7 de octubre de 2023

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PERU: “PATRIOTISMO”, CORRUPCION Y MILITARISMO

Por: Luis Arce Borja.

4 de diciembre de 2008

En Perú cada hecho político o es una caricatura del pasado o un grosero montaje que se usa indistintamente para buscar el usufructo político inmediato. La mediocrididad, la repetición sin cesar, y la miseria moral en los actos políticos es una característica de las clases políticas de este país. Eso se puede ver en la forma grotesca que durante decenios utilizan el cuco de la guerra (con Chile, Ecuador o Bolivia) como montaje para encubrir problemas sociales o cuestiones de crisis de gobernabilidad. El pretexto de los diferendos internacionales, ha servido para echar una cortina de humo a los grandes problemas de la sociedad, y sobre todo para ocultar las brutales acciones del Estado y de los militares contra millones de peruanos. El cuento del conflicto internacional, es como el milagro de la virgen que llora, que aparece “milagrosamente” en momentos álgidos de las luchas populares y cuando el pueblo siente desprecio de sus gobernantes.

Durante toda la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), se usó el fantasma de la guerra con Chile para encubrir la crisis social y ejecutar planes de corporativización y control militar de las organizaciones populares. Velasco se preparó para una “guerra con Chile”, mientras militarizaba la sociedad, reprimía a los trabajadores, y enriquecía una nueva casta de burgueses ligados a los cuarteles militares. En enero de 1981, estalló un conflicto fronterizo con Ecuador y se le llamó oficialmente la “guerra del falso Paquisha”. Era el tiempo del gobierno de Fernando Belaúnde, un reaccionario y acartonado personaje que desde sus inicios en palacio de gobierno (julio de 1980), ya apuntalaba una administración antipopular e incapaz para resolver la grave situación social heredada del régimen militar en sus dos periodos (1968-1980). Hay que recordar, que en 1980, se inicio la lucha armada de Sendero Luminoso, cuya base objetiva fue la extrema miseria del pueblo agudizada durante la dictadura militar. En 1995, el régimen de Alberto Fujimori hundido en una corrupción espantosa y acusado de miles de crímenes y abominables exterminios de pobladores, utilizó en gran forma el pretexto de la guerra. En la zona peruana del Cenepa, se intercambian tiros entre patrullas del Perú y de Ecuador. Este conflicto sirvió para que Fujimori y la cúpula militar, odiados por el pueblo, lograran desactivar momentáneamente las explosiones sociales y desviar la atención principal de los pobres del Perú.

Ahora en el 2008, cuando el régimen de Alan García Pérez y las fuerzas armadas, están hundidas en graves escándalos de corrupción, se vuelve al libreto del conflicto internacional, en este caso con Chile. Hace algunas semanas se descubrió que el aprista y ex ministro de Pesquería Rómulo León Alegría estaba involucrado en un hecho de mafia y corrupción en las concesiones petrolíferas. Se calcula en 25 millones de dólares la coima que iba recibir Rómulo Alegría por la entrega de riquezas petroleras del país. Se cree con mucha razón, que en este negocio el ex ministro de Pesquería del aprismo, era solo un encomendero de Alan García Pérez. Los hechos, posteriores a la captura de León Alegría, confirman que este personaje no actuaba al margen del gobierno, y ello prueba que el régimen aprista es una banda de bandidos que actúan desde las instancias del Estado. Actualmente, León Alegría, por encargo del gobierno está en una cárcel desde donde cada día da conferencias radiales y televisivas para hacer propaganda a su “honestidad” y a la inocencia sagrada de Alan García.

La corrupción general en la administración de Alan García Pérez coincide con el crecimiento del desprestigio de las fuerzas armadas, cuyos altos mandos, están acusados de crímenes de guerra, trafico de droga, robos y manejo mafioso del presupuesto militar. Hasta hace algunas semanas atrás el general Edwin Donayre, aún comandante general del ejército, fue denunciado a la fiscalía de la Nación por el delito de robo de combustible en la región militar bajo su mando. Este escándalo afectó a la alta jerarquía militar, y en ella fueron comprometidos 46 oficiales del ejército. Donayre, bajo el propósito de encubrir sus delitos, montó un espectáculo, con filmación y todo, respecto a un figurado conflicto bélico con Chile. Sobre ello, dijo que había dado las ordenes para que “chileno que entre al Perú, salga en cajón, y sino hay cajones, se les mete en bolsas”. Entre otras cosas habló de bombas y otros actos “patrióticos”. La fanfarronada de este general, dio pie para que el gobierno aprista sacara a relucir su fibra “patriótica” y “soberana”. El mismo Alan García, en un discurso dijo que no recibía órdenes de nadie, en referencia a una queja diplomática del gobierno chileno frente a las bravuconadas de este militar. Posteriormente García se vio obligado a mandar al retiro al “valiente” y “héroe” general Donayre.

¿Tensiones con Chile, o mascarada para crear falsas tensiones en el pueblo?.

