7 de octubre de 2023

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Socorro Rojo Internacional.

ESPAÑA: LOS SOCIALFASCISTAS Y LA MONARQUÍA

Por: Carmen Díaz.

18 de septiembre de 2007

Hagamos un poco de memoria reciente, pues tras el verano, se observan mejor ciertos fenómenos:

Con motivo del secuestro judicial de un número de la revista “El Jueves”, por, supuestamente, ofender a los parásitos coronados en su portada y algunos comentarios antimonárquicos vertidos por el señor Anasagasti, el de la cortinilla, en su blog de internet, se ha vuelto a poner de manifiesto los estrechísimos lazos que unen a la monarquía que nos legó el mismo Franco con los socialfascistas del PSOE.

La fiscalía, dependiente del gobierno, se aprestó a actuar de oficio contra la revista con la mayor celeridad (revista que, dicho sea de paso, más allá de sus viñetas satíricas sobre la monarquía, es una defensora, a su modo pretendidamente humorístico, del discurso oficial fascista en ámbitos como el del conflicto vasco, por lo que no es merecedora de ninguna solidaridad por parte del antifascismo y los sectores progresistas, aunque evidentemente es denunciable el secuestro de la revista como acto antidemocrático, el cual, por cierto, es uno más de los ataques contra la libertad de expresión, y no el más grave, a los que se ha asistido en España en los últimos años, como lo fueron el cierre de Egin, de Egunkaria, de Área Crítica a principios de los noventa y la detención, tortura e incluso el encarcelamiento de los periodistas que trabajaban en estos medios). El Zapaterín se dedicó en alguna rueda de prensa a lanzar las más apasionadas loas a la magnífica labor institucional del principito, aunque se veía que ni él mismo se creía lo que estaba diciendo. Y los babosos de “El País”, órgano de expresión de los GALosos, dedicaron un no menos apasionado editorial a ensalzar la figura del Bobón mayor y la familia real en general.

Se puede decir que los psoístas son más juancarlistas que el propio mongolito (así se ha conocido de toda la vida en mi casa y en muchas casas a nuestro eminente jefe de Estado). ¿Pero a qué se debe esta afinidad, esta fidelidad del PSOE hacia la monarquía y a la inversa (se sabe que las relaciones entre los falangistas del PP y la monarquía no son tan buenas; lo que, en parte, puede que se deba a que el modelo político que su jefazo, el megalómano Aznar, ansía está más cerca de la república presidencialista al estilo Bush)? Estas afinidades y fidelidades recíprocas tienen su origen en el pacto de sangre que la monarquía y los felipistas sellaron allá en los tiempos de la Transición, como hacen los delincuentes cuando colaboran en algún crimen, y la transición fue un auténtico crimen político e histórico, por el que, primeramente, se mantuvo el jefe de Estado que había nombrado Franco, es decir, don Juan Carlos I (¿alguien puede imaginarse que en Italia o Alemania tuvieran en la actualidad un jefe de Estado nombrado por Mussolini o Hitler?); se perpetuó y fortaleció el poder económico de la oligarquía financiera que se crió a los pechos del franquismo; los militarotes y policías asesinos y torturadores, que habían cometido todo tipo de salvajadas y barbaridades durante cuarenta años, no sólo no fueron juzgados por sus innumerables crímenes (crímenes contra la humanidad; el infinito horror ocurrido en Argentina en las dictaduras militares, se queda pequeño en comparación con lo que ocurrió aquí), quedando completamente impunes, sino que muchos de ellos, lejos de ser ni siquiera depurados de los aparatos del Estado, fueron promocionados y encumbrados por la sui generis democracia española, y hoy es el día en que en España se sigue utilizando la tortura de manera sistemática contra los detenidos políticos principalmente, pero también contra muchos detenidos comunes, inmigrantes... (y no lo decimos nosotros; lo dice la ONU en su último informe sobre la tortura en el mundo, aunque no habla de tortura sistemática –no se puede esperar tanto de este corrupto organismo-; se la define como habitual u otro eufemismo parecido); se nos impuso una Constitución pergeñada, redactada y aprobada por los mismos franquistas, en colaboración con los traidores del PCE, el PSOE y sectores del nacionalismo catalán, en un proceso que ni fue constituyente ni democrático, sino un chalaneo de la peor especie entre una panda de mafiosos, de lo que no podía salir un régimen democrático, ni siquiera en un sentido burgués, formal; a lo sumo lo que llevamos padeciendo durante 32 años: fascismo de nuevo tipo, en el que uno goza de libertad a condición de no ejercerla nunca de manera real y consecuente; a quien ejerce esta libertad se le impone de la manera más brutal la realidad de los barrotes, de las comisarías y cuarteles de la guardia civil y sus torturas, de los jueces fascistas y demás democráticos instrumentos del Estado para salvaguardar los derechos y el bienestar de los españoles...

