7 de octubre de 2023

INICIO > OTRAS SECCIONES > TEXTOS SELECCIONADOS

ENTREVISTA: ISABEL LLAQUET, DIRIGENTE DEL PCE(R)

Socorro Rojo Internacional.

31 de diciembre de 2007

22 años en la clandestinidad + 12 años en la cárcel.

"Si una organización que se declara comunista no se solidariza con los presos comunistas, será porque su comunismo es más que dudoso, o porque sólo lo son de palabra, no en los hechos"

SRI: ¿Sorprendida por tu salida de la cárcel?

ISABEL LLAQUET: Mucho, pero no solo para mí sino para casi todo el mundo. Estamos tan acostumbrados a que nos condenen sin pruebas y a que nos caigan tantos años de cárcel por ser comunistas, que no te lo crees. Sobre todo ahora, después de nuestra ilegalización y de la ley de partidos, cuando han decidido, por decreto, aunque no lo hayan probado, que el PCE(r) y los GRAPO son lo mismo. La sorpresa ha sido muy grande.

SRI: Tanto montaje de juicios en Francia, Italia y España se les ha venido abajo estrepitosamente...

I.LL: Sí claro, no han conseguido ni una sola prueba de nada porque no las hay. Llevan 30 años buscándolas y así siguen.

SRI: Hay una anécdota ocurrida en Francia después de salir la primera sentencia, cuando el Presidente del Tribunal se encontró en la cola de la caja del supermercado con tu abogada francesa y ésta le comentó que cómo era posible que te hubieran condenado, cuando no solamente no había pruebas sino que tu nombre apenas se había mencionado a lo largo del juicio, y el magistrado le contestó que así se lo había indicado la guardia civil, ¿es cierto esto?

I.LL: Sí, y lo primero que choca ahí es la famosa independencia judicial, no solamente de los jueces respecto del gobierno sino que los jueces franceses son verdaderas marionetas que hacen lo que les dicen los policías de otro país. Quedó claro que no te condenan por los papeles sino por influencias políticas que no están en los papeles. Además, se habían centrado tanto en Manuel que se olvidaron de todos los demás, sobre todo de las mujeres. Ni siquiera nos hicieron preguntas a nosotras. Parece que pensaban que no teníamos nada que decir.
Sin embargo, luego la condena fue colectiva, a todos por igual, que es la máxima en Francia: 10 años. ¿Quién la dictó? Pues claramente: la guardia civil. Además hay que ser pelele para admitirlo públicamente. Hasta la abogada francesa estaba escandalizada.
Pero eso no fue todo. Un funcionario de la embajada española en París interrumpió el juicio en una de sus sesiones para entrevistarse reservadamente con el Presidente del Tribunal. No sólo los abogados defensores lo hicieron constar en las actas para el recurso, sino que la misma fiscal se quedó sorprendida. Luego supimos que aquel “embajador” era un coronel de la guardia civil que coordina la represión en Francia. A partir de ahí el juicio cambió de tono radicalmente.

SRI: ¿Cómo se explica que pasaras de ser refugiada política a ser malhechora en Francia?

I.LL: Bueno, era refugiada política en Bélgica, pero iba por Francia regularmente. Eso se explica con la famosa “transición” y lo bien que les ha venido a los gobiernos europeos que España haya remozado la fachada de su régimen político.

SRI: ¿Por qué?

I.LL: Porque el que hubiera exiliados políticos en su país era un problema interno, sobre todo cuando eran comunistas. Mientras vivió Franco tuvieron que admitirnos y concedernos asilo. Pero una vez que los falangistas escondieron su camisa azul y la metieron en lejía... a partir de ahí, aunque saben que es un montaje, que no hubo ruptura, como en Portugal o Grecia, admitieron que de la noche a la mañana España había pasado de ser un régimen fascista a ser una monarquía impuesta por el mismo Franco, quien siempre se jactó de que había dejado todo atado y bien atado.

