7 de octubre de 2023

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EL BRILLO DE SUS OJOS (CUENTO)

Por: Addhemar H. M. Sierralta (Perú).

8 de noviembre de 2011

Puede ser una leyenda o la real historia de un amor imposible que en el tiempo sigue aleteando en el espacio. Addhemar H.M. Sierralta nos lleva de la mano, en este tierno cuento, hacia los quereres eternos.

Ella era maravillosa. Cuantan que dijo una vez: “jamás he escrito un poema”. Pero aquel día su corazón cantó. Además de hacerlo demostró que su imaginación era formidable. Tal creatividad estaba cincelada con su necesidad de amor y su poesía fue capaz de crear los versos de “el salón de baile eterno”. Lo convirtió en el lugar en donde ella danzaba y daba rienda suelta a sus emociones, a su esperanza de vivir lo no vivido. Fue el lugar de sus encuentros con el ser querido, fue su oásis al que volvía siempre que requería nueva luz.

El “brillo de sus ojos” distinguió sus momentos de felicidad. Aún, pasado el tiempo, la recuerdan con infinita ternura. Se diría que encapsuló eternamente su ilusión. Su amor, según me enteré una noche, era prácticamente imposible y de realizarlo en el tiempo. Se lo llevó en sus memorias más íntimas, para huir con prisa de tal atracción que, aunque la llevara al éxtasis, podría conducirla a perecer como Icaro al acercarse al sol.

Y la niña bella decidió –un día perdido en el tiempo- huir y morir de amor sin saber que al hacerlo destruyó a su galán. A partir de entonces –se dice en las leyendas- que de tanto sufrir y llorar ella se convirtió en río mientras que su amor, de dolor, se transformó en piedra. La naturaleza quiso, para la eternidad, unirlos en los ríos de los valles donde discurre el agua serpenteando, coqueta y cantarina, entre las piedras que se abrazan día y noche susurrando palabras de amor. Dicen que cuando emerge la luna se percibe entre una suave melodía, al deslizarse el agua amorosamente entre su amado, como si alguien dijiera “te quiero”.

Esta historia de amor fue cierta. Al comienzo no podía creerla y pensaba que era derivada de la esperanza de los enamorados del pueblo. Pero me llevaron, una tarde de lluvia, a una cabaña cerca a las montañas y una anciana me juró que había conocido a la bella del cuento. “Tenía un rostro casi divino y el brillo de sus ojos denotaba su amor”, me dijo mientras unas lágrimas rodaban por sus arrugadas mejillas. “Y él la amaba como a nadie…cuando supo de su huída fue su dolor tan grande que corrió hacia los abismos y rodó convertido en piedra hasta llegar al fondo del valle y allí la encontró a ella como agua cristalina”, añadió.

Desde entonces he estado, las noches de luna, tratando de escuchar el “te quiero” de los enamorados.

Una noche me quedé dormido a la orilla del río y de pronto, tal vez en sueños, sentí cerca a mí la presencia de alguien. Entre la bruma pude distinguir la sombra de una pareja que, entre abrazos apasionados y tiernos, se decían “te quiero amor mío”. Me acerqué a ellos y pude observer el brillo de los ojos de la chica, era algo indescriptible, una belleza que jamás olvidaré. Parecían decir llévame a tu mundo de amor, y dejaban traslucir un alma deseosa de amar. Eran simplemente los más bellos ojos que había visto.

Al despertar me hallaron en la madrugada, diez horas después de haber desaparecido en el valle. Casi congelado me dijeron que fue por unas voces que supieron hallarme.

La impresión, que me causaron esos bellos ojos con su brillo especial, fue algo muy significativo a punto que cada noche cuando empiezo a dormir se me aparecen dulcemente e imagino que me dicen “te quiero amor mío”.

Esos ojos me dieron vida y espero que un día los vuelva a encontrar.

(Tiempo Nuevo).