En la Transición, decimos, al haber sido cómplices de esta gran farsa, los psoístas y la monarquía sellaron sus destinos. La deslegitimación de los primeros es la deslegitimación de la segunda; y la deslegitimación de ambos es la deslegitimación del propio Estado. De ahí que se vean en la obligación de defenderse unos a otros a capa y espada. Lo hemos visto en estos días con las serviles palabras del Zapatitos hacia la monarquía, y lo vimos en el período Aznar cuando el Juan Carlitos no dejaba pasar oportunidad (discursos de Nochebuena, etc.) para defender, de manera velada o, a veces, explícita, las posiciones del PSOE en materias como la de la territorialidad, en la que, al contrario que los aznaristas, no era partidario del aislamiento y marginación de los sectores nacionalistas burgueses (PNV, CiU), sino de contemporizar y atraerse a estos sectores para, por esta vía más conciliadora, conservar la sacrosanta e indisoluble unidad de España; o en ámbitos como el de la política exterior, en la que el Bobón Mayor no era muy partidario del excesivo y servil alineamiento con los yanquis por parte de los peperos, sino que sus preferencias a este respecto estaban más en Europa y los imperialistas franco-alemanes, y éste es uno de los principales giros que se ha dado con la llegada del ZP a La Moncloa: se ha regresado al redil europeísta. Y aquí encontramos otro punto más de conexión entre el PSOE y los habitantes de La Zarzuela: sus lazos con los alemanes han sido siempre muy estrechos. El PSOE, que durante el franquismo fue el gran ausente -ni estaba ni se le esperaba ni representaba a nadie-, renació de sus cenizas en los 70 en gran medida gracias a los marcos y al apoyo político alemanes. Al mismo tiempo, los alemanes no dejaron tampoco de apoyar a la monarquía española. Necesitaban a España para el proyecto europeo, para el IV Reich que es la Unión Europea. Y, efectivamente, España se metió de cabeza en la UE y es en Europa donde están lo principales intereses de la oligarquía financiera española; el principal grupo de ésta, el Banco Santander, extrae el 70% de sus beneficios del viejo continente. Y, casualmente, hemos dado con el tercer pilar de la democracia española, junto con el PSOE y la monarquía: el señor Botín y su monstruo financiero.

Pero no estamos desviando de la cuestión que nos ocupa. Hablemos de los mitos que se han levantado en torno al Juan Carlitos. En las últimas semanas se han vuelto a sacar a relucir, como se suele hacer de vez en cuando para mantener la ficción de que el reyezuelo ha sido siempre el paladín de nuestra democracia e intentar neutralizar así el innegable y mayoritario sentimiento republicano que existe en España. Uno de esos mitos es que fue gracias a él que se abortó el “golpe de Estado” del 23-F. A este respecto hay algunas cosas que decir. Aquello ni fue golpe de Estado ni fue nada. Fue una completa farsa en la que se utilizó a un tonto útil como Tejero y otros para legitimar la figura del rey.