SRI: Sin embargo, hay quien no se cree esas cosas. Por ejemplo, que Josefina García Aramburu, con su pena ya cumplida, siga en prisión, ¿quién miente aquí?

I.LL: Para la mayor parte de la gente es, efectivamente, muy difícil de creer que Fina siga presa sabiendo que ya ha sido juzgada en Francia por lo mismo que se le pretende juzgar en España, y que tiene su condena cumplida. Pero no sólo ella, sino todos los demás camaradas que están en ese mismo sumario, que es el de la ilegalización, que ya está resuelto incluso por el Tribunal Supremo. El Ministerio del Interior considera que en Francia han cumplido muy poca condena. Sucedió lo siguiente: en Francia nuestra sentencia fue escandalosa porque al ser colectiva fue muy criticada en medios judiciales franceses. Por eso en la segunda hicieron un escalafón, graduaron las penas, y en España eso les pareció poco. Por eso tratan aquí de apurar el tiempo de prisión preventiva, es decir, mantenerla encarcelada otros cuatro años más, que sumados a los cuatro que ha cumplido en Francia serían ocho años, que es más o menos lo que te echan aquí sólo por el hecho de ser comunista.

SRI: Me resulta curioso que hayáis recibido más solidaridad de fuera que del interior de España, ¿lo atribuyes al miedo?

I.LL: No creo que sea así; no ha habido más solidaridad fuera que aquí. Lo que pasa es que la de fuera es más visible. Pero, en efecto, en la del interior hay miedo y no se manifiesta abiertamente.

SRI: Pero ¿existe?

I.LL: No se manifiesta abiertamente. Aquí incluso las verdaderas organizaciones solidarias, como el Socorro Rojo Internacional, están perseguidas. Por eso es más fácil que se exprese en una organización del exterior que aquí, porque aquí te relacionan inmediatamente, te fichan y te incluyen dentro del “entorno”. Ser solidario de un preso político, en concreto con nosotros, supone también ser perseguido. A mí me ha sorprendido en este año de cárcel en España, a pesar de todos los filtros y la censura, de que casi nunca te dan una carta sin remite... que alguna cuele. Entonces te das cuenta de que te escribe mucha gente sin remite, pero no te dan las cartas. Se quieren solidarizar pero tienen miedo a identificarse, y con razón. Las últimas medidas represivas son contra el “entorno” y eso ejerce una presión enorme.

SRI: Pero yo me refería a organizaciones...

I.LL: Yo no voy a calificar a las organizaciones a las que te refieres. Pero me parece increíble que una organización que se declara comunista no sea solidaria con los comunistas encarcelados. No sólo hay miedo; hay algo más: si una organización que se declara comunista no se solidariza con los presos comunistas, será porque su comunismo es más que dudoso, o porque sólo lo son de palabra, no en los hechos.

SRI: ¿Has percibido hostigamiento, seguimiento, vigilancia o amenazas al salir de prisión?

I.LL: La vigilancia existe pero me he propuesto no pasarme la vida mirando hacia atrás. Existe el hostigamiento sobre el entorno familiar. Ayer comimos un grupo de amigos y familiares y uno de ellos al salir se encontró con las ruedas de su coche pinchadas. Luego me contó que unos días antes le habían roto los cristales. Aparte de eso, las típicas llamadas de teléfono por la noche con amenazas...

SRI: Entonces, ¿es forzosa la clandestinidad? ¿Aquí no se puede hacer nada libremente?

I.LL: La verdad es que te empujan a ello. Es muy poco inteligente por su parte. Lo que intentan es impedir el calor de la gente cuando sales, el apoyo y la solidaridad, que te sientas solo, algo que, por cierto, es un fracaso total por su parte porque aunque haya muchos que no compartan todas tus ideas, están contigo. Incluso esos nos apoyan.

SRI: 20 años de clandestinidad, 7 de cárcel, ¿cómo ves la calle? ¿te lo esperabas así?

