7 de octubre de 2023

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LA JUVENTUD DE MAO TSE-TUNG.

Por: Abel Samir.

22 de septiembre de 2006

Cuando Yen-sheng cumplió 16 años, se enroló en el ejército imperial, para de esa forma, contribuir al pago de las deudas contraídas por su padre. Las sequías y otras catástrofes lo habían arruinado, y de un día para otro, se encontró debiendo mucho más de lo que podía reunir con la venta de su pequeña parcela. En el ejército, fue sólo un soldado raso que no sobresalió mucho sobre el común de los soldados, pero se desempeñó con ardor, porque no le faltaba el espíritu de trabajo. Después de esa experiencia, tuvo la suerte de regresar con vida y sin mutilaciones a su aldea natal. Eran tiempos difíciles y la gente arruinada se lanzaba a los caminos a delinquir, como una forma de sobrevivir. Muchos, angustiados por la miseria y con mayor conciencia social, se alzaban en armas contra los ricos y sus ejércitos particulares que mantenían sometidos por el terror a la población campesina.

Ocho años después de haber regresado a Shao Shan, trabajando como una bestia y ahorrando en todo lo posible, incluso en la comida, logró reunir una cantidad suficiente de dinero para adquirir la pequeña parcela que había sido de su padre y antes que él, de sus ante-pasados. Era sólo una hectárea de terreno apto para el plantío de arroz. Trabajando incansablemente y ahorrando, compró un poco más de tierra y se transformó en un campesino medio. Conocía a una muchacha de la aldea que era budista, tranquila, dócil y sencilla, precisamente, las cualidades que pasaban con su carácter despótico y rígido, y su formación confuciana. Se casó con Wen Chi-mei y se quedaron a vivir en esa pequeña aldea campesina ubicada en una región eminentemente agrícola, compuesta de hombres pacíficos, pero que en el pasado había entregado muchos mártires en la lucha por la justicia económica y social de esos agobiados y explotados campesinos. De esa aldea y de otras similares, en el siglo anterior, habían surgido los combatientes y rebeldes Tai Pin y los Yi Ho-tuan.

La gran mayoría de los campesinos de Shao Shan eran hombres muy pobres y analfabetos, emparentados casi todos por los lazos de sangre, formando el clan de los Mao. En 1893 nació el hijo mayor, Tse-tung, después vendrían Tse-tan y Tse-min. Mao Tse-tung, por ser el hijo mayor, tuvo que trabajar en la parcela de la familia desde muy temprana edad. Cuando cumplió ocho años y empezó en la escuela rural, creyó que podía dejar a un lado el trabajo pesado y agotador de la parcela, pero fue aún peor. Además de tener que concurrir a la escuela, y desarrollar sus tareas escolares, tenía que trabajar en la parcela desde la mañana muy temprano y después, en el atardecer, a la llegada de la escuela. Era, sin lugar a dudas, una tarea ardua y dura para un niño de su edad y Mao la realizaba, pero a regañadientes, porque ya su conciencia había despertado un tanto y le decía que eso no era justo. A los diez años, le tocó un profesor que creía que la letra con sangre entra y, por tanto, acostumbraba propinar duros castigos corporales y denigrantes a sus alumnos. Una vez tuvo la mala ocurrencia de castigar a ese muchacho larguirucho, pensativo e inteligente que era Tse-tung. Eso, sumado a la actitud explotadora de Yensheng hizo que surgiese la rebeldía en Tse-tung y se escapó de su casa. Estuvo tres días dando vueltas alrededor de su hogar, hasta que lo encontraron y lo llevaron de vuelta. Bajo la promesa de un mejor trato, se comprometió a no escapar de nuevo. Este fue su primer acto rebelde y con ello obtuvo un conocimiento mayor de las relaciones y derechos que deben tener los seres humanos. Comprendió y supo diferenciar, entre lo justo y lo injusto. Se dio cuenta que la relación que mantenía su padre con él y el resto de la familia, era ni más ni menos, la de un explotador con los explotados. Sin saber nada de dialéctica, pero como era muy inteligente, probablemente intuyó que había una contradicción entre la esencia de lo que debe ser una familia -unidad basada en el amor fraternal- y las relaciones familiares que en su familia reflejaban todo lo contrario. Comprendió que un acto de protesta, unido a la acción, logra resultados positivos, si se actúa con firmeza y decisión.

