7 de octubre de 2023

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AMÉRICA LATINA EN LAS TENSIONES DE LA ECONOMÍA MUNDIAL

Por: Eduardo Lucita.

12 de marzo de 2007

(La Haine). El atentado a las Torres Gemelas en septiembre del 2001 puede considerarse un punto de inflexión tanto en la política como en la economía mundial, que acentúa tendencias anteriores pero que incorpora nuevos elementos. El redespliegue militarista y la recuperación de la economía norteamericana están en el centro de este proceso.

Desde inicios del 2003, luego de la puesta en marcha de la maquinaria bélica, se verifica una retomada del ciclo alcista de la economía, particularmente de la estadounidense, hegemónica a nivel mundial y con una incidencia sobre el conjunto que es más que proporcional a su peso específico.

El resultado más general es que la economía mundial está transitando su cuarto año de crecimiento generalizado en prácticamente todo el planeta.

Desde entonces el gasto militar y la baja de las tasas de interés en los EEUU., que ahora han retomado un ciclo alcista acotado, han operado como mecanismos anticíclicos, en tanto que la política ofertista se ha visto reimpulsada por la reducción de impuestos a las grandes empresas y sectores de altos ingresos.

Su consecuencia más visible ha sido una exacerbación del consumo doméstico -ahora focalizado en la llamada “burbuja” inmobiliaria- el crecimiento extraordinario de los déficits comercial y financiero y un fuerte endeudamiento externo.

Uno de los debates centrales que hoy cruzan las preocupaciones de los economistas es si esta fase alcista del ciclo culminará en lo que llaman un “aterrizaje suave” -esto es si se podrán administrar las tensiones que genera la depreciación sostenida del dólar, evitando o atenuando las consecuencias de una recesión-, o bien si el “aterrizaje duro” es inevitable, el dólar sufriría entonces una fuerte devaluación que abriría las puertas a una recesión generalizada que se propagaría al conjunto de la economía mundial.

Los debates en curso no remiten solo a esta cuestión, por decisiva que la misma fuere. La emergencia de China y los países del sudeste asiático como un nuevo polo en la economía mundial así como el papel que están jugando en la administración de las crisis cíclicas del sistema no pueden soslayarse.

Este bloque regional, cuyas economías avanzan en su integración, tiende a equiparar al bloque de la Unión Europea y amenazan con disputarle en las próximas décadas la hegemonía económica a los EEUU.

Son numerosos los indicios que pondrían en evidencia que el imperialismo norteamericano ha ingresado en su fase de decadencia, tal vez aquí hay que buscar las razones de su renovada ambición por los recursos naturales y su actitud exacerbada de gendarme mundial.

Por debajo de estas tendencias subyace otra cuestión: un profundo proceso de confrontación no antagónica, pero si contradictoria que tiene como objetivo el reordenamiento del mundo. Lo que está en discusión es la forma futura de gestión para el planeta, entre un capitalismo unipolar centrado en los EEUU. y otro multipolar administrado por las Naciones Unidas.

Los mecanismos de acumulación por “desposesión”, propios de la etapa de la acumulación originaria se expandieron en los últimos 25 años amparados en la hegemonía financiera. Desplazamientos de poblaciones y apropiación de tierras; depredación de las riquezas naturales; expropiación de saberes seculares a los pueblos originarios; mercantilización de servicios esenciales... América latina ha sido de las regiones del mundo -no la única- que más han sufrido estas políticas globales.

La deuda pública de los países de la periferia resultó un mecanismo expoliador que no solo transfirió enormes masas de recursos a los países centrales sino que condicionó y condiciona aún cualquier política alternativa.

El retroceso social impuesto en todo el mundo, la imposición de una deuda tan ilegítima como impagable y el fracaso de los planes de reparación y desarrollo ha llevado al descrédito a los organismos financieros internacionales, sean el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

La voracidad de este saqueo ha provocado fuertes resistencias que se expresan en la diversidad que contiene el movimiento alter-globalización que hoy recorre el mundo, y que adquiere formas y dimensiones propias en América latina.

Cobran así significado los movimientos campesinos, indigenistas, ecologistas, de la sociedad civil en general en defensa de la soberanía alimentaria; de la biodiversidad y el equilibrio ecológico; de recursos estratégicos para la vida y el desarrollo como los hidrocarburos y el agua; contra la privatización de los servicios, de las pensiones públicas y de la cultura; contra el libre comercio y la libertad en el movimiento de capitales. Contra la guerra.

Pero aún la tierra misma se ha rebelado. Las catástrofes naturale, el Tsunami en la costa asiática; los terremotos en Cachemira o los tornados en el Caribe y en el sur de los EE.UU, el reciente tifón en la costa sudeste de China, el desborde incontrolable del río Bermejo en el norte de Argentina, han mostrado una capacidad destructiva que registra pocos antecedentes, constituyen una verdadera insurrección de la naturaleza contra un sistema económico que maximiza ganancias sin considerar sus efectos sobre el hábitat natural y sus necesarios equilibrios.