I.LL: Espera que eche cuentas... Han sido 22 años de clandestinidad en total y 12 de cárcel. No me lo espera de ninguna manera porque no esperaba salir. Pero sí, al salir he notado el choque, no como la vez anterior. Pero es que la otra vez “sólo” fueron cinco años y ahora han sido más, a los que hay que sumar los 15 años previos de clandestinidad y exilio, alejada de la vida cotidiana de aquí.

SRI: ¿Qué es lo que más te ha chocado? ¿El euro? ¿El móvil? ¿Internet?

I.LL: Todo eso no existía cuando me detuvieron. Bueno, el móvil e internet no estaban tan extendidos como ahora. No me chocan los cambios técnicos sino el consumismo. Es una deriva. A veces por la noche me viene a la cabeza la literatura obrera de hace un siglo cuando la patronal, sobre todo en las empresas mineras, pagaba a los obreros con bonos y tenían obligación de comprar en las cantinas de la propia empresa. Así el dinero no pasaba por las manos de los trabajadores. Ahora me da la impresión de que es lo mismo. El salario de los obreros se deposita inmediatamente, o bien en el banco, para pagar las deudas y las hipotecas, o bien en los grandes centros comerciales. ¿Por qué? Porque el capital necesita reproducirse y ampliarse continuamente, lanzar nuevos productos, la mayor parte superfluos. Pero han pasado a formar parte de las necesidades cotidianas y aunque no sean necesarios, la gente no puede prescindir de ellos.
Ahora los más jóvenes venden su fuerza de trabajo de antemano. Igual que antes. Como hace siglos, gastan más de lo que ganan y los obreros se endeudan. Así el capital tiene sometidos a los obreros. Dependen de la empresa de por vida y no pueden dejar de trabajar. Si esa cadena se rompe, el obrero se convierte en un despojo de la sociedad.

SRI: La mayor parte de tu condena la has pasado en celdas de castigo, ¿cómo están las cosas dentro?

I.LL: No la mayor parte, no. En Francia el régimen preventivo es muy severo para todo el mundo, especialmente para los presos políticos. En España he estado todo el tiempo en aislamiento. De las cárceles que yo conocí en los ochenta ha cambiado mucho. Han afinado la política represiva, empezando por la dispersión de los presos políticos, siguiendo con las famosas clasificaciones, grados, peligrosos, etc. Dentro de la dispersión han conseguido mantener aislados a los presos políticos en módulos diferentes, que no veas a nadie, que no hables con nadie. Con los presos políticos vascos les resulta más difícil porque al ser más numerosos acaban coincidiendo en los módulos carcelarios, pero a nosotros nos mantienen uno a uno, sin coincidir nunca. En los años ochenta estábamos reunificados pero ahora han eliminado la vida, el trabajo y el estudio en común. El aislamiento es muy diferente. De todos modos, iniciaron esa política para liquidar, desmoralizar o hundir sicológicamente a los presos políticos, incluso a nivel humano, para convertirlos en fieras enjauladas o en peleles que les besen los pies. Y no lo han conseguido. La prueba es que los que han salido tras 20 años de cárcel, o más, han salido con la moral muy alta y se han reincorporado a la lucha inmediatamente.

SRI: En Bapaumme has estado en una cárcel privada de Francia, ¿se diferencia mucho de las españolas?