Rebelión del pueblo de Changsha

Grandes inundaciones habían ocurrido en esa zona del país, y como consecuencia de ello, las cosechas se habían arruinado. Los campesinos casi no tenían como alimentarse y a las ciudades llegaban alimentos que se vendían a precios usurarios, los que sólo estaban al alcance de las clases ricas. De manera, que la clase trabajadora fue asolada por la hambruna. La gente protestaba sin éxito. Cuando se dirigieron al gobernador pidiendo ayuda a su triste situación, éste se burló, manifestando que en su mesa nadie pasaba hambre. Esa fue la chispa que encendió la rebelión el 10 de octubre. La gente se alzó contra el gobernador que llamó en su ayuda las fuerzas militares del imperio. De la organización Tung Meng Hui (La Liga Revolucionaria), que había fundado Sun Yat-sen(1), llegó Huang Hsing que era un agitador, él cual se dirigió a los mineros del carbón y los lanzó a la revuelta. En las zonas carboníferas era donde la hambruna había tomado dimensiones gigantescas. Los campesinos se unieron a los mineros bajo la consigna de: ¡A repartir la tierra!

Mao tenía once años cuando ocurrió la masacre del pueblo insurrecto. Fue, precisamente, el mismo día en que se celebraba el cumpleaños de la emperatriz. Mucha gente que cayó prisionera, fue decapitada, lo mismo que los líderes de la revuelta. Las cabezas de los decapitados fueron colocadas en lugares públicos para amedrentar y aterrorizar al pueblo (método usado desde tiempos muy remotos por las clases ricas en todo el mundo de la antigüedad). A pesar de eso, la gente seguía luchando. Tiempo después, ocurrieron hechos sangrientos en la misma aldea de Mao. Un terrateniente entró en conflicto con los miembros de una «sociedad secreta» y el terrateniente ganó el conflicto ante la justicia, gracias al soborno de las autoridades, pero eso agravó el conflicto y la «sociedad secreta» recurrió a las armas. Para no ser exterminados por los soldados, los insurrectos se fueron a las montañas de la zona, en donde se atrincheraron hasta que sucumbieron en una lucha muy desigual. Era, sin lugar a dudas, una lucha sin destino, sin el apoyo militante de las masas, sin bases de apoyo. Faltaba la condición subjetiva (Partido y bases de apoyo) que junto con la objetiva es un factor indispensable para iniciar una revolución.

La guerra ruso-japonesa

Mao era sólo un niño de 12 años cuando Japón derrotó a los rusos en la guerra de 1904 ocurrida casi toda en territorio chino. Gracias a un profesor de ideas avanzadas y al interés que ese profesor tuvo por el joven Tse-tung, fue que se amplió su horizonte hasta el punto de llegar a dejar el budismo que compartía con su querida madre. Probablemente, el interés de Mao por la política data de la época en que mantuvo esas charlas con su profesor. Mucho de lo que aprendió le abrió un nuevo horizonte que llegó a escandalizar a su padre.

