medida de hasta qué punto existen márgenes de autonomía en el seno del proletariado, de cómo se llegan a reconocer como propias las experiencias de la clase.

Experiencias que merecen una evaluación política y autocrítica, evidentemente. Pero decir autocrítica es decir un análisis para desarrollar fuerzas de clase, para comprender y corregir los errores; para ponerse al nivel de las tareas necesarias y para saber afrontar los medios de la contrarrevolución. Su despliegue de medios, sus innovaciones tecnológicas (y en consecuencia, ciertos retardos por nuestra parte), la tendencia a actuar preventivamente -en la plataforma de la guerra preventiva e infinita a los pueblos- demuestran también cuánto teme el Estado la insurgencia proletaria, la tendencia revolucionaria.

El golpe sufrido por nosotros (en tanto que organización, no en tanto que conjunto de los detenidos/as) es una realidad. Hay que decirlo claramente precisamente para que las fuerzas proletarias puedan extraer las enseñanzas, un balance, y con la finalidad precisa de continuar el combate.
Se excluye naturalmente de ese derecho a la crítica/autocrítica a la fauna oportunista que nosotros imaginamos ya en marcha con su obra derrotista. Quien no se mide al conjunto de tareas necesarias al proceso revolucionario no tiene derecho a la palabra.

Como ya tuvo que decir Lenin frente a tales actitudes:

El paso de la fase de la simple propaganda al de la agitación provoca una cierta desorganización. El paso de la agitación a las grandes acciones en la calle, también. De forma parecida, el paso de las grandes acciones en la calle a la práctica combatiente, guerrillera.

¿Debemos decir, por tanto, que no hay que combatir? No. Nosotros debemos solamente aprender a combatir. Y eso es todo" (De un texto sobre la derrota el movimiento insurreccional de 1905, contra los que, con este pretexto, querían abandonar la lucha revolucionaria).

Y los problemas que se plantean son exactamente esos: aprender a luchar sobre los distintos niveles, hasta el más alto nivel de síntesis, la unidad político-militar. En esta síntesis puede encontrar solución también el problema del Partido, en tanto que instrumento y sujeto necesarios para el desarrollo de una estrategia de gran amplitud.

El hecho de que, de nuevo, haya irrumpido sobre la escena política la instancia revolucionaria (ésta se ha legitimado así en línea recta desde los años 70) es ya en sí un impulso, un paso adelante. Es un impulso a las fuerzas de clase para que se orienten en la tendencia necesaria y posible; para que se apliquen a las tareas y problemas reales y resolverlos. Y solamente en la praxis se resuelven los problemas, por difíciles y complejos que sean.

En estos mismos días asistimos a la enésima vergonzosa capitulación de las pretensiones reformistas de los obstinados promotores de la vía institucional-parlamentaria. La izquierda radical-reformista ilusiona a las masas con la utilidad de ir al parlamento e integrar una solución gubernamental que sólo puede ser de naturaleza capitalista-imperialista. Hace un poco de folklore, mucho ruido y, después, al pie de los muros de los "compromisos imperativos" con la OTAN, los USA, la Comisión de la UE, el FMI (y otros directorios imperialistas), tiene que capitular ignominiosamente, debe situarse detrás de las peores políticas antiproletarias y neocolonialistas.

Esta izquierda acaba por cumplimentar un papel de recuperación frente a los movimientos de masas, de desmoralización y de desmovilización desde el interior; siembra el fatalismo y las imbecilidades ideológicas tales como el pacifismo (una de las peores imposturas que, justamente, los poderosos -sobrearmados- propagan entre los oprimidos a fin de que ellos, sí, queden desarmados y [palabra ilegible]). Como lo ha dicho el honorable Russo Spena (2), tráteme de agente del imperialismo USA, pero yo voto por el gobierno. Exacto señor diputado: ¡ustedes son un rebaño de estúpidos agentes y no solamente del imperialismo USA sino también del imperialismo italiano!.

Miremos la realidad del mundo actual. Algunos hechos mayores dicen mucho sobre el envejecimiento de muchas tentativas reformistas:

1) Los lobos imperialistas históricos, después de haber desencadenado guerras de agresión por todas partes, después de haber arrojado regiones enteras en un caos sangrante (del tricontinente a los Balcanes), trabajan hoy en nuevas etapas de progreso: la minibomba atómica. Denunciando los acuerdos SALT-2 (que constituyen el cuadro limitativo de la proliferación nuclear con la ex-URSS), por decisión unilateral en 2002, los estrategas USA declaran abiertamente: ¡La utilización de la bomba atómica como disuasión, en equilibrio de terror, una vez logrado, será un arma ofensiva y de primera instancia; incluso contra países que no dispongan de ella! Los criminales imperialistas siempre han demostrado que mantienen su palabra en lo que a sus grandes definiciones doctrinales respecta. Y para realizar esta última, tienen necesidad precisamente de una bomba utilizable: masacra, sí, pero no demasiado. En fin, ¡ellos se preocupan del equilibrio entre lo militar y lo político!.