En aquella época, no faltaban dentro del ejército y la picoletada exaltados dispuestos a salvar a España de la conspiración “judeomasónicabolchevique”. Uno de estos exaltados era el señor Tejero, que, a la par, era también un poco imbécil. Hubo varias intentonas golpistas, todas abortadas en su fase embrionaria. Sólo la de Tejero superó esa fase embrionaria. Y no porque a los servicios de información se les pasara por alto o no la detectaran (el propio Tejero y otros que tomaron parte en el 23-F estaban más que fichados como golpistas), sino porque, sencillamente, se le dejó hacer. Sabían que esta intentona golpista estaba condenada al fracaso. A Tejero se le hizo creer que estaba respaldado por algún personaje fuerte del Estado, el famoso Elefante Blanco. Pero, en realidad, Tejero y Miláns del Bosch estaban más solos que la una; nadie les respaldaba. Cuando uno ve las imágenes del 23-F, el desarrollo de los hechos, lo primero que resalta de todo aquello es la falta de credibilidad, el aire de comedia que tenía, lo grande que le quedaba a un personaje tan inepto como Tejero la toma del Congreso de los Diputados y lo ridículo de las palabras que el capitán Jesús Muñecas Aguilar, compinche de Tejero y no menos inepto, dirigió allí, en las que decía que en 15 ó 20 minutos llegaría “la autoridad militar competente (el susodicho Elefante Blanco) y determinaría lo que iba a ocurrir”; allí, por supuesto, no se presentó ninguna autoridad militar, ni competente ni incompetente, y quizá fue en ese momento cuando los heroicos picoletos tomaron conciencia de la trampa que les habían tendido.

Todo esto le vino de maravilla a la maltrecha y deslegitimada figura del rey. Muy circunspecto, apareció en televisión y dijo que abortaría aquel intento de derribar el sistema democrático. Y así ocurrió. Apenas un día duró la aventura. Pero el rey jugaba con cartas marcadas. Los aparatos del Estado habían preparado todo aquello para él. Era como cuando Franco iba a pescar y los buzos le ponían en la caña unos pescados enormes para que se hiciera la foto y todos los españoles vieran que no sólo era un gran Caudillo por la Gracia de Dios, sino, además, un avezado pescador.

Hoy siguen valiéndose de la pantomima del 23-F para ensalzar la figura del rey, para presentárnoslo como un demócrata de toda la vida. En realidad, lo que ha sido es un trepa, un intrigante y un fascista de toda la vida. Así es como ha llegado donde ha llegado. Fue el protegido de Franco desde los diez años. Como heredero de éste en la jefatura del Estado, desarrolló labores institucionales durante el franquismo, es decir, en un régimen ilegítimo, ilegal y terrorista que surgió de una guerra en la que murieron un millón de personas, que fusiló y desapareció en la inmediata posguerra a un cuarto de millón de republicanos, comunistas, anarquistas, socialistas..., que llevó a la cárcel y al exilio a cientos de miles de españoles, que no dejó de torturar, encarcelar y asesinar durante sus cuarenta años de historia (en la democracia, aunque de manera más selectiva, tampoco se ha dejado de hacer). Juan Carlos I es, por tanto, cómplice de todo esto. En el año 75, unos pocos días después de los fusilamientos del 27 de septiembre, en los que fueron asesinados 5 antifascistas, estuvo presente junto a Franco, su guía y mentor, en el balcón de la Plaza de Oriente en un acto de exaltación del franquismo y de justificación de esos asesinatos.

Éste es nuestro demócrata de toda la vida: un fascista, un terrorista, un asesino, un torturador, un ladrón y un parásito. Y en él se personifica el propio Estado de Desecho. Como es nuestro rey es nuestro Estado y todo su aparato institucional y de partidos (tanto de “izquierda” como de derecha). De todo ello necesitamos desembarazarnos, arrojarlo al basurero de la Historia.

Carmen DÍAZ, militante del PCE(r)
Agosto 2007

(Nunca anotamos ni añadimos nada a las difusiones que realizamos. Pero en ésta, visto el cariz radicalmente antimonárquico de la carta, y sabiendo que en este "democrático" Estado es delito muy grave meterse con los Reyes nombrados por Franco, dejamos claro que el SRI solamente difunde esta carta en su labor a favor de la libertad de expresión y difusión. Que quede claro, que la libertad de expresión está muy enfermita en dicha "democracia" y nosotros simplemente ejercemos de mensajeros. SRI. Septiembre de 2007).