7 de octubre de 2023

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MARIATEGUI: LOS 80 AÑOS DE LOS 7 ENSAYOS

Por: Antonio Buendía Sacsara.

31 de octubre de 2008

N O T I C I A.

Mariátegui y su obra representan, en América Latina, una de las mayores críticas desde el marxismo acerca de la historia y la realidad peruanas, en el marco de la escena internacional contemporánea. El “Amauta” tuvo una formación intelectual y praxis política que correspondió plenamente a un hombre de su tiempo, a la vez que a un neto propulsor del socialismo a partir de cada realidad particular y concreta; en su caso, principalmente, el Perú de principios del siglo XX.

En su inédito libro doctrinario Ideología y Política exponía los caminos concretos a seguir por la revolución socialista en América Latina y el Perú. El misterio de la desaparición de este volumen en España, cuando lo envió a la editorial madrileña Historia Nueva fundada por su amigo César Falcón, en 1929, es acaso un síntoma que sin pensarlo mucho lleva a la pregunta acerca del contenido prohibido de dicho volumen. Eso explicaría que quienes tenían el encargo de su publicación en el viejo continente lo “extraviaran”, probablemente porque disentían de sus líneas directrices. En la historia de los revolucionarios nada se pierde accidentalmente, de seguro. ¿Tal vez había allí una decidida posición de Mariátegui por la dictadura del proletariado y, sobre todo, por la violencia revolucionaria como irrecusable método marxista-leninista para alcanzar el poder? Se trata de una especulación política totalmente pertinente considerando la lucha con socialismos e izquierdistas domesticados, cínicos, aliados viles de minorías que oprimen de muchas maneras a escala mundial aun bajo el manto de la legalidad demoburguesa.

Este artículo se sitúa en la senda del ejemplo mariateguista, y rinde así homenaje a los 80 años de publicación de su obra cumbre: los 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA (1928, editorial Minerva: Lima). El cual es un libro múltiple y cada vez más reeditado y siempre citado, que de esta manera contradice a los escépticos y conservadores de la hora actual, que lo desean bien enterrado. Mariátegui y sus 7 Ensayos prosiguen vitales en la avanzada del socialismo actual, ya que tanto la honestidad de su autor como su serio compromiso con las masas trabajadoras movilizan a los mejores hombres y mujeres, en sus batallas liberadoras correspondientes a todo tiempo y lugar.

Por una memoria popular y transformadora

UNO

Hay algo común en la historia del antiguo Perú, durante la Colonia o en la República: la existencia de diferencias sociales, un arriba y un abajo. La visión idealista de un Imperio Incaico igualitario ha ido desmoronándose con el paso del tiempo y por las investigaciones científicas sobre este período. En general, es sabido que los imperios a lo largo de la historia han funcionado mediante diversos estratos y clases sociales, enfrentadas, en pugna siempre, en acuerdos momentáneos pero procurando la toma del poder. Así ha ocurrido en diversas partes del mundo y nuestra historia peruana no es la excepción.

Por ello, Marx sentenció que la violencia es la partera de la historia, porque las innumerables guerras que esta registra muestran dicha contienda entre las clases por establecer su dominio. El célebre político y economista alemán también señaló que el proletariado es la última clase de la historia, porque no ha nacido con la misión de sojuzgar, explotar ni lucrar a costa de los demás, sino que la misión esencial y primera de esta clase es el derrocamiento del capitalismo en tanto modo de producción, para el establecimiento de una sociedad gobernada por concretos principios democráticos y una justicia redistributiva realmente llevada a la práctica. Eso es lo que llamó el socialismo, y es el ideal de quienes han querido y quieren de verdad transformar esta historia de dominios y guerras en otra donde reine la solidaridad y un humanismo realmente existentes.

En el Perú, como en diversas partes del mundo, han habido hombres y movimientos de temple emancipador, cuando no revolucionario, que han bregado por hacer realidad dicho ideal superior. Largo sería aquí nombrarlos, pero en cada período de la historia bien puede identificarse a representantes de esa batalla, y constituye nuestro mejor aporte para la real transformación de esta vida en otra mejor. Sin embargo, como es notorio, dicha transformación no ha triunfado sino que ha sido reprimida a sangre y fuego, y aún hoy el Perú tiene estructuras de poder que se sustentan en la explotación del hombre por el hombre. El Estado, sus aparatos de dominación y sus diversos agentes imponen un orden que a pesar de los diversos esfuerzos, batallas, mártires y héroes populares no ha podido aún ser trocado en una sociedad justa y democrática.