I.LL: En Francia no existen las cárceles completamente privadas como en USA, aunque la tendencia es a la privatización. Allí los nuevos penales de cumplimiento son semiprivados. La parte correspondiente a la seguridad y vigilancia es del Estado y todo lo demás lo gestiona una empresa privada que, como tal, su objetivo es el lucro, como cualquier otra empresa capitalista. La diferencia es que allí un preso indigente lleva un vida terrible porque todo hay que comprarlo y es muy caro. Se puede comprar de todo, incluso muebles para la celda. Se puede cocinar y encargar de fuera lo que quieras para cocinarlo. Pero pagando y la empresa que gestiona la cárcel se queda con una parte. Si ya en los talleres de las cárceles estatales, francesas o españolas, la explotación es feroz, cuando no hablamos sólo del taller sino de toda la cárcel, la cosa es tremenda. Pagan unos salarios de miseria.
Una cosa muy curiosa del departamento de mujeres de Bapaumme, donde había unas 100 presas, es el espectáculo cotidiano de la venta de la fuerza de trabajo. En una cárcel pública va todo el mundo a los talleres, y si no hay trabajo, no te llaman. Pero en las privadas las presas se colocan a las 8 de la mañana a la puerta del módulo medio dormidas, preparadas para trabajar y la encargada selecciona una por una a las que va a emplear. Es un pequeño mercado de fuerza de trabajo, como los jornaleros en Andalucía. Las que casi nunca eran seleccionadas, por ejemplo, las más mayores, se llevaban unos 40 euros al mes, con los que no podían sobrevivir. En Bapaumme hay que trabajar siempre de pie porque así se trabaja más. El problema es que con los salarios de la inmigración ya no compensa llevar trabajo a las cárceles porque fuera lo hacen por un sueldo parecido. Entonces sólo les dan trabajo en la cárcel si son muy productivas y rentables.
Nosotros conseguimos sobrevivir porque nuestro entorno solidario francés era consciente de que las cárceles privadas son más caras y nos enviaban más dinero. Aproximadamente era el doble respecto a las cárceles públicas, como Fleury-Merogis, y aún así vivíamos ajustadamente.

SRI: ¿Cómo te incorporaste a la lucha antifascista?

I.LL: Yo fui tomando conciencia política en la universidad, hacia 1969. Cuando me incorporé había un movimiento estudiantil bastante radical y amplio. Yo era simplemente antifascista. Después fui dándome cuanta de las diferencia entre los grupos políticos y aprendí a reconocer a los revisionistas. Me di cuenta de que sus ideales estaban lejos de los ideales comunistas y de que sólo pensaban en integrarse dentro del régimen, después de darle unos retoques para salvar su fachada. Una de las primeras cosas que me llamó la atención era su política de reconciliación nacional. Me parecía inconcebible que predicaran la reconciliación con los verdugos, con los que habían mantenido al pueblo bajo el terror durante 40 años. Conocí a la OMLE y me integré en ella. Era 1971 o así.

SRI: ¿Qué recuerdos guardas de la “transición”?

I.LL: Conservo dos muy netos. Uno, la cantidad de grupos que constituían lo que nosotros llamábamos el movimiento domesticado de izquierda. Eran muy radicales de palabra, hablaban continuamente de la dictadura del proletariado en las asambleas, cuando la gente, en realidad, tenían otros problemas. Luego se fueron integrando a la legalidad para desaparecer inmediatamente. Fue una cosa curiosa. Y segundo, su reacción ante los que no nos integramos, las famosas manifestaciones contra lo que ellos llamaban el “terrorismo” que en realidad eran manifestaciones contra todos aquellos que no tragamos con el cambio de fachada del régimen. Después de esas manifestaciones desaparecieron. Incluso se metieron al PSOE, que no existía cuando yo estaban en la universidad. El PSOE salió de todos esos grupos. En 1971 el PSOE estaba en Toulouse y eran los viejos que quedaban vivos después de la guerra. En las fábricas aquellos grupos de izquierda nos denunciaban. Decían que nosotros queríamos provocar un golpe de Estado para regresar a lo de antes. Antes la represión eran generalizada; también les afectaba a ellos, luego se empezaron a centrar en nosotros y ellos aplaudiendo. Pasaron de hablar de la dictadura del proletariado a aplaudir la dictadura fascista. En cuanto les dieron un puestecito, se echaron en brazos del régimen.

SRI: Tú estabas en la detención de 1977 del Comité Central del PCE(r), el mismo día que se promulgó la última amnistía...

