7 de octubre de 2023

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TABACO Y ALCOHOL

Por: Alexandro Saco.

17 de julio de 2008

Toda prohibición es un bumerán.

Hace unos meses El Comercio festejaba en uno de sus titulares algo así: Crece el consumo de Pisco entre los jóvenes peruanos; y en letras pequeñas: Debido a la insuperable calidad de nuestro producto. Hagamos el cambio introduciendo otra droga en lugar del alcohol: Crece el consumo de marihuana entre los jóvenes peruanos; y en letras pequeñas: Debido a la insuperable calidad de la hierba nacional. Esta es una constatación de la forma inadecuada en la que se trata a las drogas en el país y en el mundo.

En buena hora que se haya reglamentado la ley sobre el consumo de tabaco, delimitando su uso y estableciendo una serie de prohibiciones, porque es obvio que éste afecta la salud. Pero si en realidad estamos tratando de combatir los riesgos del uso de drogas, ahora toca ir sobre la principal y normalizada: el alcohol. Necesitamos un reglamento sobre el consumo del alcohol, igual de drástico que el del tabaco, ya que el daño producido por la bebida es mayor socialmente al que produce el tabaco. El alcohol si bien no contamina al que está al lado del bebedor, sí genera inestabilidad emocional en la familia que alberga un alcohólico, sea éste social o patológico.

Así como fumar un cigarrillo de vez en cuando es inofensivo, beber un trago también lo es. El problema es que la mayoría de veces no se trata de un trago, sino de varios vasos de bebida que llevan a ir perdiendo la ecuanimidad; mientras con el tabaco el proceso es distinto y más individual. El alcohol irradia peligro, porque el que conduce un vehículo, participa de una reunión o llega a casa con el alcohol encima, no es él mismo, sino, a veces, una proyección degradada de su ser.

En mala hora el alcohol ha sido adoptado como el benjamín en la familia de las drogas. Se expende en todo lugar. A nadie se le ocurriría prohibir su ingesta en dependencias oficiales como embajadas o ministerios, ni multar a funcionarios o empresarios que se pasen de copas en una recepción, y menos prohibir su publicidad en la TV o en la prensa escrita. Existe una apología al alcohol, que sólo es criticada cuando la cerveza usa el cuerpo de la mujer para su aburrida publicidad. El whisky, el pisco, el ron, el vino, el gin, el tequila, la cerveza, el vodka, son un encanto, ¿no los ven?, tan bonitos ellos. Si queremos avanzar en dilucidar las consecuencias y normar el consumo, cabría lo mismo para todas estas sustancias.

Se trata de un asunto de libertades. Si bien las drogas deben tener ciertas regulaciones, éstas no deben caer en lo ridículo como prohibir que se pueda fumar en los jardines de una universidad en la que se dicta un postgrado. Es mejor alejarnos de las sombras de los cedros que repiten su letanía de que el consumo de drogas crece y no proponen nada razonable para cambiarlo. Ese cambio pasa por desmitificar las drogas e impulsar su normalización o legalización. Mientras más prohibición, más poder tendrán los delincuentes narcotraficantes, que como hoy en México, han desatado una guerra civil. Toda prohibición es un bumerán, mientras que más información ejercita el criterio.

El problema de las adicciones no pasa por la sustancia, sino por la personalidad. La droga no es el problema, el problema es la personalidad de determinado ser humano que lo lleva al enganche. Y claro, no se trata de alentar su consumo. Como se hace con las restricciones al tabaco, si habría coherencia, deberían trasladarse a las bebidas alcohólicas. Tengo la impresión de que el alcohol mata a más gente en el mundo y destruye más lazos sociales que el tabaco, porque su consumo es más extendido.

Luego queda discutir serenamente sobre las adicciones, sobre la normalización y la legalización. Enterrar los discursos sobre la monstruosidad de las drogas para entender nuevamente, como las antiguas civilizaciones lo hacían, que las drogas no son malas en sí, sino que la cultura moderna las convierte en límites. Las drogas no están destruyendo al mundo ni a la juventud. El mundo genera hábitos, costumbres, tradiciones. El tabaco y el alcohol y todos sus primos ricos y pobres, son parte de esa creación; concentrase en unas para restringir y en otras para expandir, no es lo más indicado que se puede hacer.