El empantanamiento en las guerras de Irak y en Afganistán; el callejón en que se encuentra la situación en Medio Oriente, la radicalización de la resistencia palestina y el fiasco de su agente en la región, el Estado de Israel, con el triunfo electoral de Hamas y la impotencia para vencer a Hezbollah en el Líbano; el descrédito de las administración Bush y el fracaso para imponer su candidato en la Secretaría General OEA; los obstáculos y resistencias que comienzan a insinuarse en Europa, particularmente en Francia.

Los reiterados fracasos de la OMC; el errático rumbo del ALCA; el fracaso del Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina; los alzamientos y derrocamiento de gobiernos en diversos países de América latina; las discrepancias por la declaración final entre EEUU y los gobiernos de los países que participaron en la IV Cumbre de las Américas y la reciente reunión del MERCOSUR, ambas en Argentina, son todos indicadores de que las armas del neoliberalismo ya no tienen el filo cortante de otros momentos.

En el plano político hay indicios de que el ciclo de barbarie militarista comenzado inmediatamente después de los atentados del 11/9, podría llegar a su límite con la frustrada ofensiva de Israel en el Líbano y las irresponsables amenazas sobre Irán. Se está haciendo demasiado evidente no solo el fracaso de la política de “guerra permanente” sino también de las dificultades económicas para sostener los costos del “unilateralismo”.

Esta realidad amenaza con tener un fuerte impacto político sobre los gobiernos de EE.UU., Inglaterra e Israel.

Así la deriva de la actual coyuntura económica mundial es tan compleja como contradictoria y preocupante.

En lo que sigue trataré de exponer sintéticamente lo que entiendo son las principales tendencias y tensiones que se verifican en la economía mundial, particularmente aquellas que pueden impactar de una u otra manera, según su desenlace, en la economía de América latina, que ha visto profundizar su crisis particularmente en la última década.

Algunos rasgos de la economía mundial

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Tanto a nivel mundial como local -claro que con distintas intensidades- se transita por el agotamiento de la fase neoliberal del capital, aún cuando algunos países de peso, como Brasil e India por ejemplo, hayan ingresado con retraso en las reformas regresivas que este impulsa. Agotamiento que no es por su fracaso sino por su éxito. Exito porque ha logrado imponer la mayoría de los objetivos económicos -que no los políticos- que se propuso. Agotamiento en el sentido que ya ha perdido vitalidad, -esa fuerza arrolladora que mostró a partir de la segunda mitad de los años ’70, particularmente en lo ’90 en nuestra región- para continuar con las transformaciones regresivas. Claro está que sus efectos serán duraderos.

Este proceso se inicia en los comienzos de los años ’70, con el agotamiento de la onda larga iniciada en la segunda posguerra -ya a fines de la década de los ’60 la tasa media de ganancia de los capitalistas a escala mundial daba muestras de un serio debilitamiento- seguida por la crisis del petróleo que dio origen a la masa de petrodólares. Una plétora de capital financiero que no encontraba oportunidades de inversión productiva acordes con la rentabilidad que necesitaban.

Haciendo lo que algunos autores llamaron entonces “uso de la crisis” el capital inicia una fuerte ofensiva sobre el trabajo. Ofensiva generalizada y sostenida. Sostenida porque se desarrolla sin solución de continuidad desde mediados de los ’70 hasta nuestros días y generalizada porque se ha desplegado sobre el conjunto de las conquistas obreras que los trabajadores y las clases subalternas habían levantado, generación tras generación, como barreras contra la voracidad del capital.

La continuidad de esta ofensiva formó parte de un lento y extendido proceso de reestructuración capitalista, un reordenamiento de los espacios industriales, de los procesos productivos y de servicios, donde las nuevas tecnologías han jugado un papel determinante. Esto fue acompañado por cambios en el rol del Estado, el pasaje de lo que conocíamos como el “Estado Nacional de Bienestar” a lo que ahora se le llama “Estado Nacional de Competencia”. Dicho en pocas palabras, significa: desregulación, libertad de mercados, apertura de la economía, libre circulación de mercancías y capitales.

El resultado general de estos cambios ha sido el establecimiento en términos duraderos de relaciones de fuerzas favorables al capital en detrimento de los trabajadores y las clases subalternas; fuerte desvalorización de la fuerza de trabajo y también fuertes incrementos de la productividad.