Si se tratara de defender la dignidad de la nación y del pueblo peruano, ni Alan García ni las fuerzas armadas son los más indicados para hacerlo. Ya en su tiempo, en 1888, Gonzáles Prada, denuncio a los militares como uno de los causantes de todas las desdichas del pueblo peruano. De los militares, dijo este prestigioso anarquista, eran, cobardes y los principales responsables de las derrotas militares. Si en la época de Gonzáles Prada los uniformados eran una carga para la moral de la nación, ahora son peores. En los últimos años, la mayoría de los altos oficiales, generales y otros altos mandos, se han visto involucrados en el negocio del narcotráfico, en crímenes de guerra, exterminio de miles de pobladores, y en otros delitos que hace de las fuerzas armadas una institución peligrosa para la integridad de la nación. Actualmente varias centenas de altos mandos de las instituciones castrenses se encuentran en prisión o con libertad condicional y sobre ellos pesa serias acusaciones penales. El mismo primer vicepresidente de Alan García, el vicealmirante Luis Giampietri Rojas, especialista en Inteligencia Naval de la Marina de Guerra del Perú, es uno de los responsables principales de la muerte de cerca de una centena de prisioneros de guerra asesinados fríamente en junio de 1986.

Las fuerzas armadas del Perú, como ninguna otra institución del Estado, son parásitos que viven espléndidamente a costa de la miseria del pueblo. Su presupuesto para el 2008 asciende a cerca de 2 mil millones de dólares, sin considerar, los recursos extrapresupuesto, y el dinero que proviene del narcotráfico y otras fuentes ilegales. Su función, nada tiene que ver patriotismo ni dignidad nacional. Se dicen “protectoras de la nación”, pero sirven exclusivamente para proteger regimenes corruptos que miserablemente subastan el Perú y la nación. Los militares peruanos, por el espacio que ocupan en la sociedad peruana, son lacras que configuran y expresan el atraso del país. Su existencia, como institución del Estado, se relaciona una clase social en descomposición, y a una republica de pacotilla que desde 1821 se rige por la ilegalidad y el vandalismo de sus dirigentes.

Las fuerzas armadas, desde su creación han sido los responsables de miles de asesinatos de obreros, campesinos y pobladores pobres. Han sido “héroes” reprimiendo y asesinando a trabajadores desarmados. Han sido “soldados de la patria” violando niñas y señoras, incendiando casas de campesinos pobres, secuestrando estudiantes, obreros y trabajadores. Torturando y ejecutando sin piedad a miles de luchadores sociales. Los militares son asesinos de su propio pueblo. Durante el régimen fujimorista (1990-2000), los militares se involucraron en genocidios de pueblos, en el crimen dirigido desde los cuarteles, en la organización de bandas paramilitares, en matanzas de pobladores, en el trafico internacional de droga, en el robo y otros delitos cometidos desde las altas instancias de las fuerzas armadas y del Estado. No puede haber patriotismo junto a fuerzas armadas inmorales, criminales y corruptas. El ejército peruano, nunca ha ganado una guerra, y su historia esta rodeada de actos innobles contra la nación. Su historia se reduce a hechos de corrupción, verticalismo, y abusos cotidianos contra los propios soldados que provienen de las clases populares. Las fuerzas armadas del Perú, son sin ninguna duda, la institución más anti patriota y nefasta del país.

Cuando Alan García Pérez atiza un conflicto con Chile, no lo hace por “patriotismo”, sino para encubrir sus propios actos de corrupción y aquellos cometidos por los altos mandos de las fuerzas armadas. Las infectas autoridades peruanas, así como los militares, antes de estar fanfarroneando con conflictos internacionales, deberían pensar en los 60 mil peruanos que tuvieron que huir del hambre y la miseria para instalarse en Chile, donde se dedican a realizar los trabajos de menor calidad. Actualmente, los peruanos en Chile son sinónimo de pobreza y gente desesperada que tuvo que abandonar su país a causa del hambre y la miseria que sus “heroicos” militares y el gobierno “patriótico” no han sido capaces de resolver. El mismo fenómeno ocurre con Ecuador, donde mas de 200 mil peruanos han tenido que emigrar para salvarse del hambre y la miseria. Los peruanos en Ecuador trabajan en duras tareas en las minas y en construcción de carreteras, y de la misma forma que en otros países están marcados con el signo de la desesperación y desdicha de haber nacido en Perú. En Bolivia, la situación no es diferente, y este país del altiplano se ha convertido en una tabla de salvación para miles de pobres del Perú. Y no mencionamos a Argentina, Uruguay, Brasil y otros países latinoamericanos donde miles de peruanos se han visto obligados a emigrar para poder sobrevivir.

En ninguna parte del mundo se puede practicar algún nivel de patriotismo elemental mientras los ciudadanos tienen que inmigrar a causa de la miseria y la injusticia a los países vecinos, que por añadidura son aquellos que mantienen diferendos internacionales con su propio país de origen. El Perú, es una calamidad frente a sus vecinos, que sin disparar un tiro ganan batallas morales estratégicas abriendo sus puertas a los peruanos perseguidos por la miseria y la desocupación. Para los dos millones y medio de peruanos que se vieron obligados a huir del hambre y la represión en Perú, y que ahora se ganan la vida en diferentes partes del mundo (Europa, Estados Unidos, Cañada, Japón, y America Latina), la palabra “patria”, suena a hipocresía y no tiene ninguna validez ni política ni histórica. La patria de Alan García y de los militares peruanos, no es la patria de los pobres del Perú.