7 de octubre de 2023

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HONDURAS: MÁS DE 350 PRESOS MUERTOS EN LA CARCEL

Por: Horacio Cecchi.

17 de febrero de 2012

"Este es un día de profundo dolor para Honduras", ha asegurado el presidente Porfirio Lobo en un mensaje al país al empezar a conocerse el alcance de la tragedia registrada la noche del martes en la Granja Penal de Comayagua, a unos 80 kilómetros de Tegucigalpa, donde vivían hacinados 853 presos.

Lobo ha prometido emprender una investigación con "total transparencia" para determinar "qué fue lo que provocó esta lamentable e inaceptable tragedia", y como medida ha anunciado la suspensión de sus puestos de todos los responsables de prisiones hasta su conclusión, para "deducir las responsabilidades".

Algunos supervivientes han denunciado que los carceleros se negaron a abrir los calabozos tras brotar el incendio, que las autoridades creen que pudo haber sido provocado por un preso que prendió fuego a su colchón, aunque la causa está bajo investigación y también se ha mencionado la posibilidad de un cortocircuito.

El número de presos muertos por el incendio ha ascendido a 377, mientras el número de heridos es de 475.

La confusión que siguió al incendio, que fue controlado de madrugada, produjo escenas desgarradoras en las afueras del penal, a donde acudieron allegados de los reos a informarse de la situación de sus familiares, en medio de denuncias de falta de auxilio.

Algunos supervivientes y parientes de los reclusos denunciaron que las autoridades del centro penitenciario se demoraron en abrir las celdas, lo que hubiera podido evitar que muchos murieran quemados.

"Nadie abrió los portones, nos cansamos de gritar; tuvimos que saltar nosotros cuando ya (el centro penal) agarró fuego en forma; tuvimos que saltar por el (techo de) zinc para afuera", relató a Efe un preso superviviente en el lugar de la tragedia.

"A pura gracia de Dios nos pudimos salvar, queremos dar a conocer que lo que sucedió fue por puro descuido (...) Tenemos que hablar por las personas que ya están muertas", agregó el preso, que junto a otros compañeros pidió no ser identificado para evitar represalias.

Según relatos de algunos reos supervivientes, varios de los presos que murieron quemados quedaron aferrados a los barrotes, en su desesperado intento por escapar del fuego, mientras que otros estaban apilados en los baños y otros espacios de las celdas.

Damaris Cáceres Hernández, que vive cerca de la Granja Penal y que tenía a dos hermanos presos en su interior, dijo a Efe que oyó cuando los reos pedían auxilio y los guardias disparaban para evitar que huyeran.

"Los agarraron a tiros cuando se estaban tirando de las bartolinas, ellos pedían auxilio, pero no les abrieron, los dejaron que se quemaran", aseguró entre lágrimas Cáceres Hernández, quien dijo desconocer si sus hermanos sobrevivieron o no al incendio.

EL INFIERNO ENTRE BARROTES Y TIROS

Un pabellón se incendió y los presos quedaron encerrados. Contaron 272 cadáveres, pero creen que murieron 356. Escenas desgarradoras se vivieron en el penal de Comayagua, donde murieron 356 internos.

En tres horas, durante la madrugada de ayer (desde la 1.50 hora argentina), uno de los pabellones del penal granja del Barrio San Pablo, en Comayagua, al centro de Honduras, se transformó en un horno cerrado donde murieron incinerados más de 350 presos. Las autoridades por el momento tienen en mano dos hipótesis y ambas, curiosamente, cargan las responsabilidades sobre los presos (en su versión suicida-salvaje) o sobre los delgados hilos del destino (en este caso, hilos eléctricos) que provocaron un cortocircuito y permitirán a la prensa denominarlo como accidente o, en el mejor de los casos, una tragedia. Las primeras versiones de los que lograron romper los techos y eludir los disparos de los guardias que pretendían evitar las fugas narraban escenas literalmente dantescas.

“Nos estábamos quemando, sentíamos pánico y más cuando no nos abrían las celdas”, reveló uno de los sobrevivientes mientras lo trasladaban a una ambulancia con las plantas de los pies, las piernas y parte de los brazos al rojo vivo, la piel caída en escamas. “No nos abrían los portones hasta que llegó un enfermero (quien rompió tres candados) y por fin logramos salir”, alcanzó a decir antes de que lo llevaran. El enfermero mencionado era un preso encargado de la enfermería. De los penitenciarios, nada.

Durante tres horas se desató el incendio y la guardia no abrió las puertas siquiera a los bomberos que acudieron casi al instante. El penal, con módulos y una granja con huertas a su alrededor, se encuentra a 90 kilómetros de la capital, Tegucigalpa, en el Barrio San Pablo, dentro de la ciudad. Difícil responsabilizar a las estructuras: el penal tiene capacidad para 450 internos, pero las autoridades habían alojado casi 900. A las 22.50 del martes (1.50 del miércoles, hora argentina) se desató el incendio. La versión de la gobernadora del departamento de Comayagua, Paola Castro, aseguró a los medios que “a las 23.10 (2.10 argentina) recibí una llamada de un interno. Me dijo que otro reo había dicho: ‘Voy a meter fuego a esto y nos vamos a morir todos’. Y le metió fuego y nos estamos quemando, nos estamos muriendo todos”. La versión de la funcionaria, parte interesada en el asunto, no refirió que las celdas habían quedado cerradas y que cuando las llamas empezaron a tomar altura, los presos comenzaron a romper el techo para escapar. Los que lo lograron tuvieron que sortear las balas de los guardias, que interpretaban que, fuego o no fuego, salir por los techos del módulo era intento de fuga.

Los presos que se salvaron del siniestro relataron escenas dantescas de compañeros que quedaron calcinados abrazados a los barrotes. “Murieron prendidos fuego, se tiraban a los baños”, narró uno de los sobrevivientes. Desesperados, unos 300 familiares, entre hombres, mujeres y niños, que clamaban por información en las afueras del penal, se enfrentaron con la policía a pedradas. Cuando las autoridades leyeron una lista de sobrevivientes, los familiares de los ausentes se desesperaron, rompieron el cerco del penal y se agolparon en el patio frontal. Los guardias lo tomaron como una rebelión y respondieron a los tiros. Las fuentes periodísticas sostienen que al aire. Habrá que ver si fue así con el paso de las horas.

“Hay 272 muertos confirmados, pero creemos que son más de 300”, informó el ministro de Seguridad de Honduras, Pompeyo Bonilla. “Es bastante grave la situación –declaró el director de Centros Penales, Danilo Orellana, sin revelar a qué nivel se refería con ‘bastante’–, la mayoría murió por asfixia y calcinados (...) Tomaron fuego varios módulos y se investigan las causas.” Orellana añadió que se investigan dos versiones, que el incendio habría sido provocado por un cortocircuito y la otra por uno de los reclusos, que según las autoridades prendió fuego un colchón con aparentes fines suicidas.

Ayer, el presidente de Honduras, Porfirio Lobo, aseguró que “haremos toda la investigación para determinar qué provocó esta lamentable e inaceptable tragedia, para sentar responsabilidades” y anunció la “suspensión de los cargos para garantizar un proceso investigativo de total transparencia”.

Miguel Insulza, secretario general de la OEA, pidió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el envío de una comisión específica que investigue lo ocurrido. El sistema carcelario de Honduras tiene capacidad para alojar seis mil presos, pero el número ronda las 12.500 personas. Un infierno al borde del estallido. En mayo de 2004 lo anunció: un incendio en el penal de San Pedro Sula había dejado 104 muertos.

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