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Esto derivó en una recomposición de la tasa media de ganancia de los capitalistas. Ya hacia fines de los años ’80 los teóricos de la “Escuela Francesa de la Regulación” señalaban que la tasa de ganancia en los países centrales daba signos de recomposición, lo que el capital no encontraba, por falta de la necesaria demanda solvente, era la forma de realizarla. Hoy la demanda se ha recompuesto en gran parte -la recuperación de los mercados del llamado bloque socialista y de la China son más que decisivos en esta recomposición- y esto se traduce en fuertes incrementos de la masa global de ganancias y, como es de suponer, en incremento de la tasa de inversiones.

Todo este proceso de reestructuración a escala mundial se dio bajo la hegemonía del capital financiero, y Argentina conoce en detalle lo que significa cuando la acumulación se centra en la valorización financiera: achicamiento del mercado interno, descapitalización, desindustrialización, cierre de fuentes de trabajo, desmejoramiento acelerado de la calidad de vida de los sectores populares, incremento exponencial de las desigualdades.

Ahora acompañando el agotamiento de la fase neoliberal el capital productivo ha comenzado a recuperar espacios frente al financiero. Estos cambios son mucho más notables en los países centrales que en los periféricos, pero también se comienzan a percibir entre nosotros, y se ven nítidamente en los EE.UU, la mayor economía del mundo. Algunos estudios muestran que en los ’80 y parte de los ’90 la punción que el capital financiero hacía de las ganancias de las empresas no financieras era del orden del 35%, en la actualidad esta punción es del orden del 20%, pero en los momentos de alza rápida del ciclo no alcanza a superar el 10%.

Un elemento claro de esta tendencia es la política de tasas de interés de la Reserva Federal entre 2001 y 2004, que llevó la tasa de federal funds al 1%, un nivel sin precedentes en las últimas décadas en el contexto de una oferta monetaria muy laxa.

No obstante desde mediados del 2004 la Reserva Federal, buscando contener la inflación y bajar el nivel de actividad interno, elevó la tasa, que luego de 17 alzas consecutivas, se estacionó en 5.25%.

En períodos de hegemonía del capital financiero la relación capital/trabajo tiende a diluirse -obviamente no es que desaparezca, la persistencia del capital por imponer a rajatabla la flexibilización de la fuerza de trabajo lo pone en evidencia- y la atención se centra en la disputa entre las distintas fracciones del capital.

En Argentina, por ejemplo, durante casi toda la década de los ’90 la mayoría de los economistas progresistas analizaban todo en términos de las “cúpulas empresarias”.

Por el contrario cuando el capital productivo recupera protagonismo la relación capital/trabajo reaparece en el centro de la escena. La ola de conflictos sindicales en Francia a partir del ’95 con la gran huelga de los servicios públicos, especialmente los ferroviarios, luego seguida en otros países de Europa y también en los EEUU.; la aparición de fuertes expresiones sindicales en Sudáfrica y en Corea del Sur; la emergencia de nuevas organizaciones sindicales en Francia y en Italia -los sindicatos Sub y los Commitatto de Base- la actual crisis y fractura en la ALF-CIO en los EEUU., CONLUTAS en Brasil, son algunos datos a retener.

En nuestro país acompañando el actual ciclo expansivo han reaparecido las luchas de los trabajadores ocupados, nuevos dirigentes sindicales de base e incluso intentos de reorganización por fuera de las estructuras tradicionales.

Ahora los economistas del progresismo hablan mucho menos de cúpulas empresarias y ponen el acento en la distribución del ingreso o de la riqueza los más audaces, lo que es una forma oculta de hablar de la relación capital/trabajo, porque según la orientación de esta distribución se afecta a uno u otro de los componentes de esa relación.

No obstante no puede dejar de señalarse que en la economía estadounidense la política de dinero blando estimuló “burbujas” financieras; primero fue la del mercado de acciones y, en la actualidad, en el inmobiliario.

Ultimamente periódicos especializados han remarcado que el mayor gasto en el sector inmobiliario dinamizado por su valorización explicaría un 60% del incremento de la demanda en los Estados Unidos. Algunos economistas caracterizan esto como un ciclo expansivo “tirado por las finanzas”.

Sin embargo la “burbuja” inmobiliaria no puede equipararse a la bursátil. Esta se sustenta en la especulación lisa y llana, mientras que la inmobiliaria si bien tiene un componente especulativo en el proceso alcista de los precios y en las rehipotecas, tiene una base de actividad productiva. Como es conocido la industria de la construcción mueve un número más que importante de industrias conexas, que significan procesos productivos, inversión de capitales y creación de empleos.

No obstante los últimos datos disponibles muestran que la política de suba de tasas de interés dio resultados, la economía estadounidense ha frenado su crecimiento a menos de la mitad del año pasado.

