7 de octubre de 2023

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SOCIALISMO Y RELIGIÓN

Lenin.

25 de marzo de 2008

La sociedad moderna está enteramente basada en la explotación de las grandes masas laboriosas por una ínfima mayoría de la población: las clases de los terratenientes y los capitalistas. Esta sociedad es una sociedad de esclavitud, porque los obreros "libres", que trabajan toda su vida en provecho del capital, tan sólo tienen "derecho" a consumir los medios de existencia esenciales para subsistir como esclavos, mientras producen para los capitalistas, o, en una palabra, los medios de vida suficientes para asegurar y perpetuar la esclavitud capitalista.

Esta opresión económica de los trabajadores, engendra inevitablemente todas las formas de opresión política y de degradación social, haciendo cada vez más miserable y sórdida la vida espiritual y moral de las masas. Los trabajadores pueden adquirir un grado mayor o menor de libertad política para luchar por su emancipación económica, pero en la medida en que persista la dominación del capital, ningún grado de libertad podrá librarlos del desamparo, de la desocupación y de la opresión.

La religión es una de las formas de opresión espiritual que gravita por doquiera sobre las masas abrumadas por el trabajo incesante en bien de otros, por la pobreza y la privación. La impotencia de todos los explotados en su lucha contra los explotadores, origina inevitablemente la creencia de una vida mejor, después de la muerte, del mismo modo que la impotencia del salvaje en su lucha con la naturaleza, da origen a la creencia en los dioses, los diablos, los milagros, etc.

La religión enseña a aquellos que se debaten toda su vida en la pobreza a que sean resignados y pacientes en este mundo, y los consuela con la esperanza de la recompensa en el cielo.

En cuanto a los que viven del trabajo ajeno, la religión les enseña a ser "caritativos", suministrándoles así un justificativo a su explotación y, por decirlo así, un billete barato para el cielo. "La religión es el opio del pueblo"(1). La religión es una especie de tóxico espiritual en el que los esclavos del capital ahogan su conciencia y adormecen su anhelo de una existencia humana decente.

Pero el esclavo que ha adquirido la conciencia de su esclavitud y que se ha elevado a la altura de la lucha por su emancipación, no es ya un esclavo del todo. El obrero conciente de hoy, educado en el ambiente de una fabrica inmensa y esclarecido por la vida urbana, rechaza con desprecio los prejuicios religiosos. Este obrero deja el cielo para los curas y los hipócritas burgueses. Lucha por una vida mejor en la tierra. El proletariado moderno se enrola en el socialismo que, con la ayuda de la ciencia, disipan la densa bruma de la religión y libera a los trabajadores de su fe en una vida después de la muerte, atrayéndolos a la lucha actual por una vida mejor sobre la tierra.

"La religión debe ser considerada como una cuestión privada"; tal es la posición corriente de los socialistas respecto a la religión. Pero es menester definir el significado de estas palabras precisamente para evitar todo equivoco. Nosotros exigimos que se considere a la religión como una cuestión privada en lo que concierne al Estado; pero de ninguna manera podemos considerarla como una cuestión privada en nuestro propio Partido.

El Estado debe desligarse de la religión; las sociedades religiosas no deben estar unidas al Estado. Toda persona debe ser absolutamente libre de profesar la religión que le plazca o no profesar ninguna, esto es, ser atea, como acostumbran a serlo los socialistas. No debe existir ninguna diferencia entre los derechos de los ciudadanos por razones de religión. Incluso los datos particulares relativos a la religión, contenidos en los documentos oficiales, deben ser completamente abolidos (En la Rusia zarista, la religión profesada por las personas era incluida en los datos particulares contenidos en los documentos oficiales, pasaportes, certificados matrimoniales, etc)

No debe pagarse subsidio alguno a la Iglesia, ni concederse fondos del Estado a las iglesias ni a las instituciones religiosas. Estas deben ser independientes del Estado, asociaciones voluntarias de ciudadanos feligreses.

Únicamente la realización de estas disposiciones puede poner fin a ese vergonzoso y execrable pasado en el que la Iglesia se hallaba en una dependencia feudal del Estado y los ciudadanos rusos estaban en una dependencia feudal de la Iglesia establecida; en el que las leyes inquisitorias, medievales (que aun prevalecen en nuestros códigos legales y en nuestra legislación) estaban en pleno vigor. Estas leyes castigaban la profesión o la no profesión de una religión particular; violaban la conciencia del individuo y acoplaban la distribución de puestos y prebendas oficiales con la difusión de tal o cual tóxico de la Iglesia del Estado. La separación completa de la Iglesia del Estado es la reivindicación actual del proletariado socialista(2). La revolución rusa debe conquistar esta reivindicación, como parte integrante indispensable de la libertad política. Y para ello la revolución rusa está colocada en condiciones particularmente favorables, ya que el detestable régimen burocrático de la autocracia feudal ha provocado el descontento, la fermentación y la revuelta entre el clero mismo.