Las raíces de esa guerra están en la lucha de esos dos imperialismos por las esferas de influencia y el apoderamiento de territorios de la indefensa China. Como resultado de la guerra sinojaponesa de 1894, aparte de todas las indemnizaciones obtenidas por Japón, aspiraban los japoneses a apoderarse del puerto chino Lushun (Puerto Arturo), ubicado en la península de Liaotung, pero eso iba en contra de las aspiraciones del imperio ruso. Gracias a las presiones ejercidas por los franceses, ingleses y alemanes, Puerto Arturo pasó a poder de los rusos. Para el pueblo japonés, cuya cultura estaba basada, fundamentalmente, en tradiciones de honor, eso fue como un insulto imperdonable. Además, existía dentro de Japón una corriente militarista que buscaba solucionar los problemas económicos del país mediante su expansión territorial. Para esos imperialistas, el lugar natural de su expansión era China, sobretodo, aquellos territorios de Manchuria, que quedaban más cerca de Japón. Después de la guerra contra los Yi Ho-tuan, el ejército ruso que ocupaba una parte de Manchuria se comprometió a evacuar esos territorios apenas llegase la paz. La paz llegó, pero los rusos se quedaron. Hubo negociaciones entre ambos países para encontrar una salida pacífica, pero los rusos no tenían ninguna intención de abandonar su presa, especialmente, que Rusia estaba pasando por grandes dificultades internas y con una revolución golpeando a su puerta. Los rusos demoraban las negociaciones porque no creían que Japón se atreviese a lanzarse en una guerra contra el país más poderoso de Europa (teóricamente, ya que en la práctica estaba debilitado por sus profundas contradicciones internas). Los japoneses sabían que era difícil ganar una guerra de larga duración contra el imperio ruso, pero hicieron un análisis justo de la situación militar de su potencial enemigo. Primero, las líneas de comunicaciones de los rusos hasta los centros proveedores de armas, eran muy extensas y estaba compuesta de una sola vía férrea; segundo, los refuerzos militares demorarían mucho en hacerse presente y sólo podían contar con las fuerzas estacionadas en el extremo oriente; tercero, la moral de ese ejército no era la mejor, en un momento en que Rusia era asaltada por la miseria, sin que eso preocupase en nada a la burguesía ni a la monarquía rusa; cuarto, los japoneses conocían sus limitaciones, pero su ejército y su flota estaban a la altura de cualquier país europeo. Sus oficiales tenían mejor preparación que los oficiales rusos y su país estaba fuertemente unido detrás de la figura del emperador japonés que simbolizaba el nacionalismo mesiánico que se había apoderado de todo ese laborioso pueblo; por último, la motivación de los soldados japoneses que era muy intensa.

El 8 de febrero de 1904, mediante un ataque por sorpresa, la flota japonesa atacó simultáneamente los barcos rusos que se encontraban anclados en los puertos de Puerto Arturo y Darién, produciendo graves daños a la escuadra rusa. Este ataque del ejército japonés de operaciones era el preámbulo de los desembarcos en Corea y en la península de Liaotung. La ofensiva de la maquinaria militar japonesa tenía como objetivo ganar la iniciativa y la libertad de acción en el mar y permitir el envío de tropas y refuerzos sin ser interceptados en alta mar.

El 10 de febrero, los japoneses habían puesto fuera de combate a los barcos rusos en la bahía de Chemulpo (Corea) y desembarcado la columna principal de su ejército de operaciones que se trasladó por vía férrea a Seúl y desde allí, hacia el noroeste hasta la frontera de Corea demarcada por el río Yalú, detrás de la cual se había organizado la defensa rusa. Una vez alcanzado el río, el ejército nipón dejó una parte cubriendo el frente del río como fuerza de diversión y de amarre del ejército ruso, mientras la fuerza principal vadeó el río por la parte norte y el 1 de mayo mediante una preparación artillera abundante, logró apoderarse de una cabeza de puente en la orilla contraria del río. Allí, se hizo fuerte una división japonesa mientras una unidad de ingenieros montaba un puente de pontones por el cual pudo atravesar el grueso del ejército. Después de perdida esta batalla, las fuerzas sobrevivientes del ejército ruso se retiraron hacia Liaoyang, pueblo ubicado en la línea del ferrocarril entre Puerto Arturo y Mukden. Mientras tanto, el segundo ejército japonés desembarcaba 80 kilómetros al norte de Puerto Arturo, amenazando cortar al ejército ruso en dos. Con refuerzos de caballería y de infantería transportados por ferrocarril, los rusos transformaron Liaoyang en una fortaleza llena de trincheras y alambradas de púas. En tanto, el segundo ejército japonés cercaba a Puerto Arturo por el norte. En la defensa del puerto había una fuerza militar de 18.000 soldados premunidos de 500 cañones de artillería, más un gran número de ametralladoras.

