7 de octubre de 2023

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EL ANTIIMPERIALISMO DE GARCIA PEREZ

Por: Antonio Luna Neyra.

22 de noviembre de 2008

Aceptarle al presidente García que el reciente descalabro financiero internacional, es solo una leve crisis de crecimiento del capitalismo y no la crisis más severa del sistema capitalista después del crash de 1929, equivale a creerle a don Víctor Raúl Haya de La Torre, que estamos al comienzo del desarrollo capitalista mundial y que el imperialismo es la primera fase del capitalismo.

Si esto último fuese cierto, tendríamos que negar que el capitalismo en América Latina, a diferencia de Europa, haya nacido después de dos siglos con el surgimiento y la expansión imperialista y negar que haya devenido en subordinación, dependencia, atraso y destrucción de sus elementos nacionales.

Tendríamos que admitir también la absurda tesis hayista según la cual el imperialismo es una etapa imprescindible para desarrollar el capitalismo en los países atrasados y no un fenómeno que profundiza su pobreza y atraso e impide su progreso y desarrollo, como realmente ocurre.

García y su maestro se olvidaron que el Perú, a pesar del desmedido afán por desarrollar su capitalismo en base a cuantiosos préstamos e inversiones imperialistas, durante más de un siglo, sobre todo a partir del oncenio de Leguía (1919-1930), no ha dejado de ser un país capitalista pobre, dependiente y condenado a sufrir miseria, desocupación, violencia y atraso y, menos aún, ha podido convertirse en un país capitalista próspero, desarrollado y capaz de disputar el esquivo mercado internacional con las grandes potencias imperialistas, como prometieron sus distintos gobernantes.

Viejas y desafortunadas fórmulas de salvación y viejos cantos de sirena que, desde los tiempos del feudalismo y la semifeudalidad, los encantadores de serpientes pro capitalista vienen ofreciendo y aplicando al país, sin resultados positivos, pero que hoy repite de memoria el presidente García implorando a los grandes monopolios que, en esta época de crisis, refugien sus inversiones en nuestro país para que realicen el gran festín capitalista de su vida.

Pero que podemos esperar de un hombre que ha vendido su alma al imperialismo, a ese capitalismo deshumanizado y globalizado dominado por los monopolios y el capital financiero, a ese imperialismo que ha inmaculado la exportación de capitales (inversión extranjera) y propicia una gran batalla por el reparto del mundo. De un hombre que sigue vendiendo el Perú a pedazos a los monopolios para que continúen dominando su economía, su Estado y su gobierno y que ha colocado la defensa de los intereses del capital monopolista en la cima de su política de gobierno.

Por eso, no llama mucho la atención que García salga como un león (alegría) a defender al gran capital, a lanzarle salvavidas y a minimizar su crisis financiera. Que nadie se atreva hablar de una crisis más seria. Para García no hay derrumbe de paradigmas y hegemonías, no hay quiebra de grandes bancos como Bearns, Carlyle y Lehman Brother. No quiere ver que los EE.UU. ha pasado de una política ultra privatista a una política estatista y proteccionista mediante el salvataje de los 700,000 millones de dólares. Para García no es importante que se haya desinflado el libre mercado y que el mundo multipolar haya ganado terreno. García no cree que el Nuevo Orden Mundial que con afán hegemonista y guerrerista puso en marcha el viejo Bush en 1991 esté llegando a su fin y que esta crisis será el mayor dolor de cabeza que tendrá el presidente Obama. Para García todo esto es una simple crisis de crecimiento del capitalismo que está dispuesto a salvar sacrificando el futuro de nuestro país.

La crisis del Perú, incluido los efectos de la actual crisis financiera internacional, no podrá superarse consolidándolo como un país refugio de inversiones monopólicos ni entregando a manos llenas nuestras riquezas y nuestras empresas estratégicas al gran capital foráneo como lo está haciendo el presidente García. Eso solo favorece a los monopolios y al imperialismo y perjudica a nuestro país. García lo sabe, pero ni a él ni a los monopolios les interesa el futuro del país y menos el de las pequeñas o medianas empresas. Sabe que el pez grande se come al chico, porque así es la ley general del desarrollo del capitalismo y de los monopolios que tanto defiende y viene favoreciendo a costa de nuestra precaria economía.

Sabe que a los monopolios solo les importa concentrar y centralizar la mayor cantidad de capital cada vez en menos bolsillos, convirtiendo la “competencia” en su arma principal y en la razón fundamental de su existencia y desarrollo. Por eso, los banqueros Dionisio Romero que es su compadre y los Brescias, gracias a su política, se están comiendo todas las embarcaciones y fábricas pesqueras para seguir depredando nuestras riquezas marinas, las grandes mineras hacen su agosto con nuestros minerales y los bosques, la selva y el agua han sido puestos a subasta pública. Y para redondear el gran faenón imperialista la APEC, los TLC y el pago desmedido de la deuda externa son los sueños de opio favoritos del presidente García.

El futuro del desarrollo del Perú solo puede salvarse con la realización de un cambio profundo de su economía y de sus instituciones tutelares. El Perú necesita con urgencia recuperar y ejercer el manejo soberano de sus riquezas y su economía y permitir la inversión foránea pero con equidad, como lo hicieron aquellos países que luego alcanzaron su notable desarrollo, necesita una nueva Constitución y un nuevo Estado para convertirse realmente en un país soberano, democrático y poderoso con un lugar preferencial en este mundo multipolar. Pero esta es una acción valiente y revolucionaria que lamentablemente no figura en la agenda presidencial ni en los programas neoliberales y pro imperialistas de los partidos políticos tradicionales.

La crisis internacional recién empieza y sus implicancias ya comienzan a sumarse a la grave situación económica que vive el país, abrumado por la creciente alza de los precios de los alimentos, la recesión, el recorte presupuestal, el aumento de los desocupados, de la violencia y la corrupción. Somos un país rico, pero pobres al mismo tiempo por culpa de los gobiernos vende patria y corruptos que la historia registra. El Perú tiene derecho y razón en creer que algún día alcanzará su auténtico desarrollo. Los peruanos tenemos derecho a soñar y ser optimistas, pero no a ser ingenuos ni masoquistas. Sólo un nuevo camino deparará el futuro que reclamamos y nos entregará el destino que nos corresponde.