DOS

En el juego internacional de poder los regímenes en diversas partes del mundo alternan períodos de dura represión antipopular con períodos de mayor consenso, en los cuales, sin embargo, no cesa de manipularse y reprimirse todo aquello que busque salirse del libreto marcado por las fuerzas dominantes. Así, en la historia latinoamericana es un lugar común afirmar que se han sucedido dictaduras, gobiernos de facto, civiles o militares, con regímenes de democracia representativa, inspirados en los caros ideales humanistas de la Revolución Burguesa acontecida en Europa a fines del siglo XVIII: fraternidad, igualdad, solidaridad. Pero como cualquier persona atenta a los hechos puede comprobar, no existe en ninguna parte del mundo, Europa y Estados Unidos incluidos, un Estado donde dichos ideales realmente correspondan a un régimen de gobierno que los practique para todos los ciudadanos que constituyan su nación (Evidentemente, la forma concreta que adquiere todo ello varía de acuerdo con las condiciones específicas de cada historia y realidad social).

En los diversos países campea la discriminación, el abuso de poder y el dominio de élites poderosas que se imponen sobre las mayorías. La política belicista de potencias como Estados Unidos y otras que integran el llamado “Consejo de Seguridad” de las Naciones Unidas (un ente que acentuó su descrédito a raíz de la decisión autoritaria norteamericana en las recientes campañas violentistas contra el pueblo árabe en Iraq y Afganistán, y la trillada “teoría” de la guerra preventiva alucinada por el presidente norteamericano Bush) demuestra que Occidente tiene muy poco de aquellos valores que inspiraron la toma del poder de la burguesía en sus gloriosos años aurorales, cuando aún era una clase revolucionaria y progresista al cancelar el régimen feudal y la tiranía de sus representantes. Otra cosa es que debido a la acumulación de riqueza a lo largo de los siglos (mediante la explotación colonial en territorios como América, que fue cantera del enriquecimiento europeo y tierra de atroces políticas y guerras de exterminio contra las poblaciones autóctonas, en favor de la acumulación del capital europeo) se permita en la actuales potencias un mejor juego político al interior de sus fronteras (cada vez menos abiertas), y que en los países más ricos se haya llegado a situaciones de bienestar que están lejos de alcanzarse en otras realidades como el Perú, donde la buena salud es carta de ciudadanía, por ejemplo.

En dichos países, el otrora proletariado, las clases trabajadoras, han sido ganadas a cambio de mayores ingresos, un eficiente sistema de seguridad social y diversas concesiones que hábilmente los sectores dominantes tuvieron que hacer para neutralizar la protesta social que recorrió el siglo XX, a raíz del triunfo de la Revolución Rusa y la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Las masas de trabajadores, por ejemplo en Europa, empujaron con sus heroicas luchas a que la burguesía de sus respectivos países cedieran terreno, y hasta hoy han conquistado una serie de mejoras en sus condiciones de vida. Nada de ello, sin embargo, supone la eliminación de abismales diferencias económicas y sociales aun en esos países, como tampoco evita reconocer que dichos avances sociales se han realizado a costa de mermar la conciencia política de los trabajadores, al punto de aburguesarlos y ponerlos en muchos casos en contra de otros sectores trabajadores como, por ejemplo, los inmigrantes de países pobres, o contra las luchas democráticas en otras partes del mundo. Así, el futuro del socialismo está hoy en los territorios de los países más pobres, y no tanto en aquellos otros privilegiados donde campea el egoísmo, la frivolidad y una conciencia política muy limitada sobre la realidad del poder y sus reales estratagemas.

TRES

El Perú tiene, por eso, un gran rol que cumplir en la transformación de esta vieja historia. Es un país poblado mayoritariamente de gente joven, y sus altos índices de pobreza lo convierten en un territorio socialmente muy explosivo, como volvió a demostrar la reciente guerra interna acontecida hasta no hace muchos años, y que aún hoy tiene diversas secuelas. Pero cuando hablamos de un país siempre hay que distinguir entre quienes lo componen, ya que la gran misión transformadora compete sobre todo a los más pobres del Perú, porque como decían los antiguos socialistas son quienes nada tienen que perder más que los malos tratos, su hambre, su analfabetismo, su mala salud, y sus diversas carencias que padecen desde siglos. Los Estados criollos en América Latina, Perú incluido, no se fundaron sobre prácticas realmente democráticas como prometieron a todos los vientos. En el Perú, por ejemplo, los criollos que triunfaron sobre el ejército realista traicionaron a sus bases indígenas y a otros sectores empobrecidos, fundando un Estado que reproducía viejas prácticas elitistas de la época colonial. Fueron clases traidoras, con las honrosas excepciones del caso. Por ello, algunos historiadores democráticos han caracterizado bien a los políticos, élites y gobernantes nativos en tanto no supieron ser clases “dirigentes”, sino que apenas fueron “gobernantes”. Se arrendó o vendió ese país al mejor postor, luego del Imperio español: primero, Francia, después, Inglaterra, y finalmente Estados Unidos, que es la potencia con mayor peso sobre las decisiones de nuestras élites gobernantes hasta hoy, como bien evidencia la desesperación de los representantes del Estado en llevar adelante un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos que a todas luces es contraproducente para los intereses mayoritarios del país, y que sólo beneficiará a los ricos de siempre, y principalmente a quienes vienen detentado el real poder en el Perú: las grandes corporaciones internacionales.