El 30 de mayo, el ejército japonés pasó a la ofensiva con fuerzas casi iguales en cantidad a los defensores. La batalla fue de larga duración y las pérdidas en vidas humanas fueron enormes. A fines de julio, el mando ruso inició la retirada hacia Liaoyang con todas sus fuerzas, manteniendo sólo las fuerzas en Puerto Arturo, ya que el puerto de Darién había caído en manos japonesas.

En el mar, la situación era indecisa para ambas flotas. Al comienzo de la guerra, la flota rusa había quedado con un potencial inferior, pero refuerzos llegados desde Vladivostok había vuelto a equilibrar las fuerzas. De esta forma, el almirante ruso Makarov decidió enfrentar a la flota japonesa para recuperar la libertad de acción (elemento básico de la estrategia), sin la cual el ejército ruso tendría que seguir a la defensiva. En la batalla naval ocurrida frente a Puerto Arturo el 13 de abril, el buque insignia chocó contra una mina yéndose a pique y perdiendo la vida más de 500 marinos, entre ellos, el almirante Makarov.

El 10 de agosto, tuvo lugar la batalla del mar Amarillo, en la que ambas fuerzas sufrieron cuantiosas pérdidas, pero se mantuvo el equilibrio de las fuerzas. El peligro para Japón estaba, entonces, en la flota del mar Negro que estaba en camino, con lo que Rusia obtendría la ventaja de potenciales en el mar. Era obvio la necesidad de ganar la guerra en tierra lo más rápido posible.

El 30 de agosto, empezó la batalla de Liaoyang. Los japoneses atacaban en columnas cerradas lo que les provocó innumerables bajas. Por la noche, los japoneses lanzaron un ataque desesperado pero los rusos se habían retirado hacia Mukden, a pesar de que los japoneses estaban perdiendo la batalla.

El 4 de enero de 1905, fue capturado Puerto Arturo después que el general Stoessel ofreciera la rendición de las fuerzas. Probablemente, entendió que no podía ganar esa batalla, aun cuando tenía munición y víveres para ofrecer una resistencia por todo un mes. Junto a las fuerzas que cayeron prisioneras, los nipones se hicieron de un enorme arsenal, especialmente, de 18 obuses de artillería pesada y de gran alcance, que utilizarían en las batallas posteriores.

La última batalla de esa guerra se decidió en Mukden, en donde el ejército ruso había concentrado una fuerza de 380.000 hombres contra 320.000 que tenían los japoneses. Fue una batalla con muchas alternativas: ataques y contraataques de ambos lados. El 8 de marzo se retiró el remanente del ejército ruso, dejando en el terreno 40.000 prisioneros, 90.000 heridos y cerca de 26.000 muertos. Por su parte, los japoneses tuvieron cerca de 47.000 bajas.

La razón fundamental de la derrota rusa se encuentra en la pérdida de la iniciativa (elemento básico de la estrategia) que no pudo o supo recobrar, a pesar de que contaba con fuerzas suficientes para ello. La motivación para combatir fue, también, un factor de mucha importancia, ya que los japoneses luchaban con ahínco, por una causa que creían justa (venganza por el honor nacional mancillado), aunque parezca algo exagerado a los ojos de los occidentales. En cambio, los rusos, no estaban en ninguna forma motivados para entregar sus vidas por “el verdugo” (apodo que el pueblo ruso le daba al zar) que le había vuelto la espalda al pueblo y que era el máximo responsable de la masacre del 9 de enero, en Moscú. Es interesante anotar que la estrategia utilizada por los japoneses, fundamentalmente, consintió en una estrategia de aproximación indirecta -la amenaza de objetivos alternativos (2)-. La guerra podría haberse acortado si es que los nipones hubiesen operado con una fuerza móvil de menor envergadura contra la Línea de Comunicaciones (el transiberiano) de la que dependía toda la respiración del aparato militar ruso.

