7 de octubre de 2023

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LEHMAN BROTHERS Y MI BRODER BRECH

Por: Alexandro Saco.

23 de septiembre de 2008

PONME TU SUELDITO ACÁ

El desplome de algunas de las más importantes entidades financieras del mundo es muy positivo. Éstas han pretendido ser el símbolo de un sistema impermeable a las críticas que desde hace mucho se les plantea. Los bancos se presentan como formales y sofisticados, pero eso dista mucho de la realidad: la informalidad está a la cabeza del sistema financiero. Cuando una empresa o institución fracasa, el falso liberalismo lo festeja porque no ha sido competitiva y el mercado la ha castigado; hoy no oímos la crítica a la enorme intervención estatal de 80 billones de dólares en la aseguradora AIG.

Lo cierto es que las empresas fracasan por condiciones externas, mala gestión y mal planeamiento o porque simplemente algunos se roban la plata. En esta llamada crisis hipotecaria, como en todas las caídas bancarias, los propietarios de los bancos o financiaras nunca pierden. Venden a tiempo y para colmo los estados cubren sus deudas con la plata de todos, pero al ciudadano gringo o cholo que Dios lo guarde. Hay que festejar esa sinceridad sistemática. A estas alturas de la historia creer que un banco, financiera o aseguradora trabaja para que las personas tengan mejores condiciones de vida es humor negro.

La libertad gana en estos días, porque los sistemas financieros son uno de los monolitos de la época. Su supuesta invulnerabilidad está por los suelos; los bancos no son garantía de nada, sino, en buena medida, un elemento más de las restricciones a las libertades. En EEUU así como en el Perú, los bancos siguen haciendo lo que han querido; sus créditos de consumo acá o hipotecarios allá son un enganche. Hoy tímidamente se habla de regulación al sistema financiero, cuando lo que hace falta es replantear una serie de supuestos y mitos. ¿Cómo no hacerlo en países como EEUU o el Perú que en la última década han visto caer por lo menos una docena de bancos?

Hoy se caricaturiza a los usureros de antaño, a la señora que Raskólnikov terminó asesinando por unas monedas o al padre de Eugenia Grandet. Los humanos del futuro, si es que los hubiera, verán a esta época como una comedia de equivocaciones en la que demoramos largos años en asumir que reglas económicas son sólo una ficción. La simbología ha sido muy útil para los fines del sistema financiero, la solidez de un banco y sus ventanas impecables se presentan como definitivas. Esa solidez no existe porque el dinero no puede ser sólido, al contrario es tremendamente frágil. Pero nos han vendido ese cuento y aún no creemos que los enormes edificios y sus encorbatados funcionarios, tienen las mismas fallas que los usureros del pasado. Y eso es así porque finalmente lo que buscan los bancos es enriquecerse con dinero ajeno.

Más allá de esta diatriba, los sistemas financieros existen y es probable que sigan existiendo por un tiempo más. Queda entonces desnudarlos para reformarlos. No hacer nada profundo frente a ellos sería una nueva daga en el pecho de la libertad. No de la libertad de mercado que apaña a entidades abstractas que evaden sus responsabilidades ocultas en la careta denominada inversionistas, sino de la verdadera: la libertad de las personas para cada vez depender menos del dinero. Si el sistema financiero puede contribuir a las aspiraciones humanas, en buena hora, sino, comencemos a desmontar sus mitos.

Ellos mismos lo dicen en su publicidad: ponme tu sueldito acá. Esas cuatro palabras encierran toda la relación entre un banco y las personas comunes y corrientes. Y encima de que ponemos nuestro sueldito allá, tienen el descaro de cobrarnos por x razones, cuando desde el momento que dejamos nuestro dinero ahí, éste está multiplicándose en Shangai. Es inaceptable pues, que por un grupete de banqueros que nunca darán cara por sus errores o delitos, medio mundo se vea afectado, se restrinja la inversión pública y se instaure el mito de que el consumo ciudadano es el responsable de la inflación.

Las cosas así, seguir oyendo a los fundamentalistas de mercado (como los llama el gran Armando Robles Godoy) con sus sermones explicativos a cada desmoronamiento financiero, es los mismo que oír a los cómicos ambulantes del Parque Universitario. Obviamente los cómicos escuderos de Wall Street encontrarán la explicación oportuna para AIG, Lehman Brothers, Banco Latino o lo que fuere, y en sus crípticos análisis se satisfacerán porque los fundamentos económicos, como todo fundamentalismo, no admiten dudas; mientras, el cielo capitalista los esperará con siete vírgenes en un hotel mediterráneo asegurado por AIG.

Felizmente la vida es más bonita, las cosas más simples y al arte inapelable. Hace más de medio siglo Bertolt Brech desmontó toda esta historia del sistema financiero al decir dos cosas: si quieres robar, compra un banco; el delito de robar un banco no es nada comparado con el hecho de fundarlo.