I.LL: Como fecha simbólica, fue una clara demostración de lo que nos esperaba a partir de entonces. Pero esa amnistía no fue general porque buena parte de los camaradas detenidos, incluso antes, siguieron encarcelados. Luego resulta que fueron condenados por propaganda ilegal, lo mismo que en la época de Franco. Pero todos aquellos grupitos se quedaron tan contentos porque la prensa fascista decía que habían detenido a la “plana mayor de los GRAPO”. Y cuando nos llevaron al juez resulta que inauguramos la Audiencia Nacional y, para colmo, eran los mismos jueces que habíamos conocido como Tribunal de Orden Público, los mismos de la represión franquista.

SRI: ¿Cómo es la vida clandestina? Algunos se imaginan que estáis todo el día metidos en un agujero afilando los cuchillos.

I.LL: Los publicistas del régimen tienen mucho interés en presentar la vida clandestina como algo extraño, para demostrar que el clandestino está desconectado de los problemas cotidianos, gente extraña, rara. La verdad es más sencilla. La clandestinidad tiene como objetivo que la policía no controle tu trabajo político. Una vez que estás fuera de su control, llevas una vida normal, como el resto de la gente. Vas a las reuniones, haces las compras, vives en una casa alquilada... Si tienes tiempo, vas al cine o a escuchar música. Cuanto mejor saber llevar la clandestinidad, mejor te mueves y más normal es tu vida. Casi igual a la de cualquier otro trabajador.

SRI: ¿Te torturaron en tu paso por las comisarías?

I.LL: Cuando me detuvieron en Benidorm en 1977 nos trasladaron a Alicante y de allí a Madrid a las pocas horas. Íbamos cada uno en un coche, encapuchados, con un policía a cada lado. Yo notaba que estaba lloviendo y que el que conducía era novato. Los otros policías le decían que tuviera cuidado. Pero nos la dimos, y yo iba esposada con las manos atrás todo el viaje. El coche dio una vuelta de campana y me di un golpe en la cabeza. Gracias a eso no me pegaron mucho. Me cambiaron de coche y me pusieron las esposas delante. En esa época, como ya estábamos en “democracia” sólo se podía estar tres días en comisaría. Nos llevaron a la Audiencia Nacional. Yo pasé con el juez Chaparro, el del Tribunal de Orden Público franquista, que prorrogó mi detención unos días más para volver a ponernos en manos de la policía. Era una maniobra para burlar la nuevas leyes. Ibas tan contento pensado que pasabas a la cárcel y de repente te volvías a encontrar en la Puerta del Sol, en la Dirección General de Seguridad. Vuelta a los interrogatorios. Prorrogaron la detención unos días más, en total siete. Luego legalizaron la prórroga de las detenciones y hacían lo mismo pero sin pasar por el juez.
La siguiente detención fue en Barcelona el 1 de octubre de 1980. Se acababan de fugar los cinco militantes de los GRAPO de Zamora y creían que yo sabía su paradero. En esa época empezaron a utilizar algo que se puede calificar de desaparición. Al llevarte a Vía Layetana no te registraban ni te fotografiaban. No estabas detenido oficialmente. Te metían en un cuarto preparado con la barra. Te colgaban de ella boca abajo y te golpeaban en las plantas de los pies y en la cabeza. Perdí la noción del tiempo. Cuando ya no sentía nada me bajaron al suelo porque no tenía sentido seguir pegándome. Llamaron a un médico y dijo que me tenían que llevar a un hospital. Me trasladaron a una pequeña clínica de la zona del puerto, al Pere Camps. Recobré la noción y me di cuenta de que me inscribían con un nombre falso. El médico era un viejo colaborador de la policía acostumbrado a hacer ese trabajo sucio porque oí que les decía que no me siguieran golpeando en la cabeza ni en los pies. También la enfermera, que era una monja, me aconsejaba que obedeciera a la policía porque así no me pasaría nada. Son recuerdos confusos en cuanto al tiempo pero pude ver la hora: me habían detenido por la mañana y llevaba ya casi un día entero en comisaría.