Los envolvimientos a las líneas de trincheras rusas se quedaron muy cortos, lo que convirtió la táctica en enfrentamientos directos, con el enorme ofrecimiento de vidas humanas. La estrategia de aproximación indirecta tuvo un buen resultado sobre el mando ruso en Puerto Arturo, porque logró su dislocación mental, que es el objetivo fundamental de este tipo de estrategia.

Los tres principios del pueblo

La derrota de Rusia frente a Japón tuvo resonancia de cierta importancia en la juventud intelectual y en la pequeña-burguesía china. Era la primera vez que un poderoso país europeo era derrotado por un país asiático y tan pequeño como era Japón. Para muchos jóvenes chinos, la victoria japonesa era, también, una victoria china. Se despertó una gran admiración por los japoneses.

En Tokio, jóvenes intelectuales a cuya cabeza se encontraba Sun Yat-sen, fundaron una organización política para luchar por liberar a China de la ocupación imperialista, por derrocar al sistema monárquico chino e implantar una república. La organización recibió el nombre de “Liga Revolucionaria”. “Esta organización formuló un programa de revolución burguesa, que abogaba por la expulsión de los tártaros (manchúes), la reconstitución de China, el establecimiento de una república y la igualdad del derecho a la propiedad de la tierra. En el período de la “Liga Revolucionaria”, Sun Yat-sen, en alianza con las sociedades secretas y con una parte del «Nuevo Ejército» del gobierno Ching, realizó una serie de insurrecciones armadas contra el régimen Ching. Las de mayor importancia fueron: Pingsiang (pro-vincia de Kiangsí), Liuyang y Liling (provincia de Junán), en 1906; [...] y el levantamiento de Wuchang, en 1911”(3). Es indudable que existe una interrelación y una concatenación entre el triunfo del Japón (en la guerra ruso-japonesa) y el espíritu pan-asiático que se despertó en China. De especial relevancia fue entre la intelectualidad, especialmente, en aquellos que deseaban librar a China de las garras de los países imperialistas.

En agosto, la organización dio a conocer un pequeño manifiesto que sintetizaba el pensamiento revolucionario de Sun Yat-sen y que pasó a denominarse “Los Tres Principios del Pueblo”; y que con-tenía los siguientes enunciados:

- Independencia del pueblo

- Soberanía del pueblo

- Bienestar del pueblo

Independencia del pueblo chino que estaba cogido por los imperialismos. Los excedentes adquiridos por el gobierno chino por concepto de aduanas iban a parar a los bolsillos de los imperialistas, como pago por la indemnización de las “guerras” entre ellos y China. Lo mismo sucedía con los ingresos obtenidos de los transportes ferroviarios. Las industrias estaban casi en su totalidad en manos de los extranjeros, de manera que, la burguesía nacional tenía muy poco poder económico. Necesariamente, para poder cumplir con esta parte del programa, era indispensable e ineludible el enfrentamiento militar con los imperialismos que mantenían a China dentro de su tenaza político-económica, especialmente, el imperialismo japonés. La soberanía del pueblo pasaba por la destrucción de la monarquía manchú, que se mantenía en el poder sólo gracias a su aparato militar. Pero Sun Yat-sen no creía en la democracia, sino en un gobierno fuerte, lo que muestra una dicotomía entre este principio y su postura real. En cuanto al bienestar del pueblo, el programa no mostraba una salida clara. Las relaciones de producción en el campo eran relaciones feudales y los campesinos estaban sometidos por terratenientes y campesinos ricos, además, por burócratas del Estado y los “señores de la guerra” que ejercían el poder en las provincias. En cuanto a una parte de los capitalistas chinos, una parte de ellos estaban por la revolución burguesa, pero no eliminar a los terratenientes, y otros, los contrarios a la revolución burguesa, habían invertido su capital en la compra y venta de los productos elaborados por la industria extranjera y por los productos ingresados a China desde países asiáticos y europeos, por tanto, eran partidarios del status quo. Esa clase que pertenecía a la burguesía comercial, fue conocida en China como “burguesía compradora”, que dependía su existencia del comercio con los capitalistas extranjeros y era, por tanto, su aliada. Contra ella era necesario luchar para derribar el sistema feudal. Apenas comenzaron las luchas entre la monarquía china y la “Liga Revolucionaria”, los imperialistas aportaron con sus fuerzas y con aprovisionamientos militares a la monarquía, porque tenían claro que la explotación de China dependía de la existencia de ella. La república no iba a tolerar esta situación por más tiempo y había en la república un mayor potencial de movilización de las masas detrás de objetivos nacionalistas que en una monarquía obsoleta y descompuesta.