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Estas transformaciones mundiales han dado lugar -particularmente luego de la implosión de la URSS y la caída del Muro de Berlín, que en su momento dieron nuevo impulso a la ofensiva neoliberal- a una nueva matriz de relaciones internacionales donde la interdependencia creciente entre los países y la conformación de bloques económicos regionales -UE, el NAFTA, el CAFTA, la ASEAN, MERCOSUR, también los intentos del ALCA, son la base de lo que conocemos como globalización. Término que en realidad no hace más que identificar otra fase del proceso histórico de mundialización del capital, que como todo proceso de estas características no es lineal ni automático sino que tiene avances y retrocesos.

La desintegración del modelo estalinista en Europa Oriental y en la Unión Soviética puso fin a la llamada guerra fría, o política de enfrentamiento entre bloques -el campo socialista y el campo capitalista- lo que puso nuevamente a la luz que hay países opresores y países oprimidos y que en cada uno de estos países hay confrontación de clases, pero sobre todo hizo mas visible la dinámica de las contradicciones y luchas intercapitalistas a escala mundial.

Si en los años ’80 la supremacía de los EEUU. era cuestionada por el ascendente Japón y la Comunidad Europea, encabezada por Alemania, hoy es incuestionable que la economía norteamericana es hegemónica, a tal punto que estimativamente el 60% de la expansión de la economía mundial se explica por el crecimiento económico de los EEUU.

Este dato es más notable aún si se tiene en cuenta que EEUU. aporta el 21% del PBI mundial, la UE. ampliada más o menos el 24%, el Japón el 7%, y la China, la potencia emergente de esta época, más del 12% (algunas informaciones recientes dan cuenta de que China ha recalculado su PBI y que este sería un 20% superior a lo que se pensaba hasta el momento, de ser así se ubicaría como la cuarta economía del mundo desplazando a Gran Bretaña).

Como puede verse la influencia de la economía norteamericana sobre la mundial es más que proporcional a la participación de su PBI. Su crecimiento está sustentado en el consumo interno. Los EEUU. viven por sobre sus posibilidades, consumen más de lo que producen, y esa brecha la cubren con importación de productos. Esta es la razón del actual gigantesco déficit comercial que es del orden del 5.5% de su PBI.

La magnitud de este déficit permite entender el énfasis puesto en el ALCA, la zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego, propuesta en los inicios de los ’90 por el primer presidente Bush, continuada por la administración Clinton y que debiera concluir bajo el mandato del segundo presidente Bush (hijo). Esto es, el ALCA tiene el visto bueno de demócratas y republicanos y es una política de Estado para los EEUU.

Pero a la par de este déficit coexiste otro, el fiscal que ya superaría el 6%, (téngase en cuenta que en el 2000 el presupuesto americano era superavitario!) y que es producto de las partidas adicionales para financiar las guerras en Irak y en Afghanistán y la política de reducción de impuestos a las empresas y a las clases altas, como forma de impulsar el consumo interno. Además el envión de estos años a las inversiones internas esta solventado en gran parte por fondos provenientes de otros países. Los EEUU. son hoy el principal país deudor del mundo.

Es este déficit fiscal de los EEUU, y la necesidad de los países europeos de cumplir con los stándares presupuestarios de la UE, lo que ha llevado al FMI a impulsar una política de recobro de sus prestamos a los principales deudores para así bajar su exposición crediticia y requerir menos fondos de los países del Grupo de los siete (G7). Así Rusia, Brasil, Argentina y otros países de menor envergadura económica han pagado el 100% de sus deudas, en tanto que Turquía e Indonesia, los otros dos grandes deudores, el 34.4% y 19.6% respectivamente.

Esta política global es lo que algunos gobiernos, particularmente el argentino, intentando hacer pasar los pagos como políticas autónomas y decisiones soberanas, llaman “desendeudamiento”.

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El actual crecimiento de la economía norteamericana no es solo una cuestión de excedentes financieros, está también fuertemente impulsada por el complejo militar industrial. El gasto militar, es sabido, tiene un fuerte poder multiplicador, se estima que por cada dólar entregado al Pentágono el PBI crece 3.5 dólares al cabo de cuatro trimestres. Así la multiplicación de los conflictos bélicos puede verse no solo como instrumento geopolítico, de favorecimiento de la apropiación de recursos naturales, de la imposición de una “autoridad mundial”, sino también como forma de activar el mecanismo de la acumulación.

En busca de convalidar este estado de violencia los EEUU. tratan de imponer una nueva noción de soberanía que legitime la violencia estatal. Así en el Kosovo la agresión militar se disfrazó de “guerra humanitaria”; en Afganistán fue “guerra antiterrorista”; en Irak se trató de “guerra preventiva”. En la ofensiva sobre el Líbano, en la que no puede obviarse el rol jugado por los EEUU., Israel habla de “guerra reparadora”.

Esta lógica perversa desemboca en un estado de guerra permanente y esto lleva a redefinir el enemigo en forma continua, a inventarlo, a elegirlo en cada caso.

