7 de octubre de 2023

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EL IMPERDONABLE DOCTOR TALCAHUANO

Cuento de Eduardo Pérsico.

4 de agosto de 2010

Acaso por vivir su niñez entre tías de llevarlo a misa los domingos y otras desechadas costumbres, aunque fuera un especialista en asuntos de familia al doctor Talcahuano las mujeres le alteraban el ánimo. Exitoso profesional que al ir engrosando sus ingresos como abogado y ya casado con Silvia, contrató de secretaria a Lorena, divorciada de treinta y cuatro que de tan segura y eficiente, no admitió encamarse con él en la hora del almuerzo.

‘¿Pero cómo? Esa habitualidad es de rigor entre nosotros’ le anunciaría un colega, pero también por cosas habituales su esposa y Lorena, su empleada, cada tarde más charlarían por teléfono y según los códigos mujeriles fueron ganando espacio, sin aviso las dos decidieron juntarse a tomar un té. Ya en el primer encuentro que repetirían cada tanto, hablaron de amoríos, desencantos, arrimes en lugares imprevistos y al pasar, Lorena deslizó su amistad con otra adolescente cuando viviera pupila en el Sagrado Corazón. Un renglón que sin esperarlo entusiasmó a Silvia, ’contame más, eso debe ser apasionante’, siguieron confesiones que cambiarían la inicial formalidad y al despedirse admitieron, entretenidas en mirarse, compartir el anuncio de un secreto. ’Somos tan pacatas que vivimos ocultando’, se animaría Silvia; Lorena la miró humedeciendo los labios ’depende de la otra persona’ y se despidieron postergando palabras. Unos días más tarde en el mismo bar, se distrajeron en rozarse las manos al juntarse. Silvia pidió un whisky y Lorena una copa de vino blanco; la charla andaría nuevos carriles y el mozo por un rato ausentaría su mirada. Acaso cuando alguna de las dos repitiera ’me gusta estar con vos’ convinieron reunirse más tranquilas y secreto decretado. .

En el pequeño departamento de Lorena anduvieron al desgaire y luego de preparar café, se acercaron a ver decaer la tarde, sin hablarse. Los pocillos en la mesita baja se irían enfriando, el venidero paso no era fácil y al arrimarse Lorena se recogió el pelo con las dos manos. ’Estoy algo nerviosa’ alcanzó a pronunciar Silvia y un beso temeroso las conmocionó; ya el temblor de las anunciaciones se adueñaría en tanto afuera ya el atardecer era un fulgor opaco. Las manos se animarían a recónditos sitios, y al destrabar breteles y desechar encajes llegaron enlazadas al insondable milagro de algarabía, se dijeron más tarde.

¿Qué pasiones postergadas las enamoraron para que ‘estas dos locas se fueran a vivir juntas’?, - se preguntaría el abogado Talcahuano uno meses más tarde cuando su esposa Silvia le dijera ‘lo nuestro se acabó, Facu. Aquí termina’. Aunque acaso para él la desdicha mayor que su derrota catedrática, - no hallar jurisprudencia adecuada, como abandono preterintencional o tesis parecida- fue la bestial vindicta varonil de sus colegas. ’Pero doctor, ¿cómo dejó que las dos minas lo cornearan en un solo acto y al mismo tiempo?. Eso no es profesional y nos hace quedar muy mal a todos’. Pero claro, al doctor Talcahuano las mujeres solían alterarle el ánimo…

Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.