Se habla a menudo de que el proyecto político del doctor Sun tenía un contenido socialista. Eso es totalmente equivocado. El marxismo que dicen habría influido en las ideas de Sun Yat-sen, no parece ser real, en cambio, el partido leninista le sirvió para estructurar el suyo; pero, este revolucionario burgués trató de conciliar su pensamiento clasista, la influencia de Confucio y de la tradición china con las ideas socialistas, en ningún caso con los ideales comunistas de una sociedad igualitaria. Su socialismo era el típico socialismo burgués, sin la participación de los trabajadores en la superestructura, sólo en la base.

La Primera Revolución Rusa

El año anterior fue muy difícil para el pueblo ruso. También allí había hambruna y la miseria tocaba a la puerta de la clase proletaria. A todo lo largo de ese año, hubieron protestas, levantamientos y rebeliones de los campesinos y de los obreros de las ciudades. El 9 de enero de 1905, una manifestación pacífica encabezada por el monje Guergui Gapón, fue ametrallada y sableada por los cosacos (más tarde se diría que era un miembro de la policía política zarista). Miles de cadáveres y gente herida quedaron tendida en medio de la nieve de ese crudo invierno ruso. Después, los soldados se dedicarían a exterminar a los heridos, entre los cuales había niños, mujeres y ancianos. Era una manifestación pacífica, completamente desarmada que fue masacrada sin compasión alguna. La clase dominante rusa no actuaba muy diferente de la clase dominante china. Tenían mucho en común: el odio al pueblo y el salvajismo a la hora de la acción. La actitud de los militares contra las masas del pueblo se explica porque los militares en la sociedad capitalista son el órgano represivo del Estado y se encuentran al servicio de la clase burguesa dominante, a través de la superestructura del Estado, ya sea un gobierno monárquico, un gobierno dictatorial o una ’democracia’ burguesa.

Como una ola, la insurrección se extendió a las principales ciudades de Rusia. El 10 de enero, en Moscú, más de 10.000 obreros organizaron barricadas en las calles y se armaron de todo lo imaginable; después, asaltaron el arsenal de Sestroretsk y se armaron. En el mar Negro, los suboficiales y la tropa del acorazado Potemkin se amotinó contra los oficiales y los hicieron prisioneros. Pero, la revolución fracasó, más que nada, por la debilidad de los dirigentes del partido socialdemócrata ruso. Lenin manifestó que: “Así, pues, nada más miope que el punto de vista de Plejanov que hacen suyo todos los oportunistas, de que no se debió emprender esta huelga inoportuna, que no se debía haber empuñado las armas. Por el contrario, lo que se debió hacer fue empuñar las armas más resueltamente, con más energía y mayor acometividad”(4).

Tormentas en el horizonte

Los estudiantes chinos fueron los primeros que despertaron políticamente contra el abuso cometido por los extranjeros, no sólo en el territorio chino, sino también, en los países de los imperialistas. Se organizaron protestas en contra de la política norteamericana de inmigración, que prohibía la entrada de chinos a USA. La protesta contra la política de USA despertó también el odio acumulado de los campesinos tanto contra el abuso de los extranjeros como el abuso y la explotación de los terratenientes. A todo lo largo y ancho de China, los campesinos pobres se alzaron en protestas violentas en demanda de justicia y, por tanto, como un corolario de ello, de repartición de la tierra. Los más conscientes protestaban contra los tratados injustos, impuestos por los imperialistas mediante la fuerza de las armas. Sobretodo, el tratado de Shimonoseki firmado con Japón.

