7 de octubre de 2023

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Venezuela: Maduro, habla con los muertos y ve a la Virgen

Por: Pablo Stefanoni (SINPERMISO).

3 de diciembre de 2013

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, parece haber decidido que a las críticas por sus giros ridículos se responde con más ridículo. Sus intervenciones desde el famoso pajarito hasta acá parecen ser una serie de regalos a los medios de comunicación y al antichavismo mundial. No sé si los estrategas bolivarianos habrán evaluado los costos y beneficios de tales escenificaciones, pero lo cierto es que las cifras muestran una economía que no estalla sólo por el flujo constante de los ingresos petroleros (el propio Hugo Chávez habló en una oportunidad de "socialismo petrolero”), pero que se degrada día a día.

La semana pasada, Maduro exhibió, como si se tratara de las apariciones de vírgenes, una foto de la pared de un túnel en la que se ven unas líneas que parecen dar forma a un rostro humano, según él del mismísimo Hugo Chávez. "Abre la toma, camarada”, dice el Presidente al camarógrafo mientras hace el anuncio en la televisión. "Es la mirada de la patria, que está en todos lados, inclusive en fenómenos que no tienen explicación”, prosiguió. La foto "fue tomada por trabajadores a las dos de la mañana”; luego la imagen desapareció como había aparecido, sin dejar rastros.

Este tipo de culto a la personalidad, con tintes sobrenaturales, sólo existe en Corea del Norte. La biografía oficial de Kim Jong-il asegura que dos arco iris y una nueva estrella de gran brillo anunciaron su llegada al mundo, "enviado por los cielos”, el 16 de febrero de 1942 en una cabaña de un campamento guerrillero secreto en la falda del Monte Paektu, un lugar sagrado donde se supone que su padre estaba luchando contra los invasores japoneses. Cuando murió, en 2011, "una furiosa tormenta de nieve hizo una pausa, el cielo brilló con un deslumbrante color rojo sobre el Monte Paektu”. En la ciudad de Hamhung, una grulla de Manchuria voló en círculos sobre la estatua de Kim Il-sung (padre de Kim Jong-il y presidente eterno), se posó en un árbol, inclinó la cabeza (un gesto de respeto) y echó a volar de nuevo, camino de Pyongyang. El problema es que la sociedad venezolana está a años luz, en las antípodas, de la norcoreana, desde cualquier punto de vista que se considere.

Con este tipo de apelaciones a un Chávez sobrenatural, Maduro busca un doble objetivo: consolidar su poder, que es un poder "derivado” del propio Chávez y confirmado por las urnas por estrecho margen, y enfrentar una severa situación económica, en la que las cifras de inflación bordean el 50% anual. Los chistes no se hicieron esperar: es más fácil que aparezca Chávez que los productos de primera necesidad que escasean.

Cuando pensábamos que ya estaba todo dicho, esta semana nos enteramos de que Maduro "adelantó la Navidad”, preocupado por las elecciones municipales del 8 de diciembre. Y la cosa no se quedó en palabras, el Gobierno montó una imponente feria navideña en el Parque Los Caobos, en Caracas. "Hoy, viernes 1 de noviembre, quisimos decretar la llegada de la Navidad porque queremos la felicidad para todo el pueblo, la paz para todos. La Navidad temprana es la mejor vacuna para cualquiera que quiera inventar bochinches y violencia”, dijo Nicolás Maduro durante un recorrido por el parque temático, en medio de denuncias de golpes y conspiraciones opositores. Pero, ¿hacía falta todo eso para adelantar el pago de los aguinaldos?

Esto es la continuación de la creación del Viceministerio de la Suprema Felicidad, que parece combinar utilitarismo liberal del siglo XVIII y XIX con la neolengua orweliana en 1984.

No es necesario reivindicar un socialismo iluminista tipo Bernstein para sentirse incómodo con estas actuaciones del Presidente venezolano. La dificultad es que la "alternativa” interna es Diosdado Cabello, un representante de la boliburguesía y de sectores militares.

Hay mucho en juego en Venezuela, y el riesgo de que termine como el sandinismo en 1990 -con una derrota política y moral- es cada vez más real. Pero ese desmoronamiento sería un retroceso para toda América Latina y para el conjunto de la izquierda.

Pablo Stefanoni es periodista.