7 de octubre de 2023

INICIO > LATINOAMERICA > Perú

LA AGENDA DE ALAN Y LA NUESTRA

Por: runa Saturday.

11 de febrero de 2008

Privatizaciones, cumbres, contracumbres e iniciativa política.

Alan García, 2005: “No se debe vender o privatizar todo para darle estabilidad a la economía. Hay que apoyar la inversión actuando en la economía. El ejemplo de Chile, donde la principal productora de cobre es una empresa pública, es un ejemplo de gobierno responsable”

Alan García, 2007: “Para que haya inversión se necesita propiedad segura (...) la inversión podría hacer milagros (pero lo impide ) el viejo comunista anticapitalista del siglo XIX (que) se disfrazó de proteccionista en el siglo XX y cambia otra vez de camiseta en el siglo XXI para ser medioambientalista”

¿Bipolaridad? ¿Demagogia? Alan García, luego de anunciar el fin de la era de las privatizaciones al asumir el cargo de Presidente por segunda vez, ha inundando la agenda legislativa con proyectos para privatizar la selva, el patrimonio arqueológico, las cárceles, la educación y sabe dios con qué novedades nos saldrá proximamente. No creo que Alan sea una persona tonta, así que dudo que su visión de desarrollo, bastante más complejizadora hace solo unos años (cuando se trataba de oponerse al toledismo económico) se haya vuelto chata repentinamente. Y como un año y medio es demasiado tiempo para que dure el bajón de un maniaco-depresivo, tampoco creo que el litio tenga mucho que ver con esto. Demagogia pura y simple: los votos peruanos, como los de todo el continente, están buscando algún tipo de cambio, y si Alan quería ganar las elecciones del 2006, su discurso no se podía quedar atrás.

Claro, como ahora la modalidad ya no es vender empresas (después del arequipazo del 2002 eso ya está muy mal visto) sino recursos naturales, el concepto “privatización” parece más difuso. Pero no nos dejemos confundir: se trata de la expansión del modelo privatista. Felizmente que las cosas están algo movidas y ya no es tan fácil como antes imponer los proyectos que buscan entregar a inversionistas privados cosas que antes eran derechos, bienes o responsabilidades colectivos. La Ley 29164, de concesión del patrimonio cultural y arqueológico, está por ser derogada por el parlamento luego de paralizaciones masivas en el Cusco y protestas en varias ciudades. El proyecto 480, o “ley de la selva” que busca vender terrenos de la Amazonía que el Gobierno considere “eriazas”, también está generando reacciones en el oriente, al punto que el Frente Patriótico de Loreto, siguiendo el ejemplo de los comuneros de Piura, ha convocado a una consulta popular para este 24 de febrero. Lástima que otras propuestas estén pasando piola, como la municipalización de la educación, que está en marcha y que en otros países ha significado la entrega del sector a manos privadas con fines de lucro. Nadie se ha levantado contra la municipalización, excepción hecha del SUTEP, a quien debemos aplaudir por ello. La otra propuesta que casi no ha levantado polémica es la privatización de las cárceles. Para una visión crítica sobre el negocio mundial de la administración de establecimientos penitenciarios, recomiendo leer este foro: http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?p=112455&sid=30d21a2e617ffad8e4d7548dcfee257b

Pero no viene al caso repetir lo que ya todos sabemos: la onda retro del Gobierno, la demagogia alanista, el modelo primario exportador y el aislamiento del Perú dentro del proceso regional, etc. Más que cuestionar el neoaprismo converso, esta ofensiva privatizadora nos tiene que llevar a cuestionar el papel y la capacidad real de los movimientos sociales y las organizaciones que de una u otra manera somos críticas al credo de la sacrosanta inversión.

Cuando decimos que en todo el continente soplan vientos de cambio, ¿estamos hablando de un fenómeno natural? Es obvio que no: al fracaso de las políticas (neo)liberales hay que sumarle el trabajo permamente y articulado de movimientos y activistas. No podemos imaginar el replanteamiento que el Parlamento mexicano está solicitando para el capítulo agrícola del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) sin el levantamiento zapatista y sin la larga campaña “el campo no aguanta más”. No podemos imaginar al gobierno ecuatoriano planteando la tesis vanguardista de “dejar el petróleo bajo tierra” sin diez años de insurreciones indígenas que derrumbaron un presidente tras otro. No podemos imaginar la nacionalización de los hidrocarburos de Bolivia, la sanción de leyes que consagran la expropiación definitiva de fábricas tomadas por los trabajadores en Argentina o la misma fundación del Banco del Sur si no es gracias a la acción sostenida de movimientos críticos ligados al espectro alterglobalización, de organizaciones de base y, también, de los partidos de izquierda. Tampoco podemos imaginar un Barack Obama con posibilidades reales de ser presidente del país más poderoso de la tierra sin tomar en cuenta el significado del movimiento antibélico, sin saber qué cosa es ANSWER o quién es Cindy Sheehan. No sé que significa exactamente “cambio” en un país como EEUU, pero no se puede negar que la sociedad civil organizada ha tenido un rol gravitante en la renovación de la agenda política norteamericana, al punto que la gran carta que muestra Obama en su campaña es que él sí se atrevió a votar en contra de la guerra.

¿Y en qué andamos nosotros? ¿Por qué no tenemos capacidad de convertir el descontento que se saborea en la calle en una agenda política propia? ¿Cómo hemos dejado que la iniciativa política esté en manos de un presidente que todos reconocen como mentiroso y que levanta un programa de gobierno de 1920? En medio de la ofensiva privatista más fuerte que hemos enfrentado desde que acabó el ajuste estructural fujimorista, y en un año de cumbres y contracumbres, estamos obligados a poner en cuestión nuestra timorata agenda política y a preguntarnos por qué, a pesar de todo, seguimos tan débiles y tan divididos. Mucho me temo que este año clave no parece el más apropiado para lograr reunirnos en torno a un proyecto común. La presencia de Chávez en mayo seguramente marcará un momento de tensión, y la convocatoria de Ollanta a una contracumbre en noviembre, lastimosamente, viene de la mano con la ausencia de algunos sectores puristas de la misma. Fácil no es. Pero es claro que la articulación de movimientos críticos en el marco de la resistencia al proyecto alanista y a la elite transnacional que nos visitará va a definir, en buena medida, las posibilidades de recuperar la iniciativa política transformadora en los años venideros. Por eso, aprovecho para felicitar a los compañeros que desde ya se han comprado el pleito de organizar la Cumbre Social de los Pueblos en mayo y la Cumbre de los Pueblos Andinos en noviembre.