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Nunca antes los EEUU. tuvieron un déficit comercial tan grande y ningún país antes representó en términos relativos tanto en relación a la economía mundial. Esto es lo que lleva a muchos investigadores y analistas a calificar a la situación internacional como la “Economía mundial como un solo motor” y a preguntarse ¿hasta cuando el mundo puede seguir contando con el consumo de los EEUU.?

Hay quienes auguran que esta situación no es sustentable, que más allá de los movimientos del ciclo corto se continúa en la onda larga de baja inaugurada a fines de los ’60, que se avecina una nueva crisis financiera, y que para equilibrar su comercio exterior los EEUU. deberían devaluar su moneda en el orden del 40%. (en los últimos años acumula una perdida del orden del 35% frente al Euro)

Es claro que si esto se produce -el temido “aterrizaje duro”- llevaría a una fuerte perdida a los tenedores de bonos de los EEUU, que verían desplomarse su cotización -estos bonos están mayoritariamente en poder de la China y los países del sudeste asiático- lo que llevaría a una guerra comercial de proporciones, que bien podría desembocar en una crisis mundial, que algunos presumen de la envergadura de la de los años ’30.

Sin embargo es necesario tener en cuenta al repasar las últimas crisis cíclicas que si la frecuencia entre una y otra se viene acelerando, las mismas ya no se originan tanto en los países centrales sino en la periferia, con un impacto menor sobre la economía mundial. Tal vez este mecanismo de incrementar la frecuencia pero descentralizarse pueda estar operando como válvula de escape que posterga una gran crisis.

Pero paralelamente hay quienes plantean que la economía mundial ya no marcha con un solo motor, que hay un segundo motor que no es otro que la China, que luego de 26 años de reformas capitalistas sostenidas, crece a tasas muy altas desde hace más de una década larga.

Es la primera fuente mundial de acumulación de capitales productivos, que combina una activa política exportadora con el desarrollo del mercado interno y grandes obras de infraestructura. China es hoy el principal importador mundial de acero, cobre, cemento y granos. Tiene una interdependencia creciente con la economía mundial, y a su vez esta también depende mucho del desarrollo de China.

Basados en esta situación objetiva es que otros analistas sostienen que los déficits gemelos de los EEUU. no constituyen un problema insalvable -aunque obviamente son un serio problema a tal punto que el FMI ha alertado sobre estos riesgos - que no concluirán en una abrupta caída del dólar y en la recesión generalizada. Sostienen que China, y los países asiáticos, también Rusia, continuarán comprando deuda de los EEUU. para sostener el dólar y mantener la competitividad de sus economías.

El caso chino es paradigmático: necesita desarrollar fuertemente su sector industrial pues tiene que absorber una población rural excedente de 200 millones de personas, y necesita no menos de 10 años para ello.

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Se habla entonces de un nuevo Bretton Woods, o del “Bretton Woods resucitado”. En este nuevo “acuerdo” no explicitado los EEUU. llevan una política controlada de debilitamiento del dólar; los países de la zona euro una política de tipo de cambios flexibles y metas de inflación controladas por los bancos centrales; en tanto que los países asiáticos resisten la revaluación de sus monedas para sostener sus altas tasas de crecimiento. Esta ecuación del sistema monetario permitiría mantener la balanza de poder y el equilibrio, obviamente inestable, de las finanzas mundiales -el más que benigno “aterrizaje suave”-.

De hecho durante los últimos 24 meses la Reserva Federal elevó sistemáticamente la tasa de interés de corto plazo llevándola a 5.25%, buscando ralentizar el crecimiento de su economía, y en tanto que el gobierno de EE.UU puso incentivos fiscales a la repatriación de ganancias de sus empresas en el exterior, mientras que China flexibilizó su tipo de cambio revaluando levemente el yuan. Medidas insuficientes pero que indican una voluntad de corregir los desequilibrios existentes.

No obstante recientemente China anunció su intención de iniciar un proceso de diversificación de la canasta de monedas que conforman sus reservas internacionales, sin que quedara claro cual será la magnitud de esta diversificación.

Claro que en el Bretton Woods original, la periferia del sistema, que actuaba contrabalanceando las tendencias del centro, hoy como ayer los EEUU, eran la Comunidad Europea y el Japón, un grupo de países mucho más compactos e identificados con una política mas general que por otra parte salían de la guerra. En tanto que hoy la periferia identificada con los países del Asia es mucho más numerosa y heterogénea, y además la UE sigue allí terciando con sus propias políticas.

