7 de octubre de 2023

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APRA Y EL NARCOTRÁFICO

Por: Manuel Mosquera*

9 de septiembre de 2008

El Expediente Mafioso

(Revista Mariátegui) A inicios de los ’80 se destapó el caso de Carlos Lamberg, lo que fue no sólo un escándalo sino que permitió esclarecer las conexiones de los altos dirigentes del APRA (Partido Aprista) con el narcotráfico. Lamberg fue uno de los principales financistas de la campaña presidencial de Armando Villanueva del Campo en 1980, época en la que adquirió Villa Mercedes, hogar de Víctor Raúl Haya de la Torre.

Las investigaciones periodísticas de aquellos años demostraron que existía dentro del APRA una conexión mafiosa, en la que estaba comprometido el mismísimo Jorge Idiáquez (Secretario Personal de Haya de la Torre), detenido en México junto con Lamberg en posesión de once kilos de clorhidrato de cocaína. Gracias a las afinidades proimperialistas entre el PRI (Partido Revolucionario Institucional) de México y el APRA, no encarcelaron a Lamberg.

Este, no fue un hecho aislado. En esos años, Alan García Pérez llegó a tener como cliente de su estudio jurídico de efímera existencia a Evaristo Porras Ardila, uno de los principales narcos colombianos. De inmediato Vladimiro Montesinos, alias El Doc, asumiría su defensa, ayudándolo a fugar del país.

Durante el primer gobierno de García Pérez el Estado peruano se transformó en un Narco-Estado. Producto de las políticas antinacionales y estagflaccionarias, la economía y la sociedad ingresaron a un proceso acelerado de corrupción y descomposición nunca antes visto en la historia del Perú.

Junto con las matanzas que se sucedieron en todo el país, las políticas estatales de recesión e inflación destruyeron la economía urbano - popular y la campesina, permitiendo que los cárteles de la droga controlaran gran parte del territorio amazónico mediante el terror. Desde la segunda mitad de los años ’80, la economía de la droga se convirtió en la principal fuente de financiamiento del Estado peruano y de acumulación capitalista de la oligarquía y de las burguesías regionales, lo que hasta cierto punto permitió que se pudiera mantener al Ejército en la supuesta lucha antisubversiva. Así como a amplios sectores de la tecnocracia aprista, que había tomado por asalto las dependencias estatales.

Las cerezas que coronaron al pastel fueron los casos del diputado aprista Miguel Ángel del Pomar y del general FAP® Frank Tweedle, descubierto en 1989 cuando trataba de sacar del país un maletín lleno de clorhidrato de cocaína. Un año después caería en la Argentina la motonave peruana Mar Pacífico con 250 kilos de cocaína. El mafioso del Pomar huyó del país luego de quedar al descubierto su actividad delictiva conchabada con altos dirigentes del APRA.

El Estado mafioso alcanzó mayores dimensiones con sus abyectos continuadores: Montesinos y Fujimori, la dupla del oprobio.

Imperio y Peón Sudamericanos

Desde su constitución como partido político, el APRA se caracterizó por su vocación caudillista con fuerte influencia mussoliniana. Saludos, estandartes, desfiles, himnos, documentación ampulosa, en fin, toda su parafernalia está inspirada en el fascismo italiano.

Su arraigo de masas se circunscribió a la burguesía media y al proletariado cañero del norte y a sectores pauperizados de Lima, sectores sociales golpeados por la crisis en los inicios de la década del 30. Se levantaron en armas, y fueron derrotados y fusilados, víctimas de la feroz represión. A consecuencia de ello, parte de la dirección aprista fugó del país mientras los militantes de base eran acosados, encarcelados y hasta asesinados.