¿Por dónde marcha la solución a este estado de cosas en el Perú, y en otras realidades semejantes a este país? Pasa por la organización de las reales fuerzas democratizadoras, de la urgente identificación de quiénes son los individuos y organizaciones que realmente encarnan este espíritu, esta voluntad, y quiénes sobre todo con su práctica han venido demostrando que tal objetivo anima su labor. Falta lograr una unidad organizativa entre estos sujetos, ya que bien dice el dicho que la unión hace la fuerza. La desunión no hace más que beneficiar el poder establecido, pues debilita cualquier alternativa que quiera gestarse en contra de ello. Por eso también es que dicho orden realiza periódicamente campañas de amedrentamiento, cuando no de crímenes selectivos, o incluso de atontamiento y alienación de la conciencia de las mayorías mediante cortinas de humo, campañas sicosociales o precisos programas de formación de opinión (un pésimo nivel educativo, en diversos grados académicos e instituciones educativas, es parte de lo dicho. Le cabe una responsabilidad central al Estado por el bajísimo presupuesto que suele dedicar a ello, y por su objetivo de no poner a disposición de las mayorías una educación que permita sacudirse de pensamientos atrasados y que falsean la realidad. Nada de lo cual es, por cierto, involuntario ni accidental).

Asimismo, junto con la organización de dichas fuerzas, es importante impulsar la memoria respecto de la mejor tradición de lucha del pueblo peruano, la reivindicación de sus mejores hombres y mujeres, de sus batallas, para que se fortalezca el espíritu transformador, ya que nada es peor enemigo que olvidar el camino recorrido. Ello desmoraliza, pues se puede llegar a pensar que nunca nadie ha hecho nada ni nunca se podrá hacer nada para modificar este orden de cosas. Junto al rescate de esa tradición, es fundamental que se haga conciencia de las causas de las derrotas sufridas, así como de las lecciones que todas esas luchas han ido dejando a lo largo de nuestra historia (siempre será importante no perder de vista que todo ello se liga con las luchas en otros pueblos del mundo: la conciencia internacionalista también contribuye a un fortalecimiento del camino transformador).

Unido a lo anterior, como es obvio, falta fortalecer un liderazgo basado en principios democráticos y de vanguardia. Un liderazgo que no dé la espalda al protagonista de la historia: las propias mayorías, sino que se sustente en él. Ejemplos de ese necesario liderazgo hay varios en el Perú, y quizá el más preclaro siga siendo el de José Carlos Mariátegui, quien no sólo fundó el Partido Socialista, sino también la revista Amauta que fue crisol de las fuerzas de avanzada de su tiempo, así como la primera central obrera (la CGTP), entre varias otras tareas que lo ponen en primera línea de los peruanos que con su obra contribuyeron y contribuyen al real cambio de esta realidad, y que así inspiran a las nuevas generaciones que no se conforman con lo que les toca vivir. Y todo ello, por si fuera poco, lo hizo apenas en sus cortos pero intensos 36 años de vida -encima de su mala salud y aun de la represión gubernamental- al final de los cuales dio el magistral estudio: 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, seguramente el libro más publicado y leído del Perú.

Mariátegui, como otros hombres de su talante, enseñó que la modernidad es necesaria y posible en este país, pero que ello debía forjarse no solo en las mejores experiencias de la historia universal contemporánea, sino que también debía tener una raíz fuerte en nuestras propias tradiciones, pues el legado de las sociedades autóctonas es vasto, rico y nos da muchas lecciones sobre el ser humano y su organización como sociedad. Es decir, el camino modernizador en el Perú debe basarse en un camino propio, que Mariátegui sintetizó en su aguda frase: Ni calco ni copia, sino creación heroica, refiriéndose concretamente al tipo de socialismo que se hace urgente aquí y ahora.