Por otra parte la reedición de un orden monetario mundial keynesiano encuentra importantes límites. Por un lado, el capital financiero -que ha resignado espacios pero sigue pesando- se vería seriamente afectado. Por el otro, el gran capital industrial continúa resistiendo las regulaciones a la libre movilidad de los capitales porque en el marco actual, esa movilidad le permite volcar sus sobrantes a los mercados monetarios para obtener ganancias, sobre todo en momentos de menor nivel de actividad y, además, porque su expansión depende, en esta etapa, de que no existan trabas a las inversiones entre naciones. De ahí la insistencia de los grandes países del mundo por la “libre” circulación de capitales, y los acuerdos de inversión que impulsan los EEUU.

Sin embargo para otros estudiosos y analistas sería la primera vez desde la época de la Revolución Industrial que crece al mismo tiempo la demanda de todos los “commodities”: granos, minerales, energéticos y acero. Hasta no hace mucho cuando crecía la demanda de unos bajaba la de los otros y así de corrido. Basado en este carácter único de la demanda, en los fuertes incrementos de la productividad en EE.UU y de la inversión en China, es que auguran una nueva onda larga de crecimiento capitalista.

No debe dejar de computarse que la India está creciendo a tasas del orden del 6 al 8% anual y que, sin llegar a los extraordinarios niveles chinos, es un fuerte demandante de inversiones y de productos para la industria. Así también debe tenerse en cuenta que la segunda y tercera economías del mundo, Japón y Alemania, dan muestras de acompañar la reactivación mundial en curso.

Los analistas de la economía mundial hablan de la capacidad de atraer inversiones de los países del llamado grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China, aunque las prioridades son exactamente inversas a las que surgen de sus siglas)

Claro está que debiéramos incorporar al análisis el precio del petróleo que está ya por sobre los 70 dólares el barril, y hay quienes auguran que pasará los 100 en breve plazo y que si este valor se mantiene mucho tiempo una recesión generalizada sería inevitable. A diferencia de otros períodos en que el precio del barril se disparaba por reducción de la oferta, ahora la OPEP mantiene los niveles de producción más elevados de los últimos 25 años, lo que empuja los precios es una demanda sostenida producto del crecimiento de la economía mundial.

Las proyecciones del crecimiento de China y los países del sudeste asiático permiten suponer que en las próximas décadas constituirán un polo económico capaz de disputarle la hegemonía a los EE.UU. Cabe interrogarse aquí sobre cual será la respuesta en el plano militar donde la hegemonía norteamericana no parece correr ningún peligro.

En otras palabras ¿como se resolverá en el tiempo la asimetría cada vez más pronunciada entre la tendencia declinante del dólar como moneda de cambio y atesoramiento de valor y su cada vez mayor poderío militar?

Pareciera hacerse cada vez más evidente la respuesta: la actual política de guerra permanente y la militarización imperialista serían el resultado directo de un sistema de acumulación del capital sostenido en la mundialización mercantil y del debilitamiento de la hegemonía norteamericana.

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En América latina como expresión del agotamiento de la fase neoliberal del capital el llamado Consenso de Washington, pensado a fines de los años ’70 para imponer un modelo de acumulación que reemplazara al de sustitución de importaciones vigente entre los ’40 y los ’70, ha ingresado en un cono de sombras.

Las políticas del ajuste estructural que impulsara el Consenso en los años ’80 y ‘90, han concluido con la exclusión de la producción y del consumo de millones de personas en todo el continente. Con una fuerte concentración de la riqueza y también fuerte expansión de la pobreza. Hoy en América latina más del 40% de su población es pobre y entre el 15% y el 20% indigente y las desigualdades sociales se han acrecentado.

Después de casi un cuarto de siglo la región no cuenta con un nuevo modelo de acumulación y desarrollo capaz de dar respuesta a las necesidades crecientes de su población, por el contrario está inmersa en medio de una catástrofe social sin precedentes.

América latina está nuevamente en transición, en busca de un nuevo horizonte, luego de la ofensiva neoliberal.

La mayoría de las economías de la región tienen hoy fuertes grados de complementariedad con las tendencias de la economía mundial. El actual ciclo expansivo de la economía latinoamericana es reflejo de lo que sucede a nivel mundial, que en promedio está creciendo a tasas cercanas al 5%.

Chile lo hace al 6%, Perú, Venezuela, Colombia, Uruguay entre el 4 y el 5%, Brasil y México entre el 3 y el 4%, Paraguay al 2.5%, Venezuela al 9%. Argentina lleva ya cinco años de crecimiento sostenido al 8 ó 9% anual.

Prácticamente todos los países han mejorado su competitividad internacional y mantienen una política exportadora permanente, aprovechando la inversión de los términos del intercambio, que ahora favorecen a las materias primas y los commodities, merced a la demanda de China y la India.

Si antes un tipo de cambio que sobrevaluaba la moneda era síntoma de fortaleza ahora una moneda subvaluada es una estrategia para sostener una política exportadora, que siguen casi todos los países con excepción de Brasil. Las balanzas comerciales, cuyo déficit era en los ’90 señalado como positivo, son ahora superavitarias. Los déficits fiscales crónicos se han revertido y las cuentas son ahora positivas. Las reservas internacionales de casi todos los países están en franca recuperación.