Ignorante y embrutecido como es el clero ortodoxo ruso, sin embargo el fragor del derrumbamiento del régimen medieval de Rusia le ha despertado lo suficiente para impulsarle a sostener las ansias populares de libertad. El clero se une a la protesta contra la tiranía de la oficialidad y se rebela contra la inquisición policíaca impuesta a los "siervos de Dios".

Los socialistas deben apoyar este movimiento y llevar estas exigencias del clero honrado y sincero hasta sus lógicas consecuencias. Los socialistas deben interrumpirles cuando hablen de libertad y exigirles que rompan completamente toda relación entre la religión y la policía. Nosotros debemos decirles: "Si vosotros sois sinceros debéis propugnar la separación completa de la Iglesia y el Estado, la separación completa de la escuela y la Iglesia e insistir porque la religión sea entera e incondicionalmente considerada como una cuestión privada. Si no aceptáis estas demandas concretas de libertad, quiere decir que aún sois esclavos de tradiciones inquisitoriales, quiere decir que todavía corréis tras de sinecuras y prebendas del gobierno, quiere decir que no creéis en la fuerza espiritual de vuestra arma y que aún deseáis dejaros sobornar por el gobierno. Si es así, los obreros rusos conscientes os declararán una guerra despiadada".

No obstante, para el Partido Socialista Proletario la religión no es una cuestión privada. Nuestro Partido es una organización de luchadores conscientes y progresistas por la liberación de la clase obrera. Semejante organización no puede ni debe ser indiferente a la ignorancia y al oscurantismo bajo la forma de creencias religiosas. Nosotros exigimos la total separación de la Iglesia del Estado con objeto de disipar la neblina de la religión con armas pura y únicamente intelectuales, mediante nuestra prensa y la persuasión oral. Uno de los objetivos de nuestra organización, el Partido Obrero Socialdemócrata ruso, consiste precisamente en luchar contra todo engaño religioso entre los trabajadores. Para nosotros, la lucha ideológica no es una cuestión privada, sino una cuestión que interesa a todo el Partido y a todo el proletariado.

Si es así ¿por qué no declaramos en nuestro programa que somos ateos? ¿Por qué no impedimos a los cristianos y creyentes que vengan a nuestro Partido? La respuesta a esta pregunta revela una diferencia muy esencial entre la actitud democrática burguesa y la democrática -socialista frente a la religión.

Nuestro programa está enteramente basado en la filosofía científica - para ser más exacto - materialista. Por consiguiente, al explicar nuestro programa debemos necesariamente explicar las verdaderas raíces históricas y económicas de la religión. Así pues, nuestro programa incluye por fuerza la propaganda del ateismo. Por otra parte, la publicación de literatura científica (que hasta ahora ha sido estrictamente prohibida y perseguida por el gobierno autocrático feudal) debe constituir actualmente una de las partes del trabajo del trabajo de nuestro Partido. Probablemente tendremos que seguir el consejo que, en su tiempo, Engels diera a los socialistas alemanes: el de traducir y propagar entre las masas la ilustrativa literatura atea del siglo XVIII.

Pero bajo ningún concepto debemos limitarnos a tratar el problema religioso en abstracto -a la manera idealista-, como una cuestión de "raciocinio" completamente desligada de la lucha de clases (como hacen muy a menudo los demócratas radicales burgueses). Seria absurdo imaginar que, en una sociedad basada en la opresión y la degradación ilimitadas de las masas laboriosas, es posible extirpar los prejuicios religiosos con una mera prédica. Sería dar pruebas de una estrechez mental burguesa, perder de vista el hecho de que la opresión religiosa de la humanidad es solamente el fruto o el aspecto reflejo de la opresión económica en la sociedad. Ni los libros ni la prédica, pueden esclarecer positivamente al proletariado si este no es esclarecido por su propia lucha contra las fuerzas ocultas del capitalismo. La unión en esta lucha genuinamente revolucionaria de la clase oprimida para hacer de la tierra un cielo, es más importante para nosotros que la unidad de criterio proletario acerca del paraíso imaginario del cielo.