Quince años después, Víctor Raúl Haya de la Torre dejaría la retórica antiimperialista para perfilar definitivamente al APRA como partido "liberal" y anticomunista. El cacareado "panamericanismo" le serviría para articularse a la pax americana, embarcarse en el cogobierno 1945-1948 con Luis Bustamante y Rivero. Más adelante, tramar con astucia sucesivas alianzas con el dictador Manuel Apolinario Odría y el representante de la oligarquía Manuel Prado Ugarteche. La superconvivencia con la oligarquía convirtió a Haya de la Torre en acomedido vigilante del orden oligárquico junto con el Partido Aprista.

Como resultado de su política servil con los dueños del Perú, en 1956 surgió el APRA Rebelde, es decir, lo poco rescatable que quedaba de su gente. Liderando la escisión, se encontraba Luis de la Puente Uceda, muerto en combate años después, a la cabeza del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y de sus hombres alzados en armas.

Cincuenta años más tarde, y con el lastre de su desastroso gobierno 1985-1990, Alan García asumió el guión escrito por Washington para su campaña electoral, enfilando sus baterías contra el líder venezolano Hugo Chávez y el movimiento patriótico que ubicó a Ollanta Humala Tasso en la cresta de la ola.

Con el apoyo de la embajada norteamericana en Lima, Alan García logró imponerse al movimiento nacionalista. En este propósito colaboraron la burguesía trasnacionalizada, las corporaciones y el fraude electoral. Para el imperio era importante derrotar en el Perú a la corriente patriótica para impedir la expansión del movimiento antiimperialista y la consolidación del proyecto bolivariano gestado en Venezuela, que conjuntamente con Cuba representan el eje catalizador de la unidad y la real independencia de Latinoamericana.

La estrategia geopolítica yanqui se orienta a la constitución de gobiernos peleles, destinados a establecer el área de libre comercio. Los TLC (Tratados de Libre Comercio) representan la profundización del neoliberalismo y la destrucción total de las estructuras económicas y sociales erigidas en los países de Latinoamérica en los últimos ochenta años. El objetivo es desaparecer el Estado-Nación, su posterior absorción por parte de las mega corporaciones y, finalmente, construir el modelo Corporación-Estado bajo la protección del ejército estadounidense. Irak es el dramático ejemplo de la absorción de un país por las grandes corporaciones imperialistas. Con la nueva expresión colonial las mega empresas consolidarán sus dominios políticos y la apropiación de minas, campos petroleros y gasíferos, recursos hídricos, bosques, yacimientos mineros, control de la producción de drogas.

De acuerdo con los resultados de las investigaciones, desde hace más de veinte años la participación en el narcotráfico es una de las principales fuentes de acumulación de las transnacionales y del gobierno norteamericano. El cual para consumar su dominio impulsa la constitución de estados narco-terroristas, como el que hubo en Bolivia tras el asesinato del general J. J. Torres y los talibanes en Afganistán. Con la destrucción total de las leyes, la ofensiva neoliberal pone a millones de personas en condiciones de esclavitud. Con esto intentan impedir la expansión en Latinoamérica de China Popular y las corporaciones de la Unión Europea. La lucha es, como en las dos guerras mundiales, por el control de los mercados y para poner atajo a la crisis económica por la que atraviesa EE.UU.

Para llevar adelante su plan genocida, Washington requiere destruir a las revoluciones bolivariana y cubana, así como al bloque democrático-popular que conduce el Presidente Evo Morales Ayma en la hermana Bolivia. Tales procesos representan la lucha por el control de territorios, manejo de recursos e impuestos justos a los monopolios. Por su inquebrantable lucha antiimperialista, Fidel Castro y Hugo Chávez han ganado el respeto y la solidaridad de los pueblos del continente y el mundo entero.

El APRA con Alan García a la cabeza ha reforzado el discurso y la práctica proimperialista. Junto con Colombia, Chile y México construyen una alianza continental para apoyar a los EE.UU. en su lucha por aislar y destruir los procesos por la autonomía nacional, que se viene expandiendo por todo el continente como el fuego sobre los pastizales resecos.

Para eso hicieron ganar al APRA en las elecciones presidenciales.

* Manuel Mosquera es Antropólogo, Periodista y Co Editor del periódico Juan Pueblo.