7 de octubre de 2023

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PERÚ: APRA RESPONSABLE DE LA DEPREDACION EN LA SELVA

Por: Gonzalo Tello.

8 de agosto de 2008

Hace poco estuve por Iquitos y fui a visitar mi chacra que se halla a la altura del Km. 44 de la carretera Iquitos-Nauta, en el centro del monte, en el ámbito de la comunidad Nueva Vida. El viaje fue un poco para ver cómo andaban los trabajos encargados para el mantenimiento de 6 hectáreas de cultivos: frutales tropicales, plantas medicinales y flores de bastón del emperador y también para eliminar el estrés causado por las tensiones de esquivar la violencia durante una previa consultoría en Somalia, África, apoyando a tres de sus comunidades pesqueras a orillas del golfo de Adén, Océano Indico.

Luego de andar en áreas desérticas pobladas de gente distinta que habla un idioma imposible de aprender, en el único país del mundo sin organización política formal, gobernado por jefes de clanes antiguos a cargo de secciones del territorio, apoyado por un traductor que apenas sabía hablar inglés (nadie conoce el español allí), e impedido de beber una cerveza helada luego de jornadas alucinantes a 45 º C a orillas de un mar zafiro y transparente debido a que los somalíes son islámicos ortodoxos, el andar por el monte querido y verde de mi tierra me pareció una verdadera maravilla; al menos eso sentí cuando comencé mi caminata de dos horas hacia mi chacra.

La selva primaria, que aún queda a pesar que pude observar muchas chacras nuevas por el camino, se mostraba a mis ojos siempre mágica, con su monocromatismo verde que iba lavando a raudales el estrés de desiertos muy lejanos apoyado por cantos de paucares, hui huichios, chirricleses y hasta la observación de bandadas de pequeños monos. Qué maravilla, pensé. Caminaba extasiado absorbiéndolo todo a pleno pulmón, feliz; saludando a los conocidos de 10 de Octubre, a los caminantes de la trocha que une la carretera con el Amazonas; tomé masato sabroso.

Pero cuando ingresé a los territorios de Nueva Vida todo ello fue cortado de golpe por una cachetada cósmica que vino de la observación de viales ¡sí!, varios viales para revolcar troncos talados que se presentaron ante mis ojos como en una alucinación, en la que la selva había sido cortada de raíz haciendo canales de 20 m de ancho y que la recorrían por varios sitios, en los que se hallaban trozas de árboles de tornillo, moena, azúcar huayo, convergiendo en una quebrada por donde las trozas iban a ser sacadas hacia el río Itaya para ser llevadas luego a algún aserradero de la boca. Me restregué los ojos para ver si no era una pesadilla, pero no lo era, desgraciadamente me hallé frente a la realidad escondida. Porque esa realidad no creo que la conozcan los grandes doctorones de INRENA o el Ministerio de Agricultura, o el Gobierno Regional. Porque si la conocieran y se hicieran los locos, o fueran cómplices merecerían una pena como la de Caupolicán, pero en rama de amasisa bien espinosa.

Felizmente no había nadie allí en ese momento, pues hubiese sido capaz de agarrarme a golpes con los motosierristas, a pesar que éstos sólo son esbirros de los verdaderos culpables de tal delito ambiental. Y llegué al caserío de Nueva Vida casi botando espuma por la boca de pura rabia.

Mas allí, los habitantes estaban inmersos en un problema distinto que los tenía jalándose de los pelos: era finales de mayo y la maestra nombrada para la pequeña escuela de 35 alumnos no había llegado aún, ni siquiera para matricular a sus alumnos; y cuando habían ido a quejarse a la DREL les habían dicho que la profesora estaba con descanso médico - los ineptos ni siquiera habían tenido la delicadeza de comunicárselo a los pobladores ni, hasta ese instante, habían encargado a alguien que asumiera el rol de la maestra dizque enferma. Los pobladores habían acudido a la casa de la maestra para ver cómo se hallaba y averiguar cuándo podría esta retomar sus actividades pues las clases habían empezado en todos sitios más de dos meses atrás. ¡Y la habían hallado en la puerta de su casa sentada en una mecedora comiendo aguaje! Los pobladores se sentían absolutamente abandonados por el Estado; se sentían parias.

Y cuando conversé más con ellos, me dijeron que en el caserío 10 de Octubre había sido peor, que la maestra nombrada había llegado al caserío de marras ’se había reunido con los pobladores’ y descubierto e informado que ¡no había educandos! La locura, especialmente considerando que el Gobierno ’gobierna para los más necesitados’. Me acordé que en Somalia, donde no hay Gobierno, al maestro que abandona a sus alumnos simplemente el Jefe de Clan de la localidad le aplica la ley ancestral, lo azotan en público y desaparece, literalmente no vuelve a enseñar.

Averigüé que los esbirros de los dueños de aserraderos (a los que deberían colgar de los h...siguiendo el ejemplo Somalí) pagan a los pobladores que poseen árboles maderables en sus chacras entre 30 y 70 soles por árbol. Y como los pobladores viven en extrema pobreza, son ignorantes en asuntos ambientales y todo aquello del calentamiento global, simplemente aceptan esos pagos indignantes y delictivos para comprarse ‘alguito’ para el tambo, y los malditos motosierristas proceden a hacer pedazos al monte primario para sacar unos cuantos palos.

Para que no me diera vómito negro por todo lo que estaba viendo, fui a inspeccionar y trabajar en mi chacra donde estuve `huactapeando´ varias horas hasta sacarme ampollas; y para relajarme fui a visitar una parte de ella donde crece abundantemente irapay, y ¡descubrí que las casi 5 hectáreas de irapayal que había habido antes se habían reducido a unas cuantas matas maltratadas y muñones cortados debido a la depredación de los extractores de hoja de San Lucas, y otros caseríos vecinos, como averiguaría después! Mis ojos se llenaron de lágrimas y regresé a la ciudad cabizbajo, sin mirar los enormes montones de crisnejas amontonados a pie de carretera.