Este diseño (que es la cúpula de toda una escalada en curso, de la que se puede ver el empleo de armas nuevas y devastadoras sobre la cabeza de los pueblos oprimidos) avanza desde hace un tiempo y eso no puede significar más que guerra y más guerra; de una extensión y una potencia multiplicadas.
Así los imperialistas de nueva generación (China, India, Rusia) se han lanzado igualmente en una carrera de armamentos y en estrategias agresivas, inevitablemente belicistas. Mao ha dicho: O la revolución impide la guerra, o la guerra desata la revolución.

2) La aceleración de la competencia por los mercados (efecto de las leyes inherentes del capitalismo, de su crisis de carácter histórico de superproducción de capital), produce una devastación social sin precedentes. La presión de la tasa de explotación (ellos la llaman productividad-competitividad), única fuente de plusvalía, se ha hecho feroz, obsesiva. Vemos reaparecer o, más exactamente, extenderse de nuevo, las formas más salvajes de explotación incluso aquí en los centros imperialistas; ¡mientras que en el tricontinente las zonas industriales son simplemente campos de concentración! Las recientes explosiones obreras violentas en Bangla Desh y en China son testimonio trágico de ello.

La síntesis entre esos dos grandes hechos es la esencia del imperialismo, que no es un hecho político banal de política exterior (como los estúpidos revisionistas mencionados arriba se empeñan en hacer creer), sino la naturaleza misma del mundo de la producción capitalista. El imperialismo es la continuación de la explotación por otros medios.

El horizonte de la guerra pertenece a esta formación social.

El proletariado y los pueblos oprimidos no tienen elección. Están obligados. A la guerra imperialista y reaccionaria, que siempre seguirá sacudiendo el mundo en el futuro, solamente se puede oponer la tendencia a la guerra popular prolongada, revolucionaria y de clase. Lo que ya es una realidad en ciertas áreas del tricontiente hasta Turquía, afectando a Europa.

Este contenido forma parte también del carácter de la guerra y del proceso que conduce a ella. La violencia revolucionaria es muy diferente de la violencia reaccionaria; mil ejemplos lo demuestran, desde lo que pasa en Irak o en Nepal hasta nuestra historia italiana. Y ese proceso es justamente un recorrido de contenido y medios, de constitución del proletariado en fuerza ideológico-político-militar independiente. Constitución que puede darse solamente en lo vivo del enfrentamiento, aprendiendo a combatir, construyendo las condiciones para transformar la resistencia popular en una verdadera lucha de clases, es decir, en lucha por el poder.

En ese proceso podrán participar el conjunto de fuerzas y formas organizadas tan variadas que sabrán posicionarse en relación a esas necesidades fundamentales, a esas orientaciones de perspectiva. Ahí hay sitio para cualquiera que seriamente y con coherencia esté dispuesto/a a avanzar hacia la revolución.
Las caricaturas que querrían reducir el proceso revolucionario a las peripecias de algunas organizaciones iniciales, como la nuestra, forman parte del contexto derrotista y desarman a la clase. Nosotros decimos a todos/as los militantes sinceros/as, a las fuerzas de clase, a todos/as los proletarios/as que buscan una salida a las pesadillas sanguinarias a las que el imperialismo nos condena, a todos/as los/as que se plantean el problema de abrir una nueva perspectiva revolucionaria:
Hay que cortar el cordón umbilical con el juego político institucional, romper la cadena electoral-parlamentaria que, en un país imperialista podrido (como el nuestro), no tiene ya ningún valor útil para la clase, sino que encarcela y subordina.

Hay que afrontar los diferentes planes de lucha en el sentido del desarrollo de la autonomía de clase: organismo de masas en el seno de las luchas y partido comunista en la unidad político-militar
Hay que desarrollar las lucha no para alcanzar "tragicómicas conquistas inmediatas" (Marx), sino en el sentido de la acumulación de fuerzas en una estratega de lucha revolucionaria precisa.
Sin organización de ataque, la defensa queda impotente, se dispersa y es recuperada por los profesiones de la sumisión de clase.

La verdadera solidaridad con la resistencia armada de los pueblos oprimidos está en el desarrollo del proceso revolucionario en todos los países, en nuestro propio país, fortaleciendo así el frente unido antiimperialista e internacionalista.

Este texto es personal a causa del aislamiento carcelario que no nos permite comunicarnos y debatir, no como una concesión al estúpido individualismo burgués.

Notas:

(*). Alfredo Davanzo. Militante para la constitución del Partido Comunista Político-Militar. Preso comunista italiano, detenido actualmente en 20052 Monza (Milán), Casa Circondariale, via San Quirico 167.

(1) Se trata de Cofferati, el anterior secretario general de la CGIL, uno de sus jefes más prestigiosos y, por tanto, un gran colaborador revisionista.
(2) Diputado del Partido de la Refundación Comunista, el partido revisionista.