7 de octubre de 2023

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LA CULTURA DE LA PIEDRA Y LA LUCHA DE CLASES

Por: Luis Arce Borja.

10 de abril de 2008

La lluvia de piedras que le cayó encima a García Pérez en Puno (departamento andino del Perú) es el síntoma más claro del repudio y odio que siente el pueblo contra este infame aprista que por segunda vez lleva al Perú a la vorágine de la crisis y miseria de millones de personas. En Perú se podría decir que existe la cultura de la piedra como expresión de ira del pueblo. Esto no es peyorativo, sino más bien algo que todos los peruanos con un poco de orgullo llevamos adentro. Desde las épocas más remotas de la historia peruana ya la piedra ocupaba un rol importante en la lucha social. Los españoles, cuentan los cronistas de la época de la conquista, reforzaron sus casos de metales no por temor de balas perdidas que no existían entre los antiguos peruanos, sino por la contundencia de las piedras que lanzaban desde las montañas los resistentes incas. Y no pocos de esos rapaces invasores perdieron la vida cuando una piedra justiciera se les cruzo en el camino. ¿Quién en Perú no ha lanzado una piedra contra su contrincante. Eso lo aprendemos desde niños en la escuela, cuando uno tiene que defenderse de los escolares más grandes y corpulentos. El tirar piedras es un arte y lo perfeccionamos en la vida de adultos cuando le rompemos la cabeza a un policía abusivo o a un dirigente político o sindical que se pasa de vivo. Y aquí no se trata de “lanzar la primera piedra” como dijo el Jesús de los imberbes cristianos, sino de hacer un poco de justicia contra el malvado y abusivo. Esto es algo que no se ve en los países ricos de Europa occidental, donde las quejas sociales se saldan con una “marcha blanca” gelatinosa, que se realiza un mediodía de un domingo cualquiera con sol primaveral. Algo así como cuando la familia se reúne para un paseo campestre.

Alan García no se lo esperaba tan pronto, y las piedras ya estaban volando sobre su cabeza. Todo ocurrió el martes pasado (8 de abril), cuando el prontoriado presidente y su voluminosa comitiva llegaron a Juliaca (Puno), donde según él, se pondría “en marcha una obra de electrificación rural”. Según la información de los medios peruanos, “pese al fuerte despliegue policial, decenas de personas lanzaron piedras y otros objetos contundentes, rompiendo parabrisas de unas ocho camionetas de instituciones públicas que seguían al vehículo que trasladaba a García”. (La republica, 9 de abril de 2008). Según fuentes oficiales ninguna piedra hizo blanco en García, pero si sobre sus guarda espaldas y otros funcionarios del gobierno, que estoicamente y por un miserable salario tuvieron que poner la espalda como escudos protectores. No es justo, dijo un individuo de la comitiva oficial, que a uno lo dejen aquí recibiendo piedras de todos lados mientras que García sale huyendo como una rata. Que le rompieran o no la cabeza a García no es el problema. El asunto central es que este hecho es una prueba que el régimen de Alan García ha ingresado a un punto sin regreso en la crisis social del Perú, cuya consecuencia es el creciente descontento popular contra este mandatario que por segunda vez hunde al país en la corrupción, la demagogia y en la pobreza absoluta.

Hay que recordar que en Perú, las piedras nunca estuvieron ausentes para expresar el descontento del pueblo en los momentos de mayor crisis gubernamental. Algunas veces las piedras fueron tan contundentes en la lucha social que no han faltado agentes y policías muertos por el impacto de una gloriosa piedra lanzada con precisión. Durante las décadas del 80 y 90 cuando el país estaba convulsionado por una explosiva situación de guerra interna, la piedra se convirtió en un arma disuasiva y muchas veces de ataque directo. Por ello el gobierno prohibió “portar” piedras en los bolsillos o en las bolsas de mano. ¡Y pobre de aquel que era encontrado con una piedra en su poder!. Hasta los curas desde el pulpito eclesiástico no dejaban de predicar el grave pecado que uno adquiría cuando se tiraba piedras al prójimo. Alberto Fujimori, un año después que se hizo del gobierno, fue apedreado sin compasión en las varias universidades peruanas cuando intentó ingresar a ellas. Exactamente fue en 1991 cuando los estudiantes de la Universidad de San Marcos y de la Cantuta le dieron un recibimiento caluroso con piedras y palos a Fujimori que ahora se encuentra encarcelado acusado de crímenes, robos y otros delitos comunes. Lamentablemente las piedras contra el mafioso Fujimori tuvo un alto costo humano para los estudiantes y profesores. La venganza del “chino” fue brutal y sangrienta. Inmediatamente se militarizaron las universidades, y decenas de estudiantes y docentes fueron encarcelados, secuestrados y asesinados. Pero a pesar de todo las piedras nunca abandonaron a Fujimori y las llevó detrás de él como si se tratara de una maldición gitana. En el 2000, ante que salga huyendo del Perú, viajo a Ayacucho en campaña proselitista. Ahí fue recibido en medio de una lluvia de piedras y huevos podridos “lanzados por un grupo de personas que, simultáneamente, coreaba insultos contra el mandatario”.

Las piedras contra Alan García, vale mas que cualquier “análisis” y “encuesta” que otorgan a este presidente tal cantidad de puntos en la preferencia nacional. Frente a las piedras no hay “análisis” que valga, dicen con sabiduría los viejos del Perú. La regla general es que cuando las piedras comienzan a llover sobre los gobernantes, eso significa que la crisis no tendrá fin, y que las masas ya perdieron la paciencia con discursos y ofrecimientos tramposos que lo único que buscan es seguir engañando a la población. Sin llegar al apologismo del uso de la piedra como arma de defensa, hay que pensar que mejor es una tirar una piedra en la cabeza de estos gobernantes corrompidos, que hacer el idiota en “marchas pacificas” o en lloriqueos pedigüeños en el parlamento basura o en otra instancia del Estado. Hay que decir también, que la lucha con piedras no ha sido un invento de los peruanos. Nada que ver. En América Latina, igual que en Perú, las masas hambrientas y rebeldes, recurren a las piedras para defenderse de sus atacantes del Estado. Igual es en Chile, Argentina o cualquier otro país de este herido continente. Mismo en la historia y en la fantasía mitológica de los pueblos, ya la piedra era importante para enfrentar el abuso y la superioridad del enemigo. Así por ejemplo, la tremenda pedrada que le tiró en plena frente el campesino David al gigante Goliat (Mitología del antiguo testamento), muestra el antiguo uso de la piedra como instrumento de lucha social. Así entonces, la piedra, mientras no se tenga en las manos algo más contundente y moderno, seguirá intangible en su función de romper las cabezas de sátrapas como Alan García Pérez.