Mao había cumplido trece años y había crecido alcanzando la estatura de su padre. Había terminado la escuela y, debido a eso, estaba obligado a trabajar en la parcela. Además, Yen-sheng lo obligaba a llevar los libros de contabilidad. El mundo chino se había vuelto patas arriba. Parecía que nada quedaba de Tao y de su mundo de armonía. Fue esa la época en que Mao se enteró de la existencia de Kan Yu-wei y Liang Chi-chao, los primeros reformadores que con el emperador Kuang Hsu (1898), quisieron cambiar la sociedad por medio de decretos, sin tomar en cuenta que los cambios no podían llevarse a efecto sin derrocar a la clase gobernante y sin el concurso de los dioses de China. En 1905, las condiciones sociales, las condiciones subjetivas de la revolución, ya estaban empezando a caminar, y eso se podía comprobar por la actitud antisistema de los intelectuales y de los estudiantes, los que contribuyeron enormemente a despertar al resto del pueblo chino. Indudablemente, que el papel que jugó la intelectualidad china en despertar la conciencia del pueblo fue muy importante, como lo ha sido, por lo demás, en todas las revoluciones profundas de la Historia. No es posible desconocer que aunque la clase trabajadora sufre los problemas del hambre, los bajos ingresos y la cesantía, los intelectuales están en mejores condiciones de comprender el problema global, ya que están más al tanto de las noticias por su condición de intelectuales, lo que les permite conocer, también mejor, las soluciones a estos problemas. Ahora bien, todo depende de su posición ideológica frente al sistema y a la sociedad. Por eso hay intelectuales e intelectuales. Los que apoyan la revolución son denominados “inteligenzia”(5) y Lenin siempre se pronunció a favor de ellos porque reconocía su labor y su rol en la revolución. Y ellos son los que tienen una posición progresista o que son más sensibles a los problemas sociales (conciencia política y social) y que preocupados de la sociedad, asumirán los problemas del conjunto de ella como propios y habrá entre ellos gente revolucionaria que se encargarán de agitar estos problemas y llevarlos a la clase trabajadora. Muchos intelectuales que tienen sensibilidad social terminan por ser parte del movimiento y serán verdaderos proletarios. Otros, una parte también importante, terminarán haciendo abandono de sus principios como ha ocurrido en todos los procesos sociales de la Historia, en todas las épocas y de los cuales, China tampoco fue una excepción. Cuando el Japón invadió China en 1937, una parte importante de la intelectualidad, especialmente el profesorado, abandonaron las ciudades de la costa y se dirigieron a las ciudades del interior. La mayoría de ellos se puso a las órdenes del KMT, pero también hubo intelectuales que se fueron a integrar a los sovietes controlados por el PCCh y muchos de ellos tuvieron un papel importante en la revolución. Esto fue aún más notorio durante el período de Yenán. La inteligenzia que se aportó no estaba sólo constituida de chinos, sino de extranjeros internacionalistas, muchos de los cuales, como el doctor canadiense Norman Bethune (que murió allí cumpliendo de esa forma con su abnegada labor médica), lucharon con abnegación durante esa difícil época revolucionaria.

Notas:
1) Sun Yan-sen nació en Kuantung en 1866. A los 13 años viaja a Hawai para vivir con un hermano y regresa a China a los 16 años empapado de ideas renovadoras y democráticas.
2) Estrategia de aproximación indirecta. Capitán General Lidell Hart. Página 160.
3) Problemas de la guerra y de la estrategia. Mao Tsa-tung.
4) Las enseñanzas de la insurrección de Moscú. Lenin, Obras Escogidas.
5) Así los designó Lenin.

(ARGENPRESS.info).