Al mismo tiempo, y no obstante la catástrofe social provocada por la políticas del Consenso muchos de sus presupuestos básicos forman parte de una suerte de “sentido común” de los gobiernos de la región.

Disciplina fiscal, control monetario, política exportadora permanente, subvaluación de la moneda, apertura de la economía, mantenimiento de las privatizaciones y renegociación de los contratos, jubilaciones privadas como fuente de mercado de capitales.

Este doble juego de complementariedades favorece el crecimiento de las grandes variables macroeconómicas pero mantiene, sino agudiza, los desequilibrios estructurales del capitalismo regional.

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Sin embargo la presencia de nuevos gobiernos, el rechazo a la Asociación para el Libre Comercio entre las Américas (ALCA) y el estruendoso fracaso de la Cumbre de Presidentes en Mar del Plata; así como la reciente reunión ampliada del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) que sancionó el ingreso de Venezuela, con la presencia del líder cubano Fidel Castro, han abierto un nuevo cuadro de situación en la región. Cuadro que se inscribe en el ciclo de conflictos sociales, crisis políticas y transiciones que recorre los países al sur del Río Bravo.

Es en este marco que los gobiernos y parte de las burguesías locales de los países del Cono Sur buscan replantear sus iniciativas político-económicas y sus posicionamientos frente al imperio. Sin embargo no resulta un emprendimiento que pueda ser resuelto en bloque, ya que son numerosas las contradicciones entre los países y sus gobiernos.

La emergencia de la república bolivariana de Venezuela y su creciente liderazgo político en la región hace que Cuba ya no esté en soledad. Grandes movilizaciones e insurrecciones sociales en Bolivia terminaron imponiendo un triunfo democrático popular de proporciones. Los intereses de etnia, clase y nación encuentran expresión política en este triunfo de proyecciones insospechadas, que repercute en Perú y también en Ecuador.

La reciente nacionalización de los recursos hidrocarburíferos en Bolivia, la anulación de los contratos de concesiones y su mutación por locación de obras, la renegociación del precio de sus exportaciones, es una muestra de las posibilidades que hay en la región de revertir políticas privatizadoras y recuperar para el Estado cierta capacidad de decisión sobre los recursos estratégicos.

El debate ahora pasa por el destino a dar a esa renta estatal. O se la orienta a financiar la reforma agraria, a apoyar la agricultura local, a elevar los salarios, a obras de infraestructura y servicios sociales, o se la orienta para financiar el negocio de las grandes corporaciones, manteniendo las desigualdades históricas.

Este debate sobre la recuperación de la renta petrolera y su utilización ha superado las fronteras bolivianas y forma parte ya de la agenda en numerosos países latinoamericanos.

De avanzar en esta dirección se consolidaría un polo con gobiernos surgidos de procesos electorales que buscan reapropiarse de la renta de la tierra (petrolera y minera) con programas o propuestas de reformas que incluyen incrementar impuestos y regalías, y redistribuir la riqueza. Se trata de reformas “no reformistas” en el sentido que para sostenerse deben avanzar hacia el logro de nuevas reformas. En un proceso continuo que si se afirma en la organización y movilización popular puede dotarse de un fuerte contenido transformador. Por otra parte varios países se han declarado en favor de otro tipo de integración latinoamericana y en esta perspectiva entran en confrontación con las elites locales dominantes y con los EEUU.

Por el contrario en Brasil el rumbo neoliberal del gobierno Lula lleva a un distanciamiento cada vez mayor de los movimientos sociales tanto con el gobierno como con el PT. En tanto que Uruguay pareciera seguir el rumbo de Chile, con la firma del tratado de protección de inversiones con EEUU. y la posibilidad de firmar su propio Tratado de Libre Comercio (TLC). Y Paraguay toma distancia del acuerdo regional.

Brasil tiene acuerdos geopolíticos con Venezuela, especialmente por la vulnerabilidad de sus fronteras del norte, pero forma ya parte del grupo de países selectos en la Organización mundial de Comercio (OMC) y tiene juego propio.

Argentina navega a dos aguas entre Venezuela y Brasil, mientras trata de no colisionar con los EEUU.

La integración regional en el Cono Sur, liderada por las grandes multinacionales, esta así en crisis, tanto por las asimetrías entre los dos grandes del bloque, como por la conflictiva relación de estos con los socios menores. Tanto la instalación de plantas de pasta celulósica en Uruguay como la decisión de Bolivia de nacionalizar sus hidrocarburos e incrementar el precio del gas de exportación ha generado una nueva fuente de conflictos

El reciente ingreso de Venezuela pareciera dar nueva vitalidad a la integración de la región. La decisión de ampliar la capacidad de comerciar con Cuba no solo es abrir una grieta en 40 años de bloqueo, sino también un síntoma de recuperación de un mínimo grado de autonomía nacional. Sin embargo se abren también grandes interrogantes.