Por eso no declaramos ni debemos declarar en nuestro programa que somos "ateos"(3); por eso no prohibimos ni debemos prohibir a los proletarios que aún se aferran a los vestigios de los prejuicios antiguos, que entren en contacto más estrecho con nuestro Partido. Siempre predicaremos una filosofía científica; debemos combatir los absurdos de los "cristianos"; pero esto no significa que la cuestión religiosa debe ser colocada en primer plano donde no le corresponde. No debemos permitir que las fuerzas orientadas en una lucha genuinamente revolucionario, económica y política, se quebranten en nombre de opiniones y concepciones de importancia mucho menor, que pierden rápidamente toda significación política y son paulatinamente relegadas al montón por el curso normal del desenvolvimiento económico.

La burguesía reaccionaria, aquí como en todas partes, se afana siempre por atizar los antagonismos religiosos, con objeto de distraer la atención de las masas de aquellas cuestiones realmente importantes y fundamentales, tanto económicas como políticas, que el proletariado ruso está en trance de decidir mediante la práctica de la lucha revolucionaria. Esta táctica reaccionaria de dividir las fuerzas proletarias, que hoy en día se manifiesta principalmente en los pogromos de los Cien Negros(4), puede expresarse mañana bajo formas más sutiles. Sea como fuere, nosotros sabemos oponer a todo esto nuestra propaganda firme sostenida y paciente en pro de la solidaridad proletaria y de la filosofía científica que impedirá el que surjan diferencias secundarias.

El proletariado revolucionario verá entonces que la religión, en realidad, se convierte en una cuestión privada en lo que se refiere al Estado. Y, una vez que se halle en un régimen desembarazado del moho medieval, el proletariado librará una gran lucha por la abolición de la esclavitud económica, origen real del engaño religioso de la humanidad.

Novaia Shizn, (la Vida Nueva). N° 28 - dic. 16 - 1905

Firmado: N. LENIN.

NOTAS

(1) "La religión es el opio del pueblo". Ese aforismo tomado de la crítica de Marx a la filosofía hegeliana del derecho (1844) ha sido esculpido después de la Revolución de Octubre de 1917 en la pared frente a la célebre capilla de la Virgen de Iberia, de Moscú.

(2) Lenin expresa la misma idea en su folleto A los campesinos pobres, fecha en 1963: "Los socialdemócratas reclaman el derecho para todos a profesar con toda libertad la religión que le parezca. De todos los países europeos, sólo Rusia y Turquía mantienen leyes infames contra los que practiquen otra religión que la del Estado, los viejos creyentes (Los viejos creyentes o disidentes, se separaron en el siglo XVIII de la Iglesia ortodoxa oficial. Se atenían a las antiguas Escrituras y tradiciones, repudiando al mismo tiempo la centralización política incluso el poder de los zares, la burocracia, las levas de reclutas, etc. Tomaron parte activa en las sublevaciones de Stenka Rasin y de Pugatchev. Por eso fueron perseguidos por el gobierno y por la Iglesia), los sectarios, los judíos. Estas leyes prohíben, en general, una u otra confesión, o prohíben propagarla y privan a los partidarios de algunas creencias de diversos derechos. Es preciso que cada uno tenga plena libertad no sólo de abrazar la religión que quiera, sino también de propagar cualquier religión y de cambiar de ella. No debe permitirse a ningún funcionario investigar la religión de nadie, ya queriendo éste un asunto de conciencia nadie debe inmiscuirse. No debe haber ni religión dominante, ni iglesia dominante. Todas las creencias religiosas y todas las Iglesias deben ser iguales ante la ley. Los ministros de los diversos cultos pueden ser sostenidos por los fieles, pero el Estado no debe sostener con fondos públicos ningún culto ni pagar a los servidores de las diversas confesiones, ya se trate de ortodoxos, de viejos creyentes, de sectarios o de otros. Por esto luchan los socialdemócratas y mientras estas medidas no sean aplicadas sin ambajes ni subterfugios, el pueblo no podrá libertarse de las infames persecuciones policíacas por causas religiosas, ni de las limosnas policíacas, no menos infames, en favor de una creencia determinada.

(3) Así, el proyecto de Programa del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, redactado por Lenin y Plejanov en 1903 reclamaba solamente "la separación de la Iglesia del Estado, de la escuela y de la Iglesia". El proyecto de modificación del Programa del Partido (1917) añadía estas palabras: "completa laización de la escuela".

(4) Los "Cien Negros". Se llamaba así a las bandas formadas por la Unión del pueblo ruso (creado en octubre de 1905) y por otras organizaciones ultra reaccionarias y compuestas de elementos de los bajos fondos obreros. Estas bandas se entregaban a pogroms contra judíos y otras minorías nacionales, así como contra los obreros revolucionarios y los intelectuales.

(Articulo elaborado por Lenin en diciembre de 1905, extraído del folleto "V. I. LENIN, Sobre la religión", elaborado por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú y reproducido en su integridad por la Editorial Problemas, Buenos Aires Argentina en 1945.