Hoy, varias décadas después de su muerte, muchas cosas han cambiado en el mundo, pero sus ideales siguen en pie, porque continúan la injusticia y la explotación. De ahí que sin negar la actualización de ciertas metodologías políticas y herramientas teóricas, entre otros factores, la transformación socialista del Perú y del mundo continúa siendo una gran tarea aún vigente, a menos que pensemos que el actual estado de cosas tiene una génesis natural y que por eso nunca ha de cambiar. Lo cual es a todas luces un pensamiento no sólo errado sino acientífico respecto de la realidad. O a menos que, de igual modo, pensemos que el capitalismo en su forma pasada o actual es la solución a los grandes problemas que recorren a la humanidad; lo cual tampoco es real, a pesar de toda la tecnología y avances materiales que ha logrado. Y es que no existe la riqueza en abstracto hacedora del bienestar de la comunidad humana, sino que la manera en que ello se genera, organiza, distribuye y consume es a fin de cuentas lo que determina la justicia o no del modo de producción imperante. Algo que, por lo demás, confirma la actual mega crisis del sistema financiero en el capitalismo tardío y multinacional de nuestros días.

Al igual que promovió José Carlos Mariátegui en su época, dentro de todo lo dicho falta en el Perú contemporáneo un gran proyecto de nación, donde se integre orgánicamente todos aquellos elementos que muestran hoy en día, al inicio del siglo XXI, los síntomas de un nuevo Perú basado en los intereses populares y más solidarios. En ese proyecto nacional debieran reflejarse todos los cambios que, en ese sentido, se han venido y se vienen produciendo en el Perú. Toda realidad cambia, y este país no es una excepción. Asimismo, resulta clave diferenciar entre aquellos cambios que nos sirven para construir un mejor país, y aquellos que más bien entorpecen dicha labor o la sabotean. He ahí otras tareas urgentes por realizar.

Lo anterior guarda relación con lo ya expresado: la unidad de las fuerzas democráticas y de liderazgos que viabilicen y den una estructura a toda la corriente que ha de empujar fuera del poder a las viejas castas corruptas y antidemocráticas, para que al fin se cumpla el sueño de todos quienes han bregado por un Perú esencialmente diferente a la herencia colonial(ista) que no quiere irse, enraizada como está a la teta de esta tierra que ya se harta de alimentarla, recibiendo miseria y más miseria a cambio.

Dichas transformaciones no pasan necesariamente por el juego legal de la política criolla, y las propias mayorías así lo intuyen al no creer en los viejos políticos que pueblan un Parlamento retórico e ineficaz. De ahí su desesperación por hallar alternativas fuera del marco legal. La votación a favor de los llamados candidatos independientes así parece demostrarlo. Sin embargo, como demuestran diversos casos en la historia más reciente del Perú (Fujimori y Toledo, por ejemplo), no todo lo llamado “independiente” realmente lo es respecto del poder oficial, sus prebendas y sus viejas prácticas. ¿Quién puede realmente demostrar que los gobiernos en ese país han trabajado a conciencia por erradicar los antiguos intereses enquistados en el Estado, para realmente combatir la miseria secular y llevar adelante un proyecto democrático y popular en el Perú? ¿Acaso no está más que probado que los presidentes, sus ministros y vasto clientelaje han solido vivir más bien a costa de la sangre y la pobreza, de los anhelos y falsos ideales de las mayorías? Sólo la falta de una clara conciencia política explica que el pueblo peruano reincida en creer en políticos populistas, que llegan incluso a niveles de degradación moral y prácticas matonescas, lumpenes y antipopulares. Por eso también, son tan urgente las tareas reseñadas en estas líneas, para evitar que dicha historia siga repitiéndose y se viabilice una real alternativa de cambio en este país, aunada, como queda dicho, a otras campañas semejantes en otras partes del mundo.

LA VIDA QUE ME DISTE

Renací en tu carne cuatrocentista, como la de la Primavera de Botticelli. Te elegí entre todas porque te sentí la más diversa y la más distante. Estabas en mi destino. Eras el designio de Dios. Como un batel corsario, sin saberlo, buscaba para anclar la rada más serena. Yo era el principio de muerte; tú eras el principio de vida. Tuve el presentimiento de ti en la pintura ingenua del cuatrocientos. Empecé a amarte, antes de conocerte, en un cuadro antiguo. Tu salud y tu gracia antiguas esperaban mi tristeza de sudamericano pálido y cenceño. Tus rurales colores de doncella de Siena fueron mi primera fiesta. Y tu posesión tónica, bajo el cielo latino, enredó en mi alma una serpentina de alegría.

Por ti mi ensangrentado camino tiene tres auroras. Y ahora que estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de Madona toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste.

(Composición de José Carlos Mariátegui para su esposa italiana, Anna Chiappe.

Publicado en la revista Poliedro: 20 de setiembre de 1926