7 de octubre de 2023

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WASHINGTON NO TEME A PEKÍN

Dmitri Kosirev (RIA NOVOSTI)

1ro de febrero de 2011

“El basurero de la historia está lleno de quienes pensaban que Estados Unidos ya no contaba”, apuntaba el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, en vísperas de su visita a China.

Paralelamente, se desarrollaban los preparativos para la visita del máximo mandatario chino a Estados Unidos.

En la actualidad, las sentencias y frases altisonantes están de moda entre los políticos estadounidenses. En este caso, la diana del comentario de Gates era claramente China.

En general, a lo largo de 2010 la administración de Obama ha dado a entender a China que no le tiene miedo. Estados Unidos sigue siendo una superpotencia.

En definitiva, este fue el contexto en el que se efectuó la visita oficial del presidente de China, Hu Jintao, a Washington. La agenda de trabajo contenía muchos temas, en primer lugar los de defensa, seguridad y equilibrio estratégico, pero también estaban el comercio y las monedas nacionales.

El asunto de los portaaviones

Da la impresión que la visita del líder chino a Estados Unidos tenía por objetivo reducir las asperezas provocadas el año pasado por el equipo de Obama en las relaciones bilaterales con China. Por supuesto, a nadie le gusta mostrarse débil, pero de ahí a promover dos alianzas antichinas a la vez, cerca de la península de Corea y en el Mar de la China meridional, es, quizás, demasiado.

En el primer caso, Estados Unidos utilizó sin pudor los dudosos incidentes ocurridos entre las dos Coreas. Como el enigmático hundimiento de la corbeta patrullera “Cheonan” de la armada surcoreana, que naufragó a causa de una extraña explosión inicialmente achacada al ataque de un buque de guerra norcoreano; o los duelos de artillería en el espacio marítimo en disputa, como respuesta a las maniobras llevadas a cabo por Corea del Sur.

Como consecuencia de todo ello, el pasado año para China podría haberse denominado “el año de los portaaviones cerca de sus costas”. Los portaaviones, claro está, eran estadounidenses, porque China ni los tiene, ni los tendrá en los próximos 10 años. En el segundo caso, la diplomacia estadounidense armó, literalmente a partir de la nada, un escándalo en torno a los territorios disputados en el Mar de la China Meridional, iniciando la vertebración de una imagen agresiva de Pekín. Esto es lo que le puede parecer a cualquiera, menos a aquellos que conocen la larga historia de las negociaciones sobre los mencionados espacios marítimos e islas.

Así que, en estos momentos, “Estados Unidos es alguien a tener en cuenta” en las fronteras chinas. La pregunta es ¿qué quiere conseguir Washington con esta exhibición del poder? Todo parece indicar que sólo se trata de una maniobra para fortalecer las posiciones de Estados Unidos en el terreno comercial y financiero. Esferas que siempre han sido prioritarias para Estados Unidos.

Estados Unidos es fuerte todavía

Algunos opinan que estas negociaciones en Washington fueron las más importantes en las relaciones bilaterales durante la última década. Los objetivos planteados por la primera y la segunda superpotencias del mundo están claros. Lo que no se sabe es de qué manera se desarrollarán las conversaciones ni cuál será el resultado final. No se trata simplemente de las relaciones económicas entre dos países importantes, sino de introducir correcciones en el modelo de las relaciones económicas a nivel mundial, modelo que ocasionó la crisis global de 2008.

En este modelo China asumía el papel de fábrica mundial para cubrir las necesidades de consumo de Estados Unidos y Europa. Como punto de referencia suele tomarse el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. A partir de ese momento, el volumen de las exportaciones estadounidenses a China creció hasta los 90.000 millones de dólares en 2010, frente a los 19.000 millones de dólares en 2001.

Sin embargo, las importaciones norteamericanas son considerablemente mayores, de modo que el déficit comercial anual con el gigante asiático se está aproximando a los 300.000 millones de dólares. Para Estados Unidos, este modelo está lejos de ser ideal por haber llevado al país a ser el mayor deudor del planeta (el montante de su deuda asciende a 14 billones de dólares).

Los chinos ahora se preguntan qué hacer con todo el dinero del que disponen, ya que han acumulado más reservas de divisas que los países de la eurozona, Rusia, Japón y algún que otro país juntos.

La postura de Estados Unidos ya se sabe cuál es, que China empiece a comprar, a importar sus productos compulsivamente y, con esto, dé un impulso a las industrias estadounidense y europea, que se aprecie el yuan (sobre el tema ya se ha escrito en los últimos años un sinnúmero de artículos). Es decir, que rescate a la economía de Estados Unidos. La otra opción es la del portaaviones.

Buscando una fórmula de compromiso

Lo anteriormente formulado es el modo de hacer típicamente estadounidense, mientras los chinos se comportan como en ellos es habitual. El presidente de la República Popular China, Hu Jintao, antes de iniciar su visita, ya expresó en una entrevista a los periódicos The Washington Post y The Wall Street Journal la idea de que las dos naciones tienen que buscar una fórmula de compromiso, para lo cual habría que cambiar la manera de expresarse y de pensar.

Obviando la excesiva y eventual arrogancia demostrada por ambas partes, en términos generales se puede decir que Estados Unidos y China de verdad están persiguiendo un objetivo común de coexistencia pacífica. Y lo más probable es que lo alcancen, a pesar de que parezca que sus relaciones están atravesando una etapa tan mala como la que se vivió con el anterior presidente Bill Clinton, del Partido Demócrata. Los chinos suelen tener problemas de entendimiento con los demócratas. Y no sólo los chinos...

Por mucho que se blandan las armas…

A modo de epílogo se puede decir que, por mucho que se haya empeñado el equipo de Obama en demostrar a China la supremacía de su nación, el resultado final se conoce desde hace tiempo. Las exportaciones chinas crecen dos veces más rápido que su economía. Y si la URSS pretendía crear una “zona de influencia” para sí, China gana en una competición abierta.

Los antiguos aliados de Estados Unidos van perdiendo sus posiciones como economías más importantes del mundo, cediendo ante la India, Brasil, Turquía y Rusia que, no es que sean aliados chinos, pero seguramente no lo son de Estados Unidos. Entre las diez corporaciones más grandes del mundo, de acuerdo con el ranking de la revista Fortune, hay tan sólo dos de Estados Unidos y ya tres de China, así que…

A nadie le gustaría verse en el basurero de la historia y, claro que Estados Unidos cuenta, pero ya no tanto como antes.