Venezuela ejerce un liderazgo político innegable, su propuesta Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) es claramente diferenciadora, y está dispuesta a jugar un rol central en la cuestión energética y financiera para la región. Su influencia en los países andinos es creciente, el Tratado de Comercio entre los Pueblos (TCP) firmado con Cuba y Bolivia, es prueba de ello y seguramente se incrementará en el futuro inmediato.

¿Pero el ámbito del MERCOSUR amplificará esta influencia o la neutralizará? ¿Ayudará a la profundización del proceso político-social o lo orientará hacia el consenso pasivo que caracteriza a los otros países? ¿El Banco del Sur financiará proyectos de desarrollo, abriendo un espacio para la acumulación de capitales locales y achicar las desigualdades sociales o será funcional al pago de las deudas externas de nuestros países? ¿El ALBA es compatible con el MERCOSUR?

¿Cuanto tiempo durará esta incertidumbre acerca del rumbo de la economía latinoamericana? No es posible saberlo, como tampoco es posible sostener el diagnóstico del agotamiento de las vías reformistas. No es posible un regreso al pasado, pero no se pueden descartar proyectos neoreformistas, a riesgo de confundir tendencias históricas con fenómenos coyunturales.

Es en el marco de las tensiones actuales y por venir en la economía mundial, que se inscribe la coyuntura de América latina y la Argentina en particular, cuyas economías son mucho más abiertas que en el pasado y por lo tanto más sometidas a los movimientos internacionales.

Buenos Aires, agosto 2006
Especial para La Haine

*Este artículo es una versión actualizada del que bajo el título de “Tendencias y tensiones en la economía mundial” se publicara en el Anuario EDI nº 2, Publicación de los Economistas de Izquierda, Buenos Aires, abril 2006.

** Eduardo Lucita es integrante del Comité Editorial de la Revista Cuadernos del Sur y miembro del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.


Textos consultados:

Caputo Leiva, Orlando: Estados Unidos y China: ¿locomotoras en la recuperación y en las crisis cíclicas de la economía mundial?
Dos Santos Theotonio: Hipótesis sobre a cojuntura mundial depois do 11 setembro.
Hernandez Pedraza, Gladis C.: Evolución actual y perspectivas de las relaciones China-ASEAN.
Incluídos en Estay Reino, Jaime(compilador) La economía mundial y América Latina, Edic. CLACSO-Libros, Buenos Aires enero 2005.
Duménil Gérard y Lévy, Dominique: Crisis y salida de la crisis -Orden y desorden neoliberales. Press Universitaire du France, París, noviembre 2000. Traducción al castellano de Guillermo Almeyra Casares, aún sin editar.
Duménil, G. y Levy, D.: El imperialismo en la era neoliberal
M. Wood, Ellen: El imperio capitalista y el Estado-nación: ¿Un nuevo imperialismo norteamericano?
Husson, Michel: Europa-EEUU: Un desequilibrio inestable
En el “dossier” Imperialismo y Estado en el neoliberalismo publicado en Cuadernos del Sur nº 37, Buenos Aires, mayo 2004.
Finkman, Javier: La resurrección de Bretton Woods. Introducción al debate
Dooley, Michael P./ Folkerts-Landau y Garber, Meter: El sistema de Bretton Woods resucitado
Eichengreen, Barry: Desequilibrios globales y las lecciones de Bretton Woods
En el “dossier” ¿Acaso el dólar está muriendo? Una discusión acerca del nuevo Bretton Woods, publicado en Desarrollo Económico nº 176, Buenos aires, enero-marzo 2005.
Harvey, David: El “nuevo imperialismo”: acumulación por desposesión, en El nuevo desafío imperial, CLACSO-Libros, Buenos Aires, enero 2005 y en Rev. Herramienta nº 29, Bs.As. junio 2005.
Lucita, Eduardo: Libre comercio, cambios en el Estado y nueva soberanía, en Cuadernos del Sur nº 36, Buenos Aires, noviembre 2003.
Husson, Michel: ¿Adónde va la crisis?, en Cuadernos del Sur nº 14, Buenos Aires octubre 1992.
Mandel, Ernest: Las ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista, Siglo XXI de España Edit., Madrid 1986.
Katz, Claudio: El torbellino de la integración, Capítulo del libro El rediseño de América Latina, Edic. Luxemburg, Buenos Aires 2006 (en prensa)
Gambina, Julio: Venezuela en el MERCOSUR ¿Qué rumbo? en ARGENPRESS.Info del 23.07.06