Luego me volvieron a llevar a Vía Layetana, me tendieron en el suelo y empezó la sesión de puñetazos en muslos, vientre y pechos, hasta que se cansaron. Ya no podía andar. Me metieron en un coche y me llevaron a Madrid. Pero no figuraba que hubiera estado antes en Barcelona. Al llegar me estaba esperando un traumatólogo y todo un equipo médico. El traumatólogo, que se presentó como uno que trabajaba para el Real Madrid, me hizo radiografías y me escayoló un pie. Me tendieron en una colchoneta en el suelo y no me tocaron ya más durante los nueve días restantes. Entonces ya habían aprobado la ley antiterrorista, que fijaba el plazo de detención en diez días. Yo estuve como 11 ó 12 pero los de Barcelona no contaban, así que todo era legal. Al llegar a la cárcel estaba negra como una africana en todas las partes del cuerpo donde tenía chicha. Así que el médico dio parte. Ahora lo hacen más sofisticadamente: con electrodos y otros métodos que no dejan tantas huellas. Pero entonces les daba todo igual. Hacían una campaña de que las cosas ya habían cambiado y casi nadie quería saber más.

En Francia es distinto, más sicológico. No te tocan, pero estás “sonado” porque no te dejan dormir durante los cuatro días de detención. Del Ministerio del Interior, donde te interrogan, te llevan a pequeñas comisarías cercanas que se llenan de prostitutas y pequeños delincuentes, donde pasas las noches sentada en un banco. Al lado de la policía española, el trato francés parece refinadísimo.

SRI: Hay colectivos que no entienden la represión porque a ellos sí les permiten realizar un trabajo político legal, ¿por qué?

I.LL: Esa pregunta se la haces a ellos. A mí me parece evidente que a nosotros nos detienen porque representamos un peligro para el régimen, de lo contrario nos dejarían hacer nuestro trabajo. Si se han cebado con nosotros es porque el régimen no puede admitir la existencia de un verdadero partido comunista.

SRI: ¿Merece la pena tanto sacrificio personal? Parece que la represión se reparte entre muy pocos y toca a más...

I.LL: Sí, esa es una de las diferencias con la última época de Franco. Entonces había mucha represión pero como también había muchos trabajadores y antifascistas en lucha, es como si tocara a menos. Ahora es distinto. La represión se ha concentrado en unas pocas organizaciones. En cuanto a si merece la pena... cuando uno se incorpora a la lucha no puede tener en cuenta la represión como algo personal. Tampoco se puede medir en función de unos resultados tangibles, inmediatos. Además, la palabra sacrificio no me gusta. No te sacrificas en el sentido que la cultura judeo-cristiana habla de sacrificio. Evidentemente cuesta: no ves crecer a los hijos, tus padres se mueren y te enteras después... Eso duele, y mucho. A mí me parece inconcebible que tengas unos ideales, creas que tienes que hacer algo y por comodidad no lo hagas. Yo sería incapaz de mirarme al espejo. No concibo que pienses de una manera y actúes de otra, que no hagas lo que crees que tienes que hacer. Visto así no es un sacrificio.

SRI: ¿Cómo se presenta el futuro?

I.LL: Todo lo contrario de lo que dicen los publicistas burgueses. Eso de que no hay futuro no es cierto. Esa pregunta se enlaza con lo que me preguntabas al principio sobre la situación en la que se encuentra la clase obrera en general, así como otras capas sociales. Sientes que todo esto está llegando a su fin, de que es el final de un ciclo. Las cosas se van a acelerar. Se puede aguantar, pero hasta la cadena acaba rompiéndose. Y no se va romper sólo para unos pocos sino para millones. Esa conciencia que está dormida despertará. Se palpa. No puede suceder de otra manera. En el capitalismo no hay salida. Ha dado de sí todo lo que podía. Los años que nos esperan van a ser muy convulsos. Es lo que están anunciado los capitostes de las finanzas internacionales, aunque lo escondan bajo una marea de cifras y datos. La crisis que arrastran se va a agudizar y va a estallar a nivel económico, social y político. Los trabajadores no van a tener más remedio que organizarse y plantar